ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro / 24 de Agosto 2009

Uno se pregunta qué hacer en la situación actual venezolana. La vida continúa… y cualquier cosa que ocurra no suspende nuestras aspiraciones, nuestro mundo diario, las obligaciones que nos rodean. Y en consecuencia, regresamos siempre al día a día, a la rutina, invadidos o no de perplejidad…y de rabia.

He hecho referencia a ese tema algunas veces desde aquí buscando espacio para ir de modo más tranquilo hacia las cosas de mi profesión, las cosas de la arquitectura, para lo cual hemos vivido. Tengo la suerte de que en uno de los nichos que deja abierta en nuestra realidad política la descentralización del Poder público, se nos ha abierto un espacio de reflexión y actividad profesional. Es lo que cada uno de nosotros deseamos, hacer lo que sabemos hacer o lo que queremos hacer, un instinto en todo hombre como aseveraba una vez en charla íntima el psicólogo Rafael López. Y a la vez una de las tragedias de la sociedad venezolana, agudizada ahora en esta avalancha de lugares comunes que justifican todas las exclusiones.

Pero “estar en lo nuestro” podríamos decir, no nos releva de la ansiedad frente a lo que viene ocurriendo.

En tiempos de la Cuarta escribía que en Venezuela se desarrollaba una guerra análoga a cualquier guerra de las que han paralizado naciones y sociedades. Aclaraba que no era una guerra cruenta, aunque la violencia en muchas formas estuviera presente en ella; y tiene lugar entre bandos que están confundidos, entremezclados. Son el bando de la indiferencia, la omisión, la aceptación pasiva de “la situación general”, unido al de los que medran a la sombra del Poder y flotan en todas las aguas; compartiendo espacio y cotidianidad con el de los que aspiran a una realidad en la que predomine la ética de los principios y las finalidades, rasgo esencial de una democracia y de todo proceso civilizatorio.

Moderación o Extremismo.

En cualquier sociedad hay una lucha entre la rutina y la búsqueda de nuevos caminos. Pero en situaciones como la nuestra la lucha es entre el cultivo de la ignorancia y la búsqueda de lucidez, entre la aceptación de lo que se ha pervertido y la búsqueda de transparencia. Y muchas cosas más que terminan planteando la oposición en términos de verdad o falsedad, en términos extremos.

Nombré hace una semana a Norberto Bobbio el fallecido filósofo italiano y hoy vuelvo a recurrir a él cuando dijo que había sido siempre un moderado, que en las democracias generalmente el camino que se sigue es el de la moderación, el del encuentro, el del consenso final, pero que en situaciones no democráticas el moderado puede convertirse en extremista. Y recalca: “no pretendo decir que los extremistas se equivoquen siempre y que los moderados acierten:” …”eso sería razonar como un extremista”. Y es que en tiempos del fascismo italiano, Bobbio fue un extremista.

Yo podría decir sin rubor que en la situación actual venezolana soy un extremista. Que ante nosotros se ha levantado un escenario falaz que estamos obligados a rechazar sin excusas. Quien transija en este momento nuestro es cómplice de una urdimbre destructiva que ha convertido a la mentira, en esto me detengo para recalcarlo, un modo de actuación, un credo.

El sexo de los ángeles.

En este contexto que he descrito, he aquí que un numeroso grupo de colegas muy meritorio, al día, conocedores de los secretos de la profesión, ha optado por la moderación frente a lo que ocurre. Han decidido cultivar una ¨seriedad profesional”, que excluye la referencia política y quiere centrarse en pensar la arquitectura en términos filosóficos evitando los evidentes tropiezos que cunden por todos lados en nuestra vida social. Entre otras cosas, se invita a jóvenes arquitectos extranjeros que destacan por su fineza de producción, afiliación a las nuevas corrientes e indudable talento. Y se les recibe con la mejor disposición, seguramente dando a entender que también aquí hay muchas posibilidades, que despuntan talentos originales. Estos visitantes verán además que se construyen abundantes edificios corporativos, que hay buenos locales comerciales de correcto diseño, hermosas oficinas costosas, pent-houses publicables, buenos edificios residenciales de alto nivel, todo producto del excedente petrolero que da para bastante como esos visitantes podrán comprobar. En esos foros llevarán la voz cantante los equidistantes que construyen para los de aquí y los de allá y manejan con tino las relaciones públicas y las personales. Se forman así foros atractivos, concurridos, pero lástima muy ajenos al verdadero origen de una arquitectura con raíces sólidas. Adquieren para mí esos foros el mismo aspecto que el 21 de Noviembre de 1957 presentaba un congreso internacional de cardiología que se había instalado en la Biblioteca de la Universidad Central, y cuya puerta se deshizo en añicos ante la manifestación estudiantil que denunciaba una dictadura. O también, distancias aparte, el talante de las discusiones que durante siglos tuvieron lugar acerca del sexo de los ángeles. Discusiones sin asidero, sin destino real, especulaciones vanas.

Porque si hay algo que los arquitectos de hoy no pueden pasar por alto es que la democracia, una auténtica democracia sin exclusiones derivadas de distorsiones ideológicas, es requisito para el nacimiento de una arquitectura. Y es por ello que, aunque se hieran algunas sensibilidades, la discusión sobre arquitectura no puede esquivar lo político. La arquitectura será posible si se preservan los nichos en los cuales al arquitecto no se le pide sujeción sino saber profesional. Y son esos nichos, no hay que olvidarlo, los que hoy están bajo la más despiadada amenaza. Ante eso no cabe neutralidad ni ausencia.

Mateo y el Angel de Michelangelo Caravaggio (1571-1610)