Oscar Tenreiro / 13 Mar 2008
En la página pasada iniciamos un ciclo de comentarios sobre lo que deberíamos exigir a los pre-candidatos a las alcaldías. Hablamos de la necesidad de cambiar el modo tradicional de ver a las Ordenanzas de Construcción como mecanismos represivos para transformarlo en uno positivo, moderno, que las asume como mecanismos de promoción y de impulso hacia el logro de un modo de construir la ciudad en el que ganemos calidad urbana y beneficios en términos de espacio público. Concluimos refiriéndonos a la importancia de las políticas de preservación del patrimonio.
Hoy nos ocupa el tema de la ciudad informal, las áreas llamadas “marginales”.
Sabemos que es ese un problema importante para cualquier ciudad venezolana; y en Caracas podría decirse que es el problema principal. Su magnitud es tal que escapa a la capacidad de las Alcaldías y tendría que convertirse en problema de Estado. Pero eso no ha ocurrido. Este gobierno “revolucionario” no puede mostrar a nueve años de ejercicio un plan ambicioso de acción concertada sobre las áreas marginales para las ciudades venezolanas o para Caracas. Lo que ha habido es la habitual repartidera de dinero, en este caso para los Consejos Comunales, que por sí misma y a pesar de toda la energía que puedan aportar estas instituciones a partir de su visión de beneficiarios, por sí sola no puede sustituir a planes elaborados por organismos técnicos con apoyo financiero. Podría citarse como ejemplo de una actitud completamente diferente, el reciente anuncio, hace tres o cuatro días, del lanzamiento de un plan de renovación para las cuatro principales favelas de Río de Janeiro, por parte del Presidente Lula da Silva y el Gobernador de Río. La inversión estimada para todos los planes es nada menos que cuatrocientos millones de dólares, siendo el plan para Rocinha, la favela mayor de Río, cerca de 150 millones. ¡Comparemos esto con lo que se ha invertido, o se propone invertir en la Venezuela inundada de dólares petroleros!
Y es que la “revolución” no quiere planes de ese tipo. La “revolución” lo que quiere es control político, atrapada como está con la persecución de esquemas ideológicos ajenos a la realidad nuestra pero que, eso sí, permiten seguir regando dinerillo que compra lealtades y se va por el desaguadero de la corrupción y el absurdo económico.
¿Qué hacer entonces?
Lo mínimo que le correspondería hacer a los Alcaldes de Caracas, presididos por La Alcaldía Metropolitana como impulsora y coordinadora, es concertar programas de ganancia de espacio público en los “barrios”, asociados a mejoras en la vivienda y los servicios que puedan ser presentados ante el Poder Central en busca de apoyo financiero para llevarlos adelante. Si el tema específico de la vivienda tendría que ser un objetivo del Poder Central, lo relativo al Espacio Público es objetivo de las Alcaldías con el apoyo de las demás instancias de menor jerarquía. Se tratará entonces de hacer esfuerzos conjuntos para apoyarse en la gente, para que los ciudadanos, a través de sus organismos representativos, se conviertan en factores de presión.
Eso lo han venido haciendo las Alcaldías de Baruta y Chacao: la elaboración de Planes Especiales para determinadas áreas de barrios, acompañados de propuestas de construcción. Sobre esos planes volveremos en páginas futuras pero vale la pena dejar claro que una Alcaldía no tiene por qué cruzarse de brazos ante la inacción del Ejecutivo.
Ahora bien, en Libertador y Petare la magnitud de las áreas de barrios es enorme. No tengo las cifras, pero en Libertador deben vivir en barrios cerca del millón de personas. Y si hablamos del sistema Petare-Mariches la cifra debe ser de al menos medio millón. Los expertos me corregirán.
Pero sea cual sea la magnitud de un problema, una Alcaldía tiene que tener planes para contribuir a su solución. Y no me estoy refiriendo en este caso a construir aceras, muros atirantados, aducciones, redes de cloacas, reparaciones de vialidad, etc. al calor de las urgencias. No, me refiero precisamente a los “Planes Especiales” y sobre todo a la inclusión en ellos de propuestas puntuales de ganancia de espacio público, de impulso al mejoramiento, mediante la construcción de sedes institucionales de primera calidad como escuelas, ambulatorios, oficinas públicas, servicios comunales, centros de juventud, bibliotecas, centros deportivos etc. Sé, fragmentariamente, que los alcaldes de la “revolución” algo han hecho al respecto y particularmente tengo alguna información sobre La Vega donde ha habido cosas de interés, y algunos otros lugares donde se han hecho adelantos a partir de los planes que desde el Conavi impulsaron Baldó y Villanueva en el 98 y 99 antes de que los destituyeran para darle poder a los mediocres. Pero si comparamos lo invertido con el río de dinero que ha aportado el petróleo es demasiado poco; se ha agotado en reuniones, asambleas y deliberaciones con muy poca acción, con mínimos efectos de cambio.
Por todo eso, quien asuma estas alcaldías viniendo de la oposición, deberá contar con que nada podrá esperar de un gobierno que sólo desea dominio político y ni siquiera concertó una estrategia con sus propios alcaldes. Pero estará obligado a elaborar proyectos urbanos integrales en las áreas marginales. Aunque los recursos económicos para llevarlos adelante sean una limitante, el proyecto se convierte en referencia visible que suscita el apoyo ciudadano. De ese modo, repetimos, serán los mismos habitantes los que se convertirán en impulsores. Y ante el previsible boicot gubernamental cualquiera podrá decir: aquí está este plan, estos son sus beneficios; que el Ejecutivo demuestre que desea en realidad beneficiar a las mayorías y no sólo hablar.
Estamos pues ante un tema que exige posición por parte de los precandidatos. Hasta ahora lo que les hemos oído son generalidades análogas al modo populista de ganarse la voluntad del votante. Y por ese camino la Venezuela que no quiere caudillos no irá demasiado lejos.
Los barrios de San José, en el Municipio Libertador de Caracas.