ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Mucho tiempo atrás, 1965, me llegaba la noticia, me parece que a través de mi hermano Jesús, de que en una librería de Caracas (que no recuerdo bien si era Cruz del Sur o La France, ya desaparecidas) vendían una publicación hecha por una Escuela de Arquitectura norteamericana sobre trabajos recientes de Corbusier, Kahn, Aalto y Soleri que valía la pena. Apenas pude me acerqué y la compré, porque no era costosa, mérito especial que no tienen ahora las publicaciones de arquitectura. Se trataba de una cajita negra de cartón que contenía cuatro cuadernillos cada uno dedicado a un arquitecto. Creo que Jesús se interesaba más en el que se dedicó a Kahn, pero a mí me atraía especialmente el de Corbusier y Firminy.

Otras veces he hablado de estos cuadernillos publicados por la School of Design North Carolina State of the University of North Carolina at Raleigh. Eran muy sencillos y además excelentes y el de Corbu-Firminy venía además con un desplegado impreso a color con los espléndidos (y a la vez modestos) dibujos del primer Anteproyecto de la iglesia de Saint Pierre. En una de las primeras páginas estaba el texto que traduje la semana pasada acerca del «nacimiento» de una idea de arquitectura y luego una serie de fotos en blanco y negro de la maqueta en proceso de ejecución, maqueta maravillosamente rústica pero muy expresiva, además de reproducciones de los croquis con explicaciones escritas de Le Corbusier.

Una publicación así, de la cual aún hoy, casi medio siglo después, quien esto escribe y cualquier otra persona que se adentrara en los mensajes que contiene, puede enriquecer su espíritu y alimentar su capacidad de reflexión, no sería en absoluto posible en la actualidad. Para comenzar, el mismo Le Corbusier se interesó en el proyecto editorial y aportó de una manera sencilla y directa todos los comentarios escritos de su puño y letra, tal como había hecho un poco antes cuando nos envió la tan comentada carta con «todo llega al mar». Y lo hizo, según entiendo, sin pedir nada a cambio sino interesándose en su mensaje, en su necesidad de comunicarse con otros y especialmente con los más jóvenes. Y en segundo lugar, la impresión es sencilla, nada parecido a esos pomposos volúmenes llenos de maravillosas fotografías con que nos abruma la industria editorial dedicada a la arquitectura.
Y la razón de todo esto es bastante simple: los países centrales, que es donde tienen su sede los intereses editoriales, han tendido a olvidar los contenidos pedagógicos y culturales de lo que hacen y producen para unos niveles económicos que está muy alejados de lo que es habitual en las sociedades nuestras, mucho más limitadas, con menos recursos sobrantes. Sus referencias son las del mundo de la opulencia.

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Pero hablaba del mensaje contenido en la cajita negra.

Ahora con motivo de estos comentarios he estado releyendo las notas de Corbu acompañando los rápidos dibujos contenidos en el librito. Es probable que ya, hace cincuenta años, los haya leído, pero me siento como si lo hiciera por primera vez. Porque es precisamente el tiempo transcurrido es el que me da el alimento necesario para entenderlas mejor, para ir hacia su sentido más profundo. La maduración nutrida por el tiempo y lo que éste lleva consigo: prueba y falla, selección de instrumentos, recursos de la memoria, obstáculos que impiden o que han sido rebasados, esfuerzo, dolores ocasionales, fracasos y algunos aciertos; en fin la suma de todo lo vivido en el esfuerzo de acercarse a la arquitectura, es lo que me ayuda. Y mi impresión la resumen las mismas palabras de Le Corbusier destacadas en un panel del vestíbulo de los espacios culturales que se encuentran en los niveles inferiores de Saint Pierre de Firminy: «Pienso que si se le otorga alguna significación a mi obra de arquitecto, es a esta labor secreta a la que debe atribuírsele un valor profundo»

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Las notas, las descripciones, los dibujos, pueden ya contrastarse con la realidad construida. Hay sin embargo, siempre dudas respecto a todo proyecto que se construye después de la muerte del arquitecto. En las Obras Completas se publicó el Anteproyecto en el volumen 1955-65, que mostraba una proporción muy distinta a la realizada para la cáscara de la cubierta como puede verse en los dibujos de la «caja negra»; y luego en el volumen «Últimas Obras» se publicaron apenas dos fotografías de la maqueta, las mismas del volumen anterior, ya con las proporciones cambiadas (menor altura) sin que aparezcan cortes o fachadas que permitan relacionar las dimensiones nuevas con las de la maqueta. Esas dudas acompañaron siempre a José Oubrerie en su larga etapa como promotor de la terminación del edificio. Tuve una buena conversación con él aquí en Caracas sobre el tema, durante la cual se extendió en la explicación de los distintos ajustes que el Anteproyecto sufrió, entre ellos el de la geometría que permitió definir la cáscara. Muestro al final unos esquemas de una lámina que conservo conmigo y fue garrapateada por José a lo largo de la conversación.

