ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro

Conservemos, Romanos, el ladrillo, el cemento romano y la piedra de travertino, y vendamos a los millonarios el mármol romano.

Hacia una Arquitectura (Pág. 128 Ediciones Arthaud 1977)

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Cuando uno relee Hacia una Arquitectura, el libro de Le Corbusier (1923) que ha sido como una suma teológica del Movimiento Moderno en Arquitectura, se tiene la impresión de estar leyéndolo por primera vez. Resalta en los textos que lo componen un entusiasmo, una suerte de audacia que siempre fue característica del personaje, que hace pasar por alto el lógico envejecimiento de las imágenes –Corbu casi siempre hizo uso de la imagen como apoyo de sus textos– y lo pone a uno en la mejor disposición para abrirse de nuevo a conceptos y puntos de vista que, expresados con un estilo siempre enfático e insistente pero que sigue siendo sorprendentemente fresco, conservan todavía buena parte de la validez que una vez le concedimos, como antes de uno le concedieron muchos en los tiempos en los que la arquitectura intentaba volver a encontrarse con sus valores primordiales.

Mi relectura no fue completa sino dirigida al capítulo La Lección de Roma (pág. 119. Ediciones Arthaud 1977), al cual llegué mientras buscaba información sobre La Cartuja de Ema (porque es sobre ella que escribiré como punto final de mi retirada del Renacimiento) la cual finalmente encontré en otro de sus libros primeros, Precisiones, que tanto impacto tuvo en una Latinoamérica representada entonces por Argentina y Brasil.

Edición de 1958-Regalo adolescente de Alicia Rodríguez A. querida compañera de estudios ya fallecida. Corbu conservó la misma portada de la edición de 1923.

Edición consultada de 1977- El texto interno y las iilustraciones siguen siendo las mismas de la edición original.

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Y allí me topé con dos cosas de mucho interés para algunas de las ideas que me inquietan  a partir de mi brevísimo vuelo de pájaro en clave de historia por tierras de Italia. Una, el comentario sobre esa especie de crimen contra el entendimiento que fue el cambio del proyecto de Miguel Ángel para San Pedro, que se concentraba en el valor espacial de la inmensa cúpula, manteniendo la planta en cruz griega y creando un atrio con dos hileras

Pag. 137 de Hacia una Arquitectura-Capítulo La Lección de Roma.

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de columnas (hipóstilo según Corbu) como monumental antesala anticipadora del impacto de la gran superficie sin columnas que se desarrolla sobre el lugar del altar. Otra, que haya dedicado atención especial a una modestísima iglesia bizantina romana –comenzada a construir en el siglo VI con intervenciones sucesivas hasta el siglo XII y una restauración en el XIX– y particularmente a los púlpitos a ambos lados de su nave central; a la iglesia como muestra de un espíritu que le confiere una dignidad que le interesa destacar frente al exceso renacentista, y a los púlpitos –elementos claves del culto oriental– como ejemplo de sencillez y consideración de lo esencial, ergo del problema arquitectónico.

La iglesia es la Basílica de Santa María en Cosmedin (cosmedin viene del griego bello) también llamada en italiano Santa Maria de Schuola Graeca. No la reconozco en la memoria de las primeras lecturas; es ahora cuando reparo en ella y en los comentarios de Corbu sobre la herencia bizantina que sugerí en la Digresión de la semana anterior. Y como pienso que es de la cultura de la construcción de Bizancio como los principios, métodos, recursos y modos de la arquitectura de tiempos greco-romanos llega vital y potente hasta los constructores y arquitectos de la Edad Media y el Renacimiento y no sólo o exclusivamente, de las elaboraciones teóricas con sus consecuencias académicas que recogieron y sistematizaron los Tratados, (parcialmente oscurecidas o mal interpretadas por el vendaval estilístico que terminó en un callejón sin salida), por todas esas cosas, me pareció que valía la pena, que era importante, traer a este espacio fragmentos de la prosa entrecortada y saltarina del vilipendiado –para bien y para mal– maestro propagandista.

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Algo sobre orígenes, cualidades, valores aparentes o semiocultos, quiere decirnos Le Corbusier al detenerse en Santa María, reproducir sus imágenes y elogiar a este mínimo, sencillo, modesto, monumento, en lugar de ir hacia las convencionales referencias que Roma ofrece. Advierto que traducir términos, giros, que en francés tienen eficacia o poesía muy particular, no es tan sencillo, pero aquí van los fragmentos y las respectivas imágenes de su libro, complementadas con otras más actuales.

