ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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LAS TEJAS DE UTZON

Oscar Tenreiro

(Publicado en el diario TalCual de Caracas el 21 de Febrero de 2015)

Este acercamiento a Jørn Utzon ha sido particularmente estimulante. Me ha permitido penetrar en su obra y valorarlo como arquitecto en una medida que deseo compartir con quienes leen estas reflexiones semanales.

Y precisamente regreso a Can Lis, su primera casa de Mallorca, para resaltar un detalle que no existía cuando la visité y que abre muchas vertientes al pensamiento. Cuando lo aprecié en fotos más recientes que las mías, me llamó poderosamente la atención: las tejas (de las que nosotros llamamos españolas, las que se usan aquí) que coronan hoy todos los muros de piedra de Marés (una piedra típica de Mallorca) de las fachadas, colocadas allí con la finalidad ostensible de evitar las humedades causadas por la porosidad de la piedra. Finalidad que resulta bastante obvia y me hace notar, recalcándolo, un colega gallego.

Pero más allá del por qué, lo que resalta es lo mal que se ven las tejas, o, diciéndolo de otro modo, lo extrañas que parecen ser a la arquitectura de la casa, lo cual hace pensar que fueron colocadas por algún improvisador.  Pero no es así porque se dejaron intactas luego de la restauración reciente emprendida por la Fundación Utzon; o sea que las hizo poner Utzon o se pusieron sin que a él le pareciera mal.

A partir de lo cual se abre una de las vertientes a las que me refiero, la de las sorprendentes decisiones de diseño que toman en ciertos casos los arquitectos de genio. En este caso, si tomamos en cuenta que la superficie externa del techo se ha hecho impermeable cubriéndola con losetas de arcilla similares a lo que nosotros llamamos panelas, lo que hace Utzon es proteger los bordes utilizando el mismo material, en cierto modo anunciando su presencia mediante el artificio de las tejas, poniendo en segundo término la apariencia desde el suelo, dominada por la presencia de los bloques de piedra. De ese modo, las tejas de protección y las losetas de recubrimiento se convierten en una de las caras de la vivienda, la del cielo, la cuarta fachada, quedando las tejas como una muestra impúdica de la naturaleza del techo.

II

Es una solución inesperada que, repito, parece extraña, ajena (hasta inadecuada), pero que resulta del todo coherente para quien la toma porque su mirada va mucho más allá de la nuestra, se hace independiente, es indiferente a las convenciones.

Lo cual nos lleva, precisamente, a la importancia que los arquitectos damos a las convenciones, que no son otra cosa que las modas, que lo políticamente correcto en materia de diseño, una noción, o actitud, que forma parte de los modos de ver de un momento determinado, de un tiempo, de una circunstancia.

Hay pues (es otra vertiente de interés) que desconfiar de los consensos.

Y las tejas de Utzon, por venir de él, pese a lo cuestionable que parezcan si se atiende a lo circunstancial o coyuntural, terminan imponiendo su propia ley. Quienes las juzgan, al saber que son decisión de un arquitecto sólido y de genio las aceptan de modo natural e incluso le buscan justificaciones desde diversos ángulos, muchos peregrinos, que podrían estar muy lejos de las intenciones del arquitecto. Y en este caso he leído que se dice por ejemplo que es un detalle tomado de la arquitectura oriental, un detalle chino, cuando en realidad es la repetición de un modo que podríamos considerar universal de proteger de la humedad un muro con material cerámico para techos. Lo hay en China pero también por estos lados del planeta y en cualquier parte donde haya tejas.

III

Pero volvamos a lo políticamente correcto.

Evoco al respecto lo que una vez le oí a Oriol Bohigas (fines de los ochenta) comentando que durante los días que pasó en la Villa Savoie de Corbusier (1929) con motivo de un encuentro internacional, observaba cuan básicos, hasta burdos si se medían con la perspectiva de ese momento, eran los detalles de la obra. Y a la vez, decía, cuan poco influía esa ausencia de refinamiento en el valor arquitectónico del edificio. La arquitectura, sus valores espaciales, proporciones, materiales, luz, estructura, estaban por encima, dejaban en un segundo plano podría decirse, todo lo demás. Algo que se ha dicho muchas veces pero lo olvidamos y sería conveniente tenerlo en cuenta en contextos como los nuestros en los cuales los recursos económicos, los procedimientos constructivos y las tecnologías a la mano están a enorme distancia de los que prevalecen en los países centrales. El culto al detalle no sólo encuentra su refutación en la observación de Bohigas (¿está realmente Dios en el detalle, o está en todas partes?) sino en la desenvoltura expresada por Utzon con sus tejitas. Y ese culto se ha venido convirtiendo en lo políticamente correcto en detrimento de valores superiores. Siendo por supuesto la otra cara de la moneda la búsqueda de novedades y la desmesura, que bastante ha motivado nuestros comentarios.