Confieso que me convenció su explicación y sobre todo lo que percibí como total sinceridad sobre la fidelidad del proyecto definitivo respecto a las intenciones de Le Corbusier. Durante mi visita a lo construído sólo tuve dudas respecto a la iluminación natural.

Antes de entrar, el colaborador de Oubreríe en la obra, Romain Chazalon, quien nos acompañó hasta la entrada (que ese día estaba restringida) me advirtió: «es muy oscura», y en efecto lo es. Oscuridad contrarrestada de modo que suscita muchas preguntas por una luz fluorescente ubicada debajo de los bancos que rodean el presbiterio. Esa luz confieso que me molestó y ha sido para mí objeto de diversas conjeturas; pero ahora, al revisar los dibujos incluidos en la publicación de North Carolina, que incluyo al final, veo que en efecto, ya en el Anteproyecto, Corbu había previsto un tipo de luz artificial en el perímetro del presbiterio, justo frente a esos bancos, los cuales para ese momento dejaban también pasar luz natural por debajo de ellos. En ese dibujo, destinado a definir precisamente el detalle de esa iluminación perimetral, Corbu escribió las siguientes notas: arriba a la derecha «a/ combinación luz solar y luz eléctrica alrededor de la iglesia (interior)»; abajo a la izquierda «pequeñas láminas de vidrio redondas» y más abajo «para los tubos luminosos»; a la derecha: «piso de la iglesia», «lámina de vidrio fundido de dos cm. de espesor»; y abajo: «tubos luminiscentes». Arriba del banco dice «banco» y escribió las dimensiones. Corbu quería pues la combinación de luz natural y artificial, pero queda la duda de si al eliminar la luz natural bajo los bancos y sustituirla por la de los lucernarios por encima de ellos (ver los dibujos de Oubrerie) no debía reformularse la presencia de la luz artificial.

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Uno no puede sino agradecer, en virtud del sentido más profundo del legado corbusiano, que Firminy se haya construido. Pese a las dudas puntuales que, al menos en mi caso requerirían una nueva visita, el poder ver la arquitectura realizada es un paso decisivo, es la prueba final, necesaria y suficiente para toda propuesta arquitectónica. Es posible entonces remontarse a la validez de las ideas iniciales de Tremblay, en la década de los veinte, así como se muestra con toda claridad para quien quiera observar atentamente, cómo la constante investigación de Le Corbusier en el campo de las formas a través de su trabajo de pintor y escultor termina alimentando sus decisiones como arquitecto. Basta observar la planta de la iglesia, las formas sinuosas de las gradas, la tensión entre los distintos elementos (altar, púlpito, la silla del Arzobispo, las gradas, el banco perimetral) para recordar su trabajo plástico. Tal como digo en la nota de hoy, puede tocarse con el dedo lo que quiso trasmitirnos. Se materializó en muros, colores, trayectos, proporciones. Se muestra.


TODO LLEGA AL MAR (VI)
Oscar Tenreiro
Publicado en el diario TalCual de Caracas el 13 de Julio de 2013

Mi intención era cerrar esta serie con el dibujo que Le Corbusier nos recomendó publicar, pero por ahora me lo impide un problemita que me planteó la Fundación Le Corbusier. En efecto, como nunca pude comprar el libro, y no pudiendo conseguirlo a través de amigos o en mi Universidad (biblioteca) por estar cerrada gracias a la revolución, me vino la idea de recurrir a la Fundación Le Corbusier para que fuese uno de sus documentalistas, Arnaud Dercelles, a quien conozco y fue de mucha ayuda en ocasión anterior, para que me lo facilitara. Hablé con una dama, también documentalista, quien me lo envió, pero poniéndome la condición de pagar derechos de autor. He debido entonces escribir a mi amigo una larga carta explicando la ausencia total de interés comercial en el asunto y diciéndole entre otras cosas que el propio Corbusier había autorizado la publicación en su momento. Aún no he recibido contestación y por respeto a una institución que cumple una función necesaria, hablo hoy de otra dimensión del legado corbusiano, la que nos muestra su arquitectura. A propósito de la exposición (y sus secuelas) sobre «La Iglesia de Firminy, el último proyecto de Le Corbusier».que presentamos en Caracas, en la Facultad de Arquitectura UCV , en Noviembre de 1983. Me he referido a ella muchas veces.

