ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro / 1o. de Diciembre 2008

La frase de Aldo Rossi ((1931-1997) que titula esta página la cité la semana pasada a propósito de Caracas.

Caracas es ese puente.

Una ciudad que desde mucho tiempo atrás ha sido tratada con negligencia y una profunda incomprensión. Por una parte gracias a la simpleza de pensar que lo que se le daba a Caracas se le quitaba al interior de Venezuela, sin que esa actitud tomara en cuenta lo que una capital es para cualquier país, para cualquier sociedad: reflejo de un alma colectiva, ejemplo de las capacidades de un pueblo, modelo a seguir, lugar de experiencias generalizables hacia otros centros urbanos.

Es un hecho cierto que pocos años después de recobrado el hilo democrático post-gomecista, Caracas entró en un proceso acelerado de deterioro que además de orígenes económico-sociales muy claros, tuvo en el contexto político, en la búsqueda del Poder a toda costa en lugar de la formulación de propuestas coherentes, sostenidas y de consenso para resolver los problemas; en el juego de quítate tú para ponerme yo, el ingrediente principal para el drama que hoy vive Venezuela. Drama potenciado por este régimen actual, cruzado por toda clase de contradicciones entre intenciones y realidades que ha usado siempre la justificación ideológica para todas sus ineficacias, todos sus olvidos, todas sus derrotas.

Por eso digo que Caracas es ese puente derrumbado. Que la basura producida por sus habitantes siga siendo hoy un problema cuando ya desde hace treinta años (al comienzo de CAP 1) se hablaba de él con sentimiento de urgencia, es por sí solo un motivo de escándalo. En esos mismos años, gracias a una bonanza petrolera que dislocó toda lógica y convirtió al mandatario de entonces en un redentor que prefiguraba las exageraciones del actual Caudillo, se retrasaron en más de cinco años los planes de construcción del Metro de modo irresponsable ante la indiferencia de quienes en ese momento manipulaban al Poder. Se abandonaron los programas de vialidad, se hizo de la marginalidad combustible político alimentado por planchas de zinc, bolsas de cemento y dádivas interesadas. Y desde allí comenzó el declive que termina en la realidad actual, triste, terrible, demostradora, podríamos decir, de la ausencia de lucidez de toda una sociedad.

¿Qué hubiéramos podido pedirle entonces a esta “revolución”? Simplemente que reconociera la situación calamitosa de la principal ciudad del país, del Caribe, cabeza geogràfica de América Latina. Pero nada de eso ocurrió. Las planchas de zinc y las dádivas fueron sustituidas por una institucionalización de la limosna afirmada igualmente en la retención del Poder a toda costa. Las increíbles escenas de camiones repartiendo artefactos eléctricos en los barrios a cambio de sujeción política dice más de la pobreza ética del régimen que cualquier otra cosa, Que las lluvias tengan todavía efectos de cataclismo también. Así como los asesinatos como norma, los tiempos de viaje al trabajo más altos de cualquier ciudad latinoamericana, el desaseo de los espacios públicos, la invasión del automóvil…y tantas cosas. Y nunca, a lo largo de más de diez años se usó una “cadena” de televisión para exponer un plan de rescate de esta ciudad. Es imposible comprender, lo he dicho varias veces, que gente en quienes reconocemos inteligencia, acuciosidad, nivel de entendimiento, pueda ignorar el gigantesco abandono que sufre la ciudad capital de Venezuela. ¿Están justificando con ideología a este puente derrumbado?

Todo parece indicar que sí. Los saboteos a las autoridades electas son un síntoma. Las frases agresivas del Alcalde electo de Libertador amenazando a sus colegas con los Consejos Comunales son otro. Por una parte se confirma que la intención era convertir esos Consejos en brazo político de choque. Y también que se piensa que “el pueblo” es juguete fácil de designios menores. Dos episodios estratégicos derivados de una ideología entre cuyos elementos esta la noción de que el cambio futuro exige hacer del fracaso estímulo para la agresión al adversario, no para la rectificación; y de la indiferencia frente a los problemas un rasgo de fe revolucionaria. Elementos funestos, retrógrados y sobre todo irracionales en una realidad la nuestra.

Y los Alcaldes electos que piensan que sus cargos son instrumentales harán bien en no responder a provocaciones. Los Consejos Comunales, por ejemplo, deberán recibir todo el apoyo para cualquier iniciativa dirigida a buscar calidad de vida, sin importar sus simpatías políticas. Y estoy seguro que el pueblo en general tendrá bien claro que no hay ideología que justifique castigarlo con deterioros e ineficacias en nombre de palabras sin contenido.

He oído de los alcaldes electos y del gobernador de Miranda cosas que permiten alimentar algunas esperanzas. Combinadas por cierto con constataciones asombrosas. Ocariz, por ejemplo, dijo que el 30 por ciento de las escuelas de Municipio Sucre no tienen baños. Digamos que exageró, que es sólo el diez. Pero aún así ¿Es eso posible en un país que ha navegado en dólares? ¿No demuestra semejante dato que el gobierno central tiene que facilitar lo que sea necesario para resolver un problema que es de todos y no depende de parcialidades? ¿ Que no tiene sentido promover el fracaso?

No hay otra opción que reconstruir el puente. Que lo entendamos todos.

¿Responderá el Poder Central ante lo que la ciudad le pide?