ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro / 15 Diciembre 2008

No pasó lo que tenía que haber pasado. El nuevo Alcalde del Municipio Libertador en lugar de atender al llamado de la Alcaldía Mayor para sumarse a sus otros colegas en función de una acción coordinada sobre la ciudad, decidió seguir la línea política dictada por el Caudillo y boicotear a las autoridades legítimamente elegidas enfrentándose a ellas para actuar por su cuenta y tal vez poner obstáculos a cualquiera de sus iniciativas. Es una lamentable muestra de la verdadera naturaleza de lo que ocurre en Venezuela, más evidencias de que estamos en una situación mediocre y opresiva.

Lo que más me angustia ya en un terreno personal, es que si bien no se puede esperar mucho de un jefe político que se muestra todos los días presa de sus pasiones y rencores, es notorio el silencio, o la aquiescencia, de aquellas personas en las que uno ha reconocido un nivel alto de comprensión de las realidades de nuestra sociedad. Hay gente conocedora de la ciudad allegada a las autoridades de Libertador que hasta ahora se revelan pasivos frente a la imposición de una línea de acción que anuncia, de ello no tengo dudas, un destino que será triste. No hay racionalidad alguna en esa despiadada reacción del Jefe expresada en epítetos, acusaciones, amenazas, que incita a prácticas antidemocráticas, violentas, desconocedoras de toda posibilidad de convivencia. El edificio de la Alcaldía Mayor, patrimonio de la ciudad, se cubre de pintas insultantes, se agrede a pedradas, se destruye, sin que esos en quienes digo haber conocido intenciones positivas hagan manifestación pública alguna (siendo muchos de ellos formadores de opinión), diciendo que las cosas no pueden tomar ese camino.

Y son gentes que se definían como de izquierda en el sentido de un progresismo democrático, de vigencia de valores sociales superiores, de aspiraciones de mejoramiento por la vía de la creación de una tradición de moral pública y de avance social. Pero ahora coinciden con procedimientos que calificaban con razón de fascistas, de violentadores de los derechos legítimos de los demás, con lo cual desacreditan su pasado, su patrimonio personal, sus posturas de protesta en tiempos en los que estaban lejos del Poder. Coinciden con aquellos que criticaban usando convincentes argumentos.

En estos días terminaba de leer la novela Vida y Destino del ruso Vasili Grossman (1905-1964), que trata de los tiempos de Stalin, del sitio de Stalingrado, del drama de las gentes pequeñas que fueron peones en el terrible juego de poder de esos tiempos. Y podía ver lo irreductible que es, aún en situaciones de máxima contradicción, la convicción del militante que se resiste a dejar atrás una fe casi religiosa en un líder y un sistema. Pero aquí entre nosotros sería ingenuo o irreal pensar que hay “sistema” porque por todas partes lo que se observa es incoherencia, luchas de celos, desencuentros y manipulaciones que ocultan lo que nace de convicciones, que también lo hay. Y el liderazgo se ha construido a partir de un culto a la personalidad apoyado en desplantes, lemas cada vez menos veraces, capacidad de seducción, teatralidad y una manipulación que es efectiva en virtud del respaldo económico de un rentismo petrolero que oculta todas las carencias de esta sociedad. Que son enormes y cada vez más acuciantes ¿No ven eso personas que tienen una historia personal de búsquedas?

Caracas, ya lo dije hace dos semanas, es una ciudad profundamente enferma. ¿Es posible ser autoridad en ella dándole prioridad al enfrentamiento político y la mezquindad en lugar de la concertación? La respuesta no puede ser sino negativa. En consecuencia, uno aspira que esos profesionales que estaban allí presentes cuando se llevó a Oriol Bohigas a la asamblea partidista convocada por el entonces candidato a la Alcaldía de Libertador, hicieran entrar en razón al Sr Alcalde hablándole de que una ciudad tiene que imponer sus necesidades a estrategias políticas que no van hacia el mejoramiento colectivo sino hacia un poder estrictamente personal. Un camino que no apuntala una “revolución” sino eterniza un caudillismo. ¿Eso no puede verse claro?

Y digo todo esto porque me niego a aceptar que el caudillismo haya borrado para siempre en los allegados al Poder toda señal de inteligencia sobre nuestra dinámica social. Tengo que pensar que muchos de ellos no han perdido la capacidad de rectificación. Caracas expresó en las pasadas elecciones una aspiración de separarse del rumbo de la conducción del Estado de la última década. La necesidad de actuar para mejorar es perentoria y si se sigue postergando, se ha dicho una y otra vez, todos sufriremos las consecuencias, como ya las venimos sufriendo.

Pero más allá de desear que no se haya perdido toda lucidez y de la constatación reiterativa de que sufrimos un régimen político basado en la arrogancia de un Jefe, tengo la impresión de que las nuevas autoridades surgidas de la disensión han escogido el sabio camino de no responder a provocaciones y hacer lo posible por alcanzar la coherencia. Los nombramientos de la Alcaldía Mayor son auspiciosos; y van despuntando en los nuevos funcionarios propuestas respecto a algunos de los principales problemas de la capital.

Entretanto dejaremos de lado la continua impresión de estupor ante lo que sucede en el más alto Poder público, para volcarnos en los días que vienen a reflexiones personales propias de un tiempo que propone la Paz y el encuentro.

Políticas dictadas por la sed de Poder no harán olvidar las necesidades de una capital.