ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Por Oscar Tenreiro

Leo una entrevista a Moisés Naim aparecida en El Nacional en la que se retratan las incoherencias del Poder Público en la realidad actual venezolana. Pero observo también que la crisis de la ciudad venezolana no figura con el peso que debería tener en su por otra parte muy acertado discurso. Y ello a pesar de que hace referencia una y otra vez a la violencia criminal, la cual ya resulta obvio decir que es el problema más importante de Venezuela.

Porque si el vertiginoso deterioro urbano no es la causa más importante del aumento del crimen, ese deterioro es, puede decirse, su correlato. Siendo discutible afirmar que peores ciudades generan un aumento de la violencia criminal, es cierto que la ciudad en crisis es su compañera de ruta, su refugio. Todo intento por reducir el espacio del crimen pasa por atender las carencias de la ciudad, una tarea de Estado, como guía y tutela del mercado.

El aumento permanente, y en algunos casos desbordante de la densidad peatonal, por ejemplo, un aspecto del gran problema que en una ciudad como Caracas es la falta de espacio público, favorece patrones de conducta que estimulan el crimen callejero, que pese a ser de menor cuantía, funciona sin embargo como “campo de pruebas” para el futuro delincuente. El cobro de “peaje”, azote de nuestros barrios, es favorecido por lo intrincado de la ciudad informal, que padece en grado mucho más agudo la falta de plazas, parques, sitios de encuentro del resto de la ciudad, ya de por sí en niveles inaceptables.

El tugurio, la vivienda en decadencia, el rancho precario del barrio, es sin duda refugio del delincuente “duro”, desalmado como decía José Luis Vethencourt, que se sabe protegido por la inaccesibilidad y el silencio por el miedo impuesto a vecinos o conocidos.

Crisis y crimen

Donde hay aceras por otra parte, una fracción del espacio urbano general, el automóvil avasalla, las invade, son olvidadas, relegadas a espacios residuales poco frecuentados. Un transporte público congestionado y la gasolina regalada ha estimulado la circulación en automóvil, con lo cual, para muchos, la ciudad no es más que un escenario que se contempla desde la cabina privada con aire acondicionado y vidrios negros, telón de fondo de un “futuro” cinematográfico al estilo de Kubrick donde sólo importa defenderse de algún posible agresor: “Así es Caracas”. Título por cierto de un libro de los años cincuenta que circulaba en las manos orgullosas de quien veía la ciudad como una promesa, ofrecido a mi padre por su hermano sacerdote, Monseñor Tenreiro, con algunas notas de su puño y letra, para el deleite de unos niños que desde Maracay aspiraban a ser capitalinos.

Pero volvamos, deterioro urbano y crimen son hermanos cercanos.
A mucha gente le intriga que con motivo de las elecciones colombianas haya destacado en el escenario de opciones una personalidad como la de Antanas Mockus. Los eternos “halcones” de la política criolla, los que decían hace unos años que “los militares no soportarán esto o aquello” o que “los americanos nos defenderán, saben exactamente lo que pasa”, los horroriza que semejante pájaro raro de la política, porque eso es Mockus, tenga la aceptación que tiene. Se han dicho muchas cosas sobre ello y yo tengo la mía: la principal razón es que este hijo o nieto de emigrantes, que no presume de folklórico sino de lo que somos todos de alguna manera, mestizos que aman a un lugar del mundo y quieren luchar por él, ha entendido lo que significa la ciudad como campo prioritario de la acción pública.

Un arquitecto.

El compañero de fórmula de Mockus, Sergio Fajardo, arquitecto muy distinto a los que medran en bajo perfil para que les tiren algo, demostró en Medellín muchas cosas que ahora desde aquí se quieren imitar siguiendo esa muy venezolana ansiedad de hacer lo que se hace en otras partes. Así, sin anestesia, de repente y saltando todas las etapas anteriores. Esa actitud del nuevo rico: nada se asimila, todo se compra, cualquier cosa se hace con voluntad y sin mucha meditación.

En eso como en otras cosas, nuestros vecinos nos enseñan mucho al revelarnos por contraste nuestras carencias. Ni siquiera Chile con todos sus avances, ha hecho figurar en la escena un hombre del talante de Mockus, que no devalúa a nadie, que habla de construir sobre lo construido, que apela al razonamiento por encima de los lugares comunes.

Y también es necesario insistir en que el discurso sobre la ciudad en términos políticos debería evitar las generalizaciones de la Planificación. Que en nuestro pasado democrático (se nos ha olvidado) promovió, si no errores, ciertos desenfoques. ¿De qué sirvió por ejemplo la insistencia en la “regionalización “ típica de los años sesenta? Se crearon “corporaciones de desarrollo” que consumieron burocracia y llenaron gavetas de proyectos no realizados, excepto una de ellas, la de Guayana, que tuvo importantísimos fondos públicos o multinacionales y se ganó la autonomía en nombre de mitos y realidades, De los primeros el de las “industrias básicas” e infraestructura en lugar de construcción de la ciudad, de los segundos, la urbanización del territorio y planes hidroeléctricos que han sido fundamentales. Y como contraste, las gobernaciones de Estado electas y las leyes presupuestarias (LAE y FIDES) impulsadas por el remezón golpista que despertó algunas conciencias, hicieron por la regionalización mucho más y en menor tiempo. Porque facilitaron la acción por encima de especulaciones tecnocráticas.

Nuestra revolución inventada siguió la pauta.¿Qué ha quedado del “eje Orinoco-Apure” sino un montón de bolserías?
Sé que exagero, pero digo como aquel escritor, pues bien, exagero. Porque seguimos sin aprender de nuestra propia historia y queremos apoyarnos en la ajena.

Entre basura y comercio informal: buen sitio para cobrar peaje.