Oscar Tenreiro / 28 Septiembre 2009
He escrito antes en esta página que estoy desarrollando para la Gobernación de Miranda un diseño de escuelas para las periferias urbanas. Se basa en la combinación de sus elementos básicos (aulas, laboratorios, talleres, oficinas, áreas de servicio) en diversas formas siempre más o menos regulares. Están concebidas para adaptarse al clima proveyendo sombra y confort en sus espacios, resolver satisfactoriamente la cuestión acústica y ser edificios dignos con vocación de permanencia, En cada caso se ubican dando mucha importancia al espacio público creando plazas o modificaciones en los alineamientos urbanos, además de áreas deportivas si el terreno disponible lo permite. No pretenden ser la última palabra (ninguna propuesta arquitectónica lo es) ni tampoco “edificios tipo”. Se trata de una exploración arquitectónica que deberá ser sucedida por otras que la mejorarán o la suplantarán.
Y como en el Estado Miranda hay muy variadas condiciones topográficas y ambientales resultó necesario estudiar un sistema con capacidad para adaptarse a terrenos en pendiente. Propusimos entonces que los módulos de aulas se ubicaran en pequeñas terrazas y aplicamos el principio a una comunidad de los Altos Mirandinos, Figueroa, que por mucho tiempo ha necesitado una escuela. Desarrollamos allí una propuesta para seis aulas con Biblioteca-Sala de Informática, Sala de Música, un amplio preescolar, un espacio múltiple comunitario, oficinas, cocina, áreas sanitarias de alto standard, rampas para impedidos, área deportiva y una terraza-mirador pública hacia el hermoso paisaje de colinas que caracteriza la zona.
Para mí, esta experiencia con escuelas ha tenido una importancia especial. Es la primera vez en 49 años de ejercicio en la que gracias a un encargo oficial puedo hacer aportes en lo que he llamado repetidas veces en esta página “temas esenciales de la arquitectura”. Porque a lo largo del período democrático venezolano, exceptuando sólo los primeros años sesenta, la construcción pública de escuelas ha sido espacio vedado a los arquitectos, en nombre de muchos mitos, siendo ahora la situación mucho peor. Ahora se exige no sólo afinidad política o ser amigo, sino sujeción ideológica y participación en el culto a la personalidad.
Y mi entusiasmo con este estimulante precedente iba a estrellarse precisamente con esas dos rémoras culturales: ideología y culto al Caudillo.
Unos días antes de que se presentara ante la comunidad el proyecto de Figueroa, el gobernador convocó una rueda de prensa para hacer pública su política de construcción de escuelas. Se hizo un acto oficial y salió la noticia en la prensa nacional.
A partir de ese momento comenzó a funcionar “el socialismo del siglo 21”. El terreno para la construcción de la escuela, propiedad de la Gobernación de Miranda, fue ocupado por cuadrillas del MOP y grupos del partido oficialista que argumentaban que sería el gobierno central quien habría de construir la escuela. Consecuencia directa de la alarma manifestada por el Jefe en su semanal show televisivo ante la “grave” amenaza de que la oposición estuviese construyendo escuelas. Se lanzó también una campaña de ataques contra el proyecto, se dijo que se construiría una escuela “de segunda”, se regaron chismes y falsedades de todo tipo. Los servicios sociales de la gobernación adelantaron entonces la reunión pública prevista para explicar nuestro proyecto.
En el caso de las otras escuelas del programa de la Gobernación las reuniones comunitarias siempre fueron exitosas. Se disiparon las reticencias iniciales, se comprendieron los alcances de cada proyecto, la gente reaccionó con entusiasmo y confianza. Pero en Figueroa el sector oficialista se las arregló para crear un ambiente de violencia verbal y psicológica. Cuando me tocó hablar dije entre otras cosas que tenía un sentido simbólico diseñar una escuela con el nombre de Mariano Picón Salas, abuelo de cuatro de mis siete hijos. Expliqué el Proyecto usando imágenes como la que aquí publico, aclaré ciertos detalles, no oculté mi satisfacción con la propuesta. Pero el grupo oficialista estaba determinado a torpedear a toda costa. Y lograron intimidar, lograron paralizar. Los maestros que unos días antes se alegraban y buscaban información, guardaron silencio. Se impuso el clima dictatorial “revolucionario”: todos allí sabían que el oficialismo impondría su manejo del Poder Judicial haciéndose del terreno por cualquier vía. Que podrían usar la Guardia Nacional como apoyo, tal como han hecho en casos análogos. Que a su servicio estaba un poderoso Ministerio. Y comenzaron a ridiculizar nuestro Proyecto mientras desenrollaban dos planitos de una Escuela Tipo sacada de algún archivo. Ya no me fue posible oír pasivamente insultos y reducciones. Intervine expresando vehementemente mi indignación. Propuse a los rojo-rojitos que le llevaran nuestro proyecto a algún oráculo de la arquitectura oficial para que “avalara” su calidad(¿?). Denuncié el estado de cosas de la Venezuela actual. Ese que se resisten a ver tanto los privilegiados arquitectos del régimen como los que quieren participar de ese privilegio. En un contexto así, primitivo y falaz, incivilizado, que repite sin pudor ninguno tristes experiencias como la que una vez viví, hace más de quince años, también como arquitecto, en Ciudad Bolívar, jamás prosperará aquí una arquitectura con raíces. MI pulso alterado me impidió seguir allí.
Ya no se hará la escuela que pensé para Figueroa. La “revolución” y su Comandante demostraron su eficacia en cerrarle puertas al país y a su gente.