II
Se había montado en los Estados Unidos una exposición sobre el mismo tema. Uno de sus patrocinantes era José Oubrerie, del grupo de colaboradores de 35, Rue de Sèvres, el estudio de Le Corbusier, a quien contactamos con resultados muy positivos. Su última tarea fue la de hacer los dibujos del primer Anteproyecto, documentos por demás hermosos; y de haber sido junto al arquitecto chileno Guillermo Julián de la Fuente (1931-2008) quienes desarrollaron los planos del Proyecto que fue construido finalmente e inaugurado en 2006 luego de estar la construcción detenida durante 25 años. Así que fue madurando la idea de hacer algo similar aquí porque ese proyecto desde que se conoció en los primeros sesenta había despertado nuestro interés y podía ser además una buena experiencia docente.

En la Iglesia de Saint Pierre de Firminy se realiza un concepto del templo católico muy particular, original puede decirse. El lugar de los fieles se desarrolla en dos niveles de modo continuo, es decir, sin separación, ya que el piso asciende progresivamente desde el acceso en dirección al altar pasando por debajo de la parte superior de unas gradas que arrancan en los bordes del altar, el presbiterio. Y lo singular no termina allí, sorprendió en su tiempo la idea de cubrir todo el ámbito con una piel de concreto perimetral que asciende hasta muy alto rematando en un plano inclinado con aberturas para la entrada de luz natural. La tensión vertical domina y se va revelando progresivamente (un típico paseo arquitectónico à lo Corbu) hasta mostrarse imponente cuando se llega cerca del altar. El volumen se asemeja a un cono pero está formado en realidad por una combinación de cuatro planos inclinados trapezoidales, uno de ellos vertical, que ascienden unidos por secciones de cono en cada una de las esquinas de la planta cuadrada. Es un desarrollo geométrico que no resulta aparente y que hubo de sernos explicado (la exposición fue montada enteramente por nuestros estudiantes), por el mismo José Oubrerie, quien en Francia recibió a Ranier Sarache y María Elena Torrealba, en ese tiempo recién graduados y colaboradores docentes, quienes viajaron con el fin de recibir la información y visitar lo que entonces eran los primeros muros de la iglesia en la ciudad de Firminy, al Sur de Francia.

III
Oubrerie visitó dos veces Caracas, invitado por nosotros. Lo acompañó en su segunda visita con motivo de la inauguración, Claudius Petit, ex-Ministro de la Reconstrucción de Francia, antiguo miembro de la Resistencia a los nazis, un personaje extremadamente importante en la experiencia profesional de Le Corbusier, instrumental en la construcción de la Unité de Marsella, la de Firminy, el Centro de Juventud de esa misma ciudad y la iglesia, que no pudo ver terminada pues murió en 1989 seis años después de su visita a Caracas. A él le hemos dedicado comentarios aquí en varias oportunidades. Nos dejó en su conferencia frases memorables, entre ellas una que he repetido muchas veces: «toda voluntad política se manifiesta en el dominio de lo construido«. Noción importante, fundamental en una realidad como la nuestra.
Los preparativos de la exposición se hicieron en nuestro Taller de la Facultad de Arquitectura, y la participación estudiantil fue realmente entusiasta. Se construyó una enorme maqueta en escala 1:20 y se hicieron extraordinarios dibujos (plantas, cortes, fachadas) en la misma escala, que sirvieron de base para unos afiches, acompañados de texto, de los que aún guardo ejemplares.

He podido después visitar Firminy realizada. Me he preguntado si la mano del maestro no habría intervenido para ajustar algunas cosas que sería largo comentar aquí. Pero lo que me interesa destacar es que la historia de esta obra afirma radicalmente cuan esencial para nuestra disciplina es la construcción del la arquitectura. Vivir un edificio sustituye todas las palabras que sobre sus enseñanzas se pronuncien. Se hace evidente la máxima de Wittgenstein acerca de que lo que se muestra no es posible decirlo. Firminy construido derrota y suprime al Firminy explicado. Tocar con el dedo regresa a nosotros como frase que remite a la esencia de lo que aspiramos hacer.
Y nos preguntamos si esta experiencia hubiera podido realizarse si las exigencias de la burocracia se hubiesen impuesto como límite o requisito. La respuesta es no. Así de simple.

Nota de la imágenes:
– Imágenes 0-3: Corresponden al texto introductorio
– Imágenes 4-10: «Todas estas imágenes pertenecen a la publicación de la Escuela de Diseño de North Carolina en EUA. Si se desea comparar las plantas con las notas de Le Corbusier llamadas Nota 1 y Nota 2, basta poner cada una de las Plantas 1 y 2 al lado de las respectivas Notas, porque están espacialmente distribuidas como si estuvieran directamente sobre la planta.»
– Imágenes 11-25: Fotogragías de Sant Pierre de Firminy tomadas por Oscar Tenreiro