Oscar Tenreiro / 27 Marzo 2008
Resumo, una vez más (lo he hecho muchas veces) la definición de Proyecto Urbano de Oriol Bohigas, el arquitecto catalán:
“la manera de transformar la ciudad no es a través de un plan…que entienda la ciudad como un sistema…sino a través de puntos expansivos de realización concreta…siempre partiendo de la idea de que el curso de arranque del Proyecto de la Ciudad está en el Proyecto del Espacio Público…reconstruir o reinventar en la ciudad existente. La gran planificación se tendría que sustituir por un simple programa político. Yo creo que se tiene que acabar con la idea de que el urbanismo es una normativa: el urbanismo tiene que ser, fundamentalmente, una propuesta de construcción…”
Hablamos en la página pasada de los barrios, las “áreas marginales”, y la actitud que debería esperarse de una Alcaldía en relación con ellas: hacer proyectos para su mejoramiento dentro del marco de Planes Especiales. Esos Planes especiales deben ser en realidad verdaderos Proyectos Urbanos. La ciudad es esencialmente el espacio público, lo que es nuestro, de todos. La ganancia y el mejoramiento del espacio público tendría que ser la medida de la acción de una Alcaldía y el criterio con el cual se podría medir el éxito de un Alcalde. Y en las zonas marginales la provisión de espacio público (paralelamente a las necesidades esenciales, claro está), se debe buscar dentro del marco de Proyectos Urbanos ambiciosos. Tenemos cincuenta años (en la cuarta y en la quinta) de experiencias ideológicas y oportunismo político en los barrios. Llegó la hora de transformarlos.
Y por supuesto, de transformar la ciudad en general. Y el instrumento prioritario debe ser el Proyecto Urbano, asociado a otros instrumentos que hemos mencionado aquí.
Como la revisión de ordenanzas heredadas del pasado. Eso es necesario entenderlo y ha sido una “piedra de tranca“ permanente con las asociaciones vecinales que generalmente tienen una visión de poco alcance que los hace reaccionar. Un alcalde debe estar consciente de que estas asociaciones no tienen el derecho de atribuirse la última palabra sobre los cambios que la ciudad exige. Tienen que ser informadas y sus argumentos escuchados, pero una vez analizados éstos y contrastados con las necesidades colectivas, estas últimas tienen precedencia. En eso la autoridad municipal debe estar dispuesta a hacer valer la racionalidad sobre lo puramente defensivo y sobre el oportunismo político. Aquí hay un espacio claro para el liderazgo. Para la comunicación y la defensa democrática de un plan.
Pero la modificación de ordenanzas de construcción es sólo una parte pequeña del proceso de ganancia de calidad urbana. Las regulaciones son sólo una parte de la tarea de hacer la ciudad. La propuesta regulatoria debe estar respaldada por un plan de inversiones y el desfase entre regulaciones e inversión pública ha sido una falla importante en muchos de los planes de modificación de ordenanzas que se han adelantado en Caracas.
El concepto de Proyecto Urbano, que tanto hemos promovido, supera esa carencia. Elabora una propuesta integral de modificación de un sector de ciudad mediante regulaciones pero sobre todo con propuestas de construcción a partir de la concertación entre inversión pública y privada con el fin último de ganar espacio público para los ciudadanos, en calidad y cantidad.
Los Proyectos Urbanos pueden ser mecanismos para que las Alcaldías obtengan beneficios económicos al tiempo que producen mejoras en la calidad urbana de un fragmento de ciudad. Ese ha sido el caso en muchas ciudades europeas, que con la sumatoria de fragmentos han ido hacia un proceso general de mejoramiento, como en el caso de Barcelona, donde Oriol Bohigas fue figura pionera. La elaboración de proyectos urbanos tendría que tener la mayor prioridad para una Alcaldía porque se necesita mostrar a los ciudadanos lo que se quiere lograr, se necesita hacer clara “la idea de ciudad” que se está impulsando.
Las Alcaldías de Baruta y Chacao se han aproximado al concepto de Proyecto Urbano con la figura de los Planes Especiales. Son un gran avance en la gestión de la ciudad, pero son relativamente modestos. Porque para poder impulsar Proyectos Urbanos las Alcaldías necesitan el apoyo financiero del Gobierno Central. Y la inacción que en este aspecto ha mostrado el Ejecutivo en una época de bonanza fiscal, es el mejor ejemplo de su mediocridad.
Quien aspire a la Alcaldía Mayor, por ejemplo, tendría que convertirse en impulsor decidido de la creación por el Poder Central de un Fondo financiero para la realización de Proyectos Urbanos. Tendrá que enfrentarse a la sordera y ceguera del Gobierno “revolucionario”, pero si no tiene éxito por lo menos dejaría en evidencia la necesidad de un cambio radical de actitud en cuanto a la forma de actuar. Quedará demostrada, y eso tiene importantes consecuencias en la voluntad popular, la insólita falta de contenido del discurso oficial. Y si es esa la “guerra” con la que amenaza el Caudillo, bienvenida sea.
En todo caso, cada Alcaldía puede proponer Proyectos Urbanos ambiciosos. Habrá que contar con obstrucción política como la que ha sufrido Chacao respecto al plan del Mercado, contra el cual oscuros personajes han usado sus vínculos “revolucionarios” para movilizar obstáculos. Pero allí estará el edificio y las mejoras de su entorno, pese a todo.
El Municipio Libertador tiene en las parroquias tradicionales del casco y sus alrededores (San Juan, La Pastora, San José, Santa Rosalía, Catedral, Candelaria, Cementerio) amplísimo campo debido al grave deterioro que todas ellas presentan. Los Altos Mirandinos claman por una superación de la anarquía que ya llega a niveles de absurdo. Chacao y Baruta exigirán continuidad y más apoyo. Para Petare el cambio radical de la redoma es un asunto de máxima prioridad que tiene que ser apoyado por el Ejecutivo. ¡Y para todos los Alcaldes, oposición radical a las viviendas y la pista en La Carlota! Y así podríamos seguir…
Concluimos con la misma pregunta: ¿Qué nos están diciendo sobre todas estas cosas los pre-candidatos?