ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro / 27 de febrero 2011

Me he ocupado de temas de arquitectura que nos interesan más allá de lo local, mientras nuestro autoritarismo enmascarado nos da noticias que agreden nuestra disciplina.

Sigue asombrando la forma improvisada como se asume la orden superior de construir ahora, de inmediato, las viviendas que no se hicieron en doce años. El miedo a perder el Poder en 2012 alimenta el nocivo hábito populista de construir viviendas sin pensar en la ciudad que van a generar, en los ghettos en que se convertirán, en sus servicios, en su integración a una visión de conjunto. Y lo peor de todo es que reeditan ese error personas que hace una década lo denunciaban, escribían sobre ello, enseñaban en las universidades sobre los riesgos. Esa inconsecuencia es la tentación más perversa del fanatismo político, en este caso de la afiliación a una supuesta visión de izquierda asociada a las debilidades de un Caudillo. Se hace dejación de la conciencia crítica. Lo que lleva a Daniel Ortega a elogiar a Kadafi, y entre nosotros a una locutora oficialista (ex-alta funcionaria) a justificarlo diciendo «que no es Mubarak». Su infierno será más frío. ¿Es eso ser de izquierda o ser estúpido?

Sí, escandaliza el apoyo de colegas que se pliegan a un modo de proceder anti-profesional. El Jefe habla en público de los planes junto a algún coronel cargado de carpetas mientras profesores universitarios (¿?) tartamudean metas, proyectos y fantasías. El espectáculo es patético. Se ocultan realidades de la industria de la construcción venezolana: no hay materiales básicos, cumplir plazos de construcción es una pesadilla. Nada altera la sumisión de un pequeño ejército de «profesionales» dispuestos a vender barata el alma.

Se organiza casi en secreto un «Taller de Arquitectura» cuyos productos no se comunican a la contrarrevolución, que somos todos los demás. Y por eso los habitantes de esta ciudad no sabremos lo que se propone para Fuerte Tiuna, un espacio de máxima importancia para Caracas que tarde o temprano dejará de ser Zona Militar para incorporarse a la ciudad.

Fracaso.

Todas estas cosas son síntomas de lo que está viviendo Venezuela. No se procedió así ni en las peores etapas dictatoriales venezolanas. Eran dictaduras de derecha y la que padecemos es de izquierda. ¿Tiene entonces esta etiqueta la capacidad mágica de hacer que los críticos de antes se conviertan en dóciles ejecutores? Por lo visto sí. Se debe no sólo justificar a un tirano, sino cubrirle las espaldas a un Caudillo tropical. Y dejar que el programa de viviendas se tramite y coordine entre charreteras y cuarteles convocando reuniones y poniendo en marcha el clásico tráfico de influencias.

¿Dice algo la señora Farías como Autoridad Metropolitana cuyo fracaso vaticiné hace ya casi dos años? Nada dice sobre vivienda, pero declara orgullosa que se construyó un colector para que las aguas negras del Kilómetro Cero de la Panamericana lleguen, no a una Planta de Tratamiento, sino…al río Guaire. Razón para que ni ella ni el Jefe se bañen allí como anunciaron hace meses. No se hicieron las obras, pero el Caudillo habla contra el capitalismo contaminante.

Ese escandaloso cinismo, esa falta de simple racionalidad, anula cualquier deseo de discusión sobre los planes oficiales. Nacen pervertidos. Invitar a discutir a las máximas autoridades de esta comedia es inútil. La mayor parte de la gente oye los anuncios como quien oye llover, no vale la pena argumentar porque no harán caso, son revolucionarios, congelaron su juicio. Más vale esperar el día de las votaciones en el hoy lejano 2012. Y tienen razón. Esa paciencia no es anomia, sino sentido común. Mejor que hacer foros para discutir lo que el Régimen quiere hacer, sería intercambiar ideas sobre lo que debe hacerse para cuando la escena política cambie por voluntad de la mayoría. A una discusión así apetece sumarse,  la otra es inconducente.

Dólares y confusión.

Y desde el Poder se revelan cifras escalofriantes. Un Ministro dice orgulloso en la Asamblea Nacional que en doce años se han gastado ¡398  mil millones de dólares! en Programas Sociales. ¿Estará consciente del gigantesco alcance de esa cifra para un país de 24 millones de habitantes? ¿O es que para un Petro-Estado eso es una minucia? ¿Qué clase de programas son estos que consumen tan enormes cantidades de dinero? ¿Donde están los resultados? Porque con el 1% de esa cifra, se ha podido avanzar de modo significativo en la solución del problema de las Áreas Marginales de Caracas y de las grandes ciudades venezolanas. Con el 10% se hubieran construido 600.000 viviendas incluyendo formación de ciudad, como tiene que ser.

Si en lugar de programas de dádivas se hubiera pensado en que la compensación social se debe orientar hacia mejorar la calidad de vida en la ciudad y otro 10% se hubiese empleado en salud, educación, vivienda y servicios a partir de Proyectos Urbanos integrales, no se hubiera agravado hasta los extremos actuales nuestro deterioro urbano. La avalancha de dólares ha sido usada en la más obscena dilapidación, justificada por el pretexto ilusorio de crear «un nuevo modelo económico» refutado por los hechos: Venezuela hoy importa, con dólares petroleros, el 80 % de lo que consume.

Escribí en esta página en tono de asombro que la Ciudad de la Cultura de Galicia cuesta  700 millones de dólares. Pues bien, aquí el gobierno «anticapitalista y popular» dejó podrir comida importada por 2.000 millones de dólares. En Galicia quedó un monumento caro, aquí ratas, basura e impunidad. ¿Qué quedará de estas viviendas revolucionarias? ¿Cuan pesada será para el país la carga de tanta improvisación? Angustia pensar en ello. Y no habrá culpables, es el precio del atraso.

El gigantesco gasto en "programas sociales" no mejoró los barrios.