ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro / (Publicado en el diario TalCual de Caracas el 13 de Septiembre de 2014)

No me voy a retirar de este espacio por lo pronto. Cambiaré un poco de dirección. Hoy por ejemplo me ocupo de lo del Padre Nuestro utilizado como propaganda, con letra que lleva a los altares al Ausente alabando al socialismo y la revolución.

Pero no me indigno porque se juegue con una oración esencial en el orar cristiano y ha merecido reflexiones de las más profundas y duraderas (comienza así Raissa Maritain su libro Notas sobre el Pater: «la Caridad de Cristo nos ha provisto de la oración esencial, el Pater…») sino por lo que ha ocurrido después.

Y es que en fin de cuentas, es común hoy en el mundo occidental hacer mofa, caricaturizar, agredir, a los símbolos cristianos para adquirir notoriedad (artística o del espectáculo), o para vender alguna mercancía, como se ha hecho en este caso con la mercancía revolución. Hasta en los comerciales del tenis internacional de estos días pasados se ridiculizan los libros sagrados para vender una lotería.

El irrespeto a cualquier fe religiosa está por todas partes como si se tratase de una especie de revancha ante la histórica represión de signo contrario impulsada por la clerecía, aun vigente en ciertas sociedades. Que en el caso del cristianismo conoció graves excesos, hasta el punto que pareciera que la norma hoy en el occidente progre es desmontar y cuestionar las referencias simbólicas cristianas mientras se asume como políticamente correcto no vulnerar el patrimonio simbólico de todas las demás religiones. Es una hipocresía extraña, de claro tinte político. Y a la vez señal positiva en lo que al cristianismo se refiere porque revela que aprendió de la historia. En un mundo diverso, no confesional, como el de las democracias de hoy, el irrespeto es un riesgo a correr.

II
Y los representantes del Poder Público, si son democráticos, están obligados al respeto de lo religioso. Eso poco le importó al Ausente, porque en él era habitual hacer política manipulando la Fe popular. Y sus herederos siguen su ejemplo. Porque si era natural que la Iglesia Católica hiciera oír su voz en relación a lo que le compete, no hay ninguna razón para que los más altos representantes de los Poderes Ejecutivo y Legislativo se hicieran parte de la controversia. Y lo peor, lo indefendible, es que a su impertinencia agreguen el insulto y la descalificación del más alto representante de la Iglesia Católica en Venezuela, quien no ha hecho otra cosa que pronunciarse sobre lo que está obligado a pronunciarse. El Presidente de la Asamblea Nacional llegó a utilizar un lenguaje tan agresivo y provocador, que parecía que estuviese hablándole a un delincuente (a quien de paso un líder democrático no tendría derecho de hablarle así) y no a una figura representativa de la mayor comunidad religiosa del país. Expresaba un calculado desprecio que en términos éticos no puede estarle permitido a quien dirige una asamblea regida por una Constitución que garantiza la libertad religiosa. Porque es a esa libertad a la que está limitando, atacando, relativizando, cuando desacredita y agrede al más alto representante de una confesión.
Pero el irrespeto desde el Poder ha sido normal durante estos años. Los altos cargos políticos funcionan como una licencia para comportarse de cualquier manera, decir lo que venga en gana, argumentar sin tomar en cuenta que un cargo público impone en quien lo ejerce normas éticas que regulan su conducta. ¿Se necesita algo adicional para que al fin los incondicionales del Régimen se den cuenta de que están apoyando a una Dictadura?

III
Y aquí corresponde hacer otra reflexión. ¿Como es posible que estas conductas sean posibles en Venezuela? Ni siquiera en Cuba se actúa así. ¿Por qué sí entre nosotros?
Es simple la respuesta: nuestras instituciones han sido desmanteladas. Ya es un síntoma de ello la pérdida de Fe en el país que se ha hecho habitual en la clase media cuando se impulsa a los más jóvenes a que se vayan fuera «porque aquí no hay ya remedio«; una emigración subsidiada por el Régimen mediante el cambio diferencial de divisas. Pero asombra que ni siquiera una institución como la Iglesia Católica tenga fuerza alguna para conmover el alma de sus propios feligreses. ¿Se insultó al Cardenal? No importa, todo sigue igual. Los llamados laicos comprometidos con la Iglesia nada dicen, callan, dejan pasar. ¿Tienen mucho que perder? ¿No les parece importante? ¿Les basta quejarse por Internet? ¿Tienen miedo? No es posible saberlo. Lo que sí sabemos es que desde los más altos niveles del Poder Público se irrespeta el espacio de lo religioso, tal como se han irrespetado todos los espacios, de modo estridente y a voz en cuello, sin que pase absolutamente nada.

Por eso me he sentido impulsado a escribir estas líneas, para cumplir un deber no religioso sino democrático. Porque no es a una persona como yo a quien le corresponde asumir una posición pública institucional. No represento a nadie. Soy un católico cultural podría decir, que «cree que cree» parafraseando a Gianni Vattimo; y estoy muy lejos de la ortodoxia. Pero me indigna que se acepte pasivamente el maltrato al alma de tanta gente, porque insultar al Pastor es insultar a la Grey. Y veo sorprendido que las quejas que circulan se limitan a Internet, a la oposición de escritorio. Acompañadas también de insultos, porque el deterioro es tal que ya no importan las ideas. Y se echa de menos el compromiso con una protesta pública que debería ser inequívoca, clara, y sobre todo razonada. Y aclaro, que se entienda bien, que no se trata de agredir a nadie, sino de exigir respeto. Un respeto ajeno a quienes detentan el Poder en el país y se benefician de más de una década de deterioro y desprecio al pasado fundacional de esta sociedad. Pero que sigue siendo nuestro derecho.

Leyenda de la Fotografía:
Tomás de Aquino dijo del Padre Nuestro: «Oratio Dominica perfectissima est». Aquí su estatua en Santiago de Chile

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