Choque al regresar de Grecia por Bizancio. Esta vez no es el asombro de lo primario ante el entramado florido de un acanto: los griegos originarios construyen Santa María de Cosmedin. Grecia muy alejada de Fidias, pero de quien ha conservado el grano, es decir, el sentido de las proporciones, la matemática gracias a la cual la perfección se hace accesible. Esta iglesita tan pequeña de Santa María, iglesia de gentes miserables, proclama en la Roma ruidosamente lujosa el fasto insigne de la matemática, el poder imbatible de la proporción, la elocuencia soberana de las relaciones. El motivo no es sino una basílica, es decir, esa forma de arquitectura con la cual se hacen los establos, los hangares. Los muros son de enlucido de cal. No hay sino un color, el blanco; con la fuerza propia de lo absoluto. Nos inmoviliza de puro respeto esta iglesia minúscula. ¡Oh! dice usted, quien viene de San Pedro, del Palatino o del Coliseo. A los señores sensuales del arte, a los animalistas del arte los molestará Santa María de Cosmedin. Pensar que esta iglesia estaba en Roma cuando reinaba el Gran Renacimiento con sus palacios de dorados horrores!  

Pág. 139 La Roma de los horrores según Corbu.

Grecia por Bizancio, pura creación del espíritu. (y aquí introduce Corbu su doctrina, la que acompaña al tiempo de renovación que fue su tiempo) La arquitectura no es sino prescripción. De prismas bellos bajo la luz. Es algo que nos hechiza, la medida. Medir. Repartir en cantidades rítmicas, animadas por el mismo aliento, hacer pasar por la totalidad la proporción unitaria y sutil, equilibrar, resolver la ecuación. Porque si esa expresión se tambalea al hablar de pintura, es verdadera en la arquitectura, que no se ocupa de la figuración o de la cara del hombre. La arquitectura gestiona cantidades. Materiales que se juntan a pie de obra; medidas que entran en la ecuación, que hacen ritmos, hablan de cifras, de proporciones, de espíritu (y vuelve sobre los púlpitos como elementos fundamentales en la percepción de ese espacio) En el equilibrado silencio de Santa María de Cosmedin, se eleva la rampa oblicua de un púlpito, se inclina el libro de piedra de un atril, en conjugación silenciosa o como un gesto de asentimiento. Estas dos modestas oblicuas que se conjugan en el engranaje perfecto de una mecánica espiritual, es la belleza pura y simple de la arquitectura.

Santa María en Cosmedin-Interior (Internet)

Santa María en Cosmedin en 1895 (internet)

Santa María en Cosmedin (internet)

El techo de Santa María no es abovedado (internet)

Santa María en Cosmedin desde la Plaza de la Bocca della Veritá (internet)

Santa María en Cosmedin. Los púlpitos destacados por Corbu a ambos lados (internet)

Uno de los púlpitos de Santa María en Cosmedin (Internet)

La Basílica es sede romana de la Iglesia Oriental (Internet)

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Roma no es para el Corbusier de esos años (en 1923, al publicar Hacia una Arquitectura tenía 36 años de edad, en Roma había estado la última vez en 1911, cuando tenía solo 24 años) lo que ha sido siempre para quienes él llama los animalistas del arte: algo parecido a un fetiche al cual se le otorgan valores inmanentes siempre superiores. No, la veía como lo que es todo espacio cultural, un terreno de lucha en el cual no siempre vence lo mejor, lo más legítimo. Y además de todo ello, su espíritu de polemista defensor de unos puntos de vista de cuyo valor estaba totalmente seguro, lo impulsaban a ver el legado del cual Roma es parcialmente portadora en el sentido físico, es decir, como lugar que encierra casi inagotables muestras de lo que los siglos nos dejaron, con espíritu crítico que le permitía discernir y señalar hacia lo que consideraba fundamento de una nueva manera de ver las cosas de la arquitectura y del arte. Esa forma desapegada, autónoma, en cierto modo casi insolente, le ganó la animadversión de mucha gente y sobre todo de los historiadores eruditos para quienes el pasado es simple enumeración. Y en los tiempos más recientes del posmodernismo cuando se pretendía impulsar una especie de revancha que volviese a colocar en primera fila los estandartes de la Academia, del buen gusto, y de nuestros modos de ver locales –populismo cultural de especial éxito en los Estados Unidos, donde siempre es necesario morir de pie– le valió a la figura intelectual de Le Corbusier el triste papel de chivo expiatorio, depósito de todos los males que el periodismo diletante –populista– norteamericano gusta atribuir a la forma moderna de ver el mundo.