En la formulación de juicios de valor sobre la arquitectura, como ocurre con respecto a cualquier forma de arte, siempre tienen un peso decisivo las convenciones del momento, son ellas las que en cierto modo establecen los límites dentro de los cuales podemos movernos. Como decía la semana pasada, el genio permite saltar más allá de esos límites, pero también, de modo mucho más modesto la capacidad de comprensión que cada quien tenga de las realidades inmediatas, del contexto en el cual se mueve.  Y también de la aptitud personal para asumir la tarea de construir. Kahn lo decía de una manera que abría un espacio de cierta ambigüedad pero extremadamente sugerente: es mejor una buena idea mal hecha que una mala idea bien hecha.

Can Lis es una hermosa realidad arquitectónica y la aparente torpeza de un detalle termina siendo parte de su hermosura. En el arte eso ocurre. En la Arquitectura. Y en la vida.

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Era mejor hoy cambiar el formato de estos comentarios por lo regular introductorios y más bien hacerlos como cierre de la nota de TalCual. Entre otras cosas porque me refiero de modo muy específico a un detalle arquitectónico y es la lectura del texto anterior lo que permite definir con claridad de lo que hablo. Incluyo como apoyo una serie de fotografías que permiten entender mejor la razón de mi sorpresa: el nítido perfil del volumen de la casa desaparece detrás del curioso “faralao” constituido por las tejas.

La primera foto que incluyo lleva dos imágenes, la de la derecha la tomé en 1987, la otra es de Internet. En la mía se observa que a la vigueta prefabricada del borde se le ha rellenado el “alma” con un revoque, lo cual demuestra la preocupación con la humedad que afecta el recubrimiento sobre el acero en la vigueta y por lo tanto la necesidad de que algún tipo de gotero evite que el agua corra, al caer, y la afecte. Eso explica por qué la teja “vuela” sobre el borde como se ve en la foto de la izquierda que muestra también a la vigueta sin el relleno.

Siguen después varias fotos más de la casa vista desde fuera, una que otra sin el “faralao”. Y hay una en particular sobre la que llamo la atención, la que tiene el número 5, en la cual el fotógrafo evitó mostrar el “feo” detalle (fotos 5b y 5c) tapándolo con el tronco de un árbol que está a medio camino. La foto 5b me permite por cierto destacar, que para evitar el encuentro de las tejas en las esquinas fue necesario agregar una hilada de piedra en uno de los bordes, decisión igualmente arriesgada porque altera las proporciones. Las que llevan el número 6 muestran el acabado del techo, que como digo en la nota es con losetas de arcilla similares a nuestras “panelas”. Y finalmente unas cuantas del interior de la casa que culminan con la planta (No.8)

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La planta revela uno de los aspectos más interesantes de la casa. Por una parte está la geometría, el modo como se adapta a la sinuosidad del borde, en lo cual Utzon se conecta con las exploraciones geométricas de Luis Kahn o podría decirse que coincide con ellas (el fenómeno de la “sincronicidad” estudiado inicialmente por Jung), si consideramos que las primeras ideas para Can Lis son de 1966, luego de la renuncia de Utzon a la Ópera, fecha en la cual ya se conocía bien el legado de Kahn, caracterizado por su aceptación de las disonancias geométricas en la huella del edificio y a partir de allí buscar un nuevo modo de “asociar”  los diferentes volúmenes.

Y por otra parte están las “loggias” creadas en el perímetro de la zona de estar y en las fachadas hacia el mar de los dormitorios y el estudio, un recurso original y de mucha eficacia para la creación de sombra protectora de la extrema luminosidad del lugar.

Sin que dejemos de mencionar los pórticos a veces vacíos, como alrededor del patio; a veces llenos, que constituyen, podríamos decir, uno de los motivos formales de la casa. Un recurso, el del pórtico unificador, muy presente por lo demás en la arquitectura del pasado, que se convertiría en los años siguientes en sumamente común.

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Hago finalmente mención y acompaño fotos al respecto, sobre la forma en que Utzon resolvió el tema de la protección del muro en sus casas Kingo de mediados de los años 50 del siglo pasado y el conjunto de Fredensborg terminado en 1963. Son antecedentes de Can Lis que me hace notar un colega gallego.

En ambos conjuntos, pero especialmente cuando se terminó el primero, se habló mucho de la influencia oriental, asunto que según entiendo fue traído a colación por el mismo Utzon al mencionar esa forma de proteger los muros de mampostería a la intemperie como típica de la arquitectura china; pero nos corresponde para ser más exactos agregar que también lo es en todo el hemisferio occidental, particularmente en la construcción con barro. Aún así, en Kingo y Fredensborg se trataba de muros dobles de ladrillo y las tejas guardan una proporción muy coherente con el espesor del muro. Lo cual no ocurre en Can Lis.

No está demás finalmente decir que los viejos muros de tapia venezolanos de nuestro pasado colonial siempre fueron protegidos con tejas. Es por supuesto parte de la herencia  de España, pero la nostalgia ha convertido el recurso en una especie de detalle “kitsch” que se usa en las viviendas de clase media alta. Para ilustrarlo muestro luego de las fotos de Kingo y Fredensborg (fotos 9 y 10) las  de un par de viviendas anónimas de las calles de Caracas (11 y 12).