ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

oscar-tenreiro-Mano-abierta

Oscar Tenreiro / 26 de Abril 2014

(Publicado en el diario TalCual de Caracas el 27 de Abril de 2014)

Ver a Aristóbulo Istúriz la noche del diálogo tomar la palabra para decir con afectada severidad que había que dejar fuera la hipocresía me indignó.

Conocí a Istúriz hace ya unos cuantos años, y tuve contacto cercano con él y otros dirigentes de la Causa R, llegando incluso a promover un grupo llamado Voto Afirmativo para apoyar su reelección a la Alcaldía de Libertador. Su modo de proceder como Alcalde me pareció que anunciaba un modo renovado de ejercer el poder, a raíz de lo cual dí testimonio público de apoyo a su persona en diversas ocasiones. También realicé para la Alcaldía varios proyectos (ninguno construido, como es normal en Venezuela), entre los cuales uno, el del Liceo Oviedo y Baños, ocupa un lugar especial en mi experiencia de arquitecto. Yendo a la anécdota recuerdo que estuvo al menos una vez en mi hogar en plan de amigo y en esa ocasión mi hijo menor quiso tomarse una foto para mostrársela después a sus compañeros.

Digo todas estas cosas, omitiendo muchas importantes, para subrayar que lo conocí bastante bien sin demasiada cercanía y que por eso me siento con libertad para hablar de él sin las ataduras derivadas de la amistad. Y decirle que para mí y para muchos de los que lo conocieron en años anteriores, fue muy difícil verlo actuar en momento tan especial como si no existiese su historia personal, exhibiendo además esa arrogancia típica de los líderes de la revolución. Porque esa historia hace inevitable que uno pueda acusarlo, precisamente, de expresarse con hipocresía. Sólo así puede entenderse que se haya hecho parte de una dictadura después de todo lo que dijo e hizo pocos años atrás a favor de la democracia y sus valores. El podrá negarlo para calmar la mala conciencia, pero está al servicio de una dictadura de nueva generación, así de simple.

II
Quienes creímos en su sinceridad todavía estamos esperando las razones para entender por qué Aristóbulo está donde está. Que se sepa nunca fue marxista, como sí lo son algunos de sus ex-compañeros de La Causa R. Habrá que suponer entonces que cambió de puntos de vista, que se entregó a un proyecto político antagónico al que antes lo motivaba. Se transformó. Un fenómeno que se ha dado muchas veces en estos quince años y del cual me he ocupado varias veces buscando explicaciones.

Pero esa transformación no lo releva, ni a él ni a quienes como él decidieron anular su pasado, de explicar cosas dudosas, muchas de carácter estridente, relacionadas con su paso por el Poder. No creo que haya prédica revolucionaria capaz de justificar su silencio, su indiferencia ante las exigencias éticas que todo poder lleva consigo. Uno tiene el derecho de pedirle, como se le pide a otros con historias análogas a las de él, que deje de utilizar su devoción a la revolución como un escudo protector.

Que Aristóbulo se desentienda de esa exigencia permite suponer en él cinismo, lo que equivale a decir hipocresía. Por eso indigna que ejerza de juez de los demás, que se sume a un desprecio al opositor que si sus nuevos socios en el Poder es lo único que saben manejar, en él resulta una comedia. El sabe que quienes fueron sus compañeros de ruta y de esperanzas no son ni fascistas ni enemigos del pueblo. Que esa noche los sospechosos de insinceridad los tenía a los lados, no enfrente. Y por eso su rostro duro era una máscara y su frase inicial más bien una advertencia hacia sí mismo. Ninguna de las dos cosas podía convencer a nadie. Personificó un acto de disimulo, como los que caracterizan a las dictaduras. Sirvió de retrato del Régimen que defiende.

III
Los tiempos democráticos de Aristóbulo fueron interesantes. Muchas de sus iniciativas como Alcalde perecieron en la discontinuidad administrativa típica de la Cuarta República, pero eso no obsta para recordarlas y acaso, cuando las aguas bajen, preguntarle por ellas a Antonio Ledezma, su sucesor. Por ejemplo se opuso, proponiendo una solución más de fondo, al Terminal de Autobuses improvisado que se hizo en La Bandera; impulsó el rescate del espacio público en el centro histórico enfrentándose a mafias de todo tipo; trató con la colaboración de María Cristina Iglesias (otra figura de la Causa R que dejó atrás la democracia) a poner orden en el Mercado Mayorista de Caracas. Contando con Francisco de Asís Sesto Novás, promovió los Planes Parroquiales, una iniciativa clave para el ordenamiento urbano del centro de Caracas que he comentado en oscartenreiro.com. Dejó hechos proyectos de particular interés, abriendo la Alcaldía a una participación profesional sin exclusiones políticas. Hizo en resumen todo lo contrario de lo que se hace en el Régimen del que hoy forma parte. Podría seguir con muchas cosas más pero resumo diciendo que fue un gran Alcalde, a pesar de que la gente no quiso entregarle el segundo ejercicio, una de las razones, la resistencia al cambio, que abonó el terreno para lo que hoy sufrimos.

Su transformación tiene múltiples explicaciones y recuerda la de otras personas que he mencionado aquí. Pero me refiero hoy a la del psicólogo norteamericano Philip Zimbardo en su libro El Efecto Lucifer que ya comenté aquí. Zimbardo habla del peso enorme de lo situacional (el Sistema) sobre lo personal: «un importante conjunto de evidencias de la psicología social sustenta el hecho de que el Poder Situacional triunfa sobre el Poder Individual en un contexto dado«. Ese sin duda fue el caso de Aristóbulo: se lo tragó el Sistema, tal como quiere tragarnos a todos. Y se sigue trabajando en esa dirección con tenacidad. Si tiene dudas échele un vistazo a la nueva Ley de Educación, a la cual habrá que oponerse con la fuerza de un pueblo que no tolera ya más tanta violencia contra la lógica, tanto esfuerzo por aplastarnos.

El Liceo Oviedo Y Baños, proyecto de la Alcaldía de Caracas en tiempos de Aristóbulo.

El Liceo Oviedo Y Baños, proyecto de la Alcaldía de Caracas en tiempos de Aristóbulo.