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Así comienza el capítulo La Lección de Roma en Hacia una Arquitectura:

Roma es un paisaje pintoresco. Su luz es tan bella que todo lo confirma. Roma es un bazar donde todo se vende. Todos los utensilios de la vida de un pueblo quedaron allí, el juguete de la infancia, las armas del guerrero, los restos de los altares, los bidets de los Borgias, los penachos de los aventureros. En Roma las fealdades son legión….Roma-Víctor-Manuel colecciona, etiqueta, conserva e instala su vida moderna en los corredores de este museo y se proclama “romano” con el monumento conmemorativo a Víctor Manuel Primero en el centro de la ciudad, entre el Capitolio y el Foro …cuarenta años de trabajo, más grande que todo, y en mármol blanco! (aprovecho de decir, por cierto, que cuando vi por primera vez este estrambótico artefacto junto al Foro Romano no había leído a Corbu, simplemente reaccioné ante el atentado, al cual le he supuesto hechura fascista sin serlo, porque –me entero ahora– fue inaugurado en 1911 y no en el treinta y tantos).

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Y decía que Corbusier se ocupa especialmente de la historia de Miguel Ángel con San Pedro, por la muy obvia razón de que lo que le ocurrió allí a este maestro eterno termina siendo una enseñanza única acerca de los falsos valores que triunfan en momentos claves para la humanidad y que deberían enseñarnos algo acerca de las interferencias del Poder, de los caprichos de quienes pagan y sus funestas consecuencias. Tema que ha estado insistentemente en lo que he escrito y respecto al cual cada arquitecto tiene su propia y a veces frustrante historia; con mucho más peso en la evolución de la arquitectura que las reglas estilísticas.

Dibujo de Corbu ilustrando el Proyecto de Miguel Ángel

Esquema de Corbu mostrando el agregado al proy. de Miguel Ángel

Leamos a Corbu: San Pedro Proyecto de Miguel Ángel (1547-1564). Son considerables sus dimensiones. Construir en piedra esa cúpula era un “tour de force”, un riesgo que pocos se atreverían a correr. San Pedro cubre 15.000 m2 y Notre Dame de París 5.955; Santa Sofía de Constantinopla 6.900 m2. La cúpula tiene 132 m. de alto, el diámetro entre ábsides 150 m. El arreglo general de los ábsides y el ático se emparenta con el del Coliseo: las alturas son las mismas. El proyecto tenía una unidad total. Agrupaba los elementos más hermosos y más opulentos: el pórtico, los cilindros, los prismas cuadrados, el tambor, la cúpula. El trabajo de las molduras es el más apasionado posible, áspero y patético. Todo se elevaba como un bloque, único, entero. El ojo lo captaba de una sola vez. Miguel Ángel construyó los ábsides y el tambor de la cúpula. El resto cayó después en manos bárbaras, todo fue aniquilado. La humanidad perdió una de las obras capitales de la inteligencia. Si se piensa en Miguel Ángel percibiendo el desastre, se nos revela un espantoso drama.  

Ilustración de Hacia una Arquitectura

 Plaza de San Pedro, estado actual: verborrea, palabras mal puestas. La columnata de Bernini es bella en sí. La fachada es bella en sí, pero no tiene nada que ver con la cúpula. El objetivo era la cúpula ¡y la han escondido! La cúpula iba con los ábsides: los han escondido. El pórtico estaba en pleno volumen: hicieron una fachada de enchapes.

La fachada es bella en sí

La fachada es bella en sí

La columnata de Bernini es bella en sí.

La columnata de Bernini es bella en sí.

La columnata de Bernini es bella en sí.

Todo el texto del capítulo, insisto en ello, está marcado por un claro espíritu crítico, lo cual es muy comprensible si pensamos que Hacia una Arquitectura es, como decía al principio, un libro soporte de una lucha contra el Academicismo que en Beaux Arts remitía los fundamentos de la arquitectura correcta al tratadismo representado por ejemplo por Vignola. Lo hace en un tono que evita la confrontación abierta recurriendo a la ironía, como en este trozo que sirve de final al capítulo y muestra precisamente lo que anteriormente he comentado acerca del negativo imperialismo cultural ejercido desde Ias apariencias romanescas:

La lección de Roma es para los sabios, para los que saben y pueden apreciar , para los que pueden resistir, que pueden controlar. Roma es la perdición para los que no saben mucho. Llevar a Roma estudiantes de arquitectura, es dañarlos para la vida. El Gran Premio de Roma y la Villa Medicis son el cáncer de la arquitectura francesa.