ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro / 22 de Junio 2009

El jueves pasado la Universidad Central de Venezuela concedió el doctorado Honoris Causa, a los arquitectos Graziano Gasparini, Alfredo Cilento, Marco Negrón y, póstumamente, Tomás José Sanabria. Además de los méritos que cada uno de los mencionados tiene para recibirlo puede tener mucho sentido recalcar el valor simbólico de un homenaje como éste en el momento actual venezolano.

La ceremonia protocolar se celebró en el Paraninfo de la Plaza Cubierta de nuestra Ciudad Universitaria, el Jueves pasado. Y bastaba ver esa misma noche por televisión al Jefe de Estado, con una niña en su regazo, afirmando que había sido “pendejo” (sic) por no haber cerrado más medios de comunicación, haciendo gala de una arrogancia surgida del desprecio al respeto, a la contención y la conciencia de límites legales que son la esencia misma del espíritu democrático, para percibir los contrastes entre los que se mueve nuestro país. Alguien embriagado de Poder se coloca por encima de todo y de todos, ante una audiencia que lo aplaude. Y en otro lugar de la misma ciudad se valora la pasión por un oficio y una vocación, el reconocimiento de límites, el esfuerzo por ampliar “el marco de lo posible”, no el éxito momentáneo basado en la coyuntura sino el prestigio derivado de una labor paciente y tenaz, afirmada en la reflexión. Ese contraste despierta en nosotros un callado optimismo basado en la convicción de que hay un país con recursos morales, con energía creativa que ayudará a desenredar ese siniestro ovillo tejido por la confusión política, por la abolición de la capacidad crítica de los que apoyan un liderazgo decadente.

Los arquitectos homenajeados, es lo interesante del grupo, son la muestra de la importancia de lo complementario en la formación de toda cultura. Sanabria por ejemplo, fue el arquitecto centrado en los límites de la disciplina del constructor. Su constante interés por la ciudad se daba a partir de la visión del hacedor de edificios consciente del papel del evento arquitectónico aislado en la promoción del espacio público. Visión que conducía su discurso hacia la reflexión sobre la forma urbana, el crecimiento del tejido edificado como función de lo natural, del paisaje, de los accidentes topográficos, de las visuales, del contexto construido. Gasparini por su parte ha sido el constante y pionero investigador de la herencia del pasado. Fue nuestro profesor de Arquitectura Precolombina y Colonial y hacían especial impacto entre nosotros sus correctos dibujos en tiza sobre el pizarrón, de los grandes monumentos de nuestro pasado, respetando las proporciones originales, verdaderos documentos gráficos, efímeros, que nos iniciaron en la admiración de monumentos claves de nuestra historia. También nos impactaron sus óleos de fines de los cincuenta y primeros sesenta, de arquitecturas populares re-creadas con un sentido formal y colorístico que le hubiera ganado por sí solo un puesto legítimo en el mundo de la pintura. Aparte, por supuesto de su prolífica obra escrita (varias decenas de libros publicados) muy bien ilustrada por fotografías personales de la más alta calidad. Obra de pionero que le abrió paso hacia la restauración de monumentos a lo largo y ancho de nuestro territorio, descubriéndonos valores que desconocíamos.

Alfredo Cilento y Marco Negrón coincidieron conmigo como condiscípulos en las aulas universitarias y por ello me es más difícil verlos con la perspectiva necesaria. Alfredo salió de la Facultad cuando yo tenía sólo dos años en ella. Marco comenzó después que yo y recuerdo de él sobre todo su tenacidad como cuestionador impenitente en las Asambleas que promovíamos desde el Centro de Estudiantes. Ambos compartieron con intensidad la preocupación por la dimensión social de la arquitectura que en cierto modo explotó a partir de 1958. Ambos se orientaron hacia la Planificación, Cilento dedicado al tema de la vivienda de interés social lo cual lo llevó a promover planes, en conexión instrumental con Henrique Hernández en varias instancias, que tuvieron un considerable impacto en la formación de experiencia en ese campo. Negrón profundizó en el Urbanismo a partir de su formación en el Cendes y su papel central en la trayectoria del Instituto de Urbanismo de la UCV. Ambos llegaron a Decanos y mostraron un respeto claro por la pluralidad. Alfredo sigue siendo referencia ineludible en el tema de la vivienda. Marco es presencia permanente en la discusión sobre la ciudad y tiene un bienvenido papel de figura de consenso entre las personas que se preocupan por el destino de nuestras ciudades.

Mientras en una mañana cualquiera caraqueña, un grupo de personas que llegaron a dirigir nuestra más antigua universidad a partir de su dedicación, de su capacidad de manejar ideas y abrir espacio al pensar, no siempre aceptados sin reservas por sus pares pero sí respetados en su investidura. Mientras esas personas, repito, se reunían para rendir homenaje a quienes optaron por el conocimiento como camino esencial para hacer nación; en otro lugar se repetía una vez más un ejercicio ensimismado de personificación del Estado en un yo deformado, en un modo de proceder autosatisfecho que se niega a entender la complejidad de la sociedad en la que vive, convencido de que sus prerrogativas lo eximen de toda profundidad. Ese contraste señala en dos direcciones antagónicas. Una recalca la importancia de sumar experiencias, de crear fundamentos, la otra de la expansión desordenada y destructiva de una ambición personal. Ante él se impone la obligación ética de tomar partido.

Estos espacios de la Facultad de Arquitectura de Villanueva fueron ámbito preferencial en la trayectoria de los homenajeados.