ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

oscar-tenreiro-Mano-abierta

Oscar Tenreiro / 21 Noviembre 2010

Antonio Granados Valdés es el nombre de un intelectual español, emigrado a Venezuela, hoy residente en Madrid, que se hizo cargo de la Extensión Cultural de nuestra Facultad de Arquitectura después de la salida de Abel Valmitjana, catalán, quien estuvo allí desde la fundación de la Facultad en tiempos del Decano Willy Ossot.

De Valmitjana mi recuerdo personal se remonta a una estupenda exposición sobre Leonardo da Vinci en 1955, el año del comienzo de mis estudios. Sus altas dotes como artista las destacaban los estudiantes más antiguos y una prueba importante de ello es su estupendo mural en el Hotel Humboldt (1953-57) de Tomás Sanabria (1922-2008). Pero viví poco los tiempos de Abel. Fue la gestión de Granados la que conocí directamente, realizada con tenacidad especial. Hizo algo que hoy se ha revelado imposible: publicar una revista de la Facultad. Se llamaba «Punto» y salía con toda regularidad a pesar de la escasez de los recursos con los que contaba, compensados con la dedicación de Tina Lagar, su esposa, que trabajaba un asunto tan difícil como el de la transcripción de discusiones o conferencias, con particular acierto. Granados publicaba esas transcripciones y recorría los pasillos pidiendo colaboraciones que llegaban siempre a cuentagotas a causa de una curiosa característica del medio arquitectónico venezolano de esos tiempos, que aún perdura: alergia a la palabra escrita. La insistencia de Granados motivó mi primer asomo a la escritura, cuando desde Chile le envié un comentario sobre mi visita a Brasilia en Mayo de 1961. Porque Granados publicaba contra viento y marea y hoy uno no puede menos que agradecerle, a este hombre que no buscó otra cosa que cumplir con su deber, que haya dejado registro documental de un tiempo.

Conferencias

Granados editó la colección Espacio y Forma en la que publicó muchas de las conferencias que organizó. Cito las de Juan Bautista Plaza, Ricardo Porro, Uslar Pietri, Rafael Pineda, López Méndez, Eduardo Neira, Graziano Gasparini, Carlos Raúl Villanueva, porque ilustran el muy alto nivel intelectual que se ponía a la disposición de los estudiantes, y también para establecer un contraste con la situación actual en la que pareciera que dejar registro de lo que vale la pena es una meta difícil. La burocracia universitaria  ha tomado el mando y lo que tiene vocación de permanencia debe disputar su lugar con «los canales regulares».

En esa misma colección, publicó Granados en Agosto de 1965 un volumen llamado Escritos cuyo autor era Carlos Raúl Villanueva y vino a ser la primera huella publicada de unas reflexiones de nuestro «viejo» que me impactaron mucho y aún nos hacen pensar, tal como lo he hecho notar en otra oportunidad.

Y quisiera destacar hoy que la labor de Granados demostró con sencillez que tomarse en serio lo que uno está haciendo, es más importante que todas las palabras previas o posteriores al «hacer». Porque hacer exige siempre pensamiento. Se piensa lo que se va a hacer y, lo más importante, se piensa haciéndolo, el proceso de hacer algo es el pensamiento de lo que se hace, un concepto que he mencionado muchas veces. En nuestro presente, al contrario de lo que ocurría en los primeros tiempos de Granados, se hace poco. La actividad principal es el comercio y las compras con dólares. Y el espacio que queda está ocupado con el «deber hacer», una superestructura moralista construida desde un Estado confiscado. Ideología para la cual hacer cosas es secundario. Explicación de la pobreza y escasez de nuestra arquitectura institucional.

Discurso y Contexto

En un contexto así, ya el problema no es la falta de discurso sobre lo que se hace, sino que como se hace muy poco escasea el sustento para el discurso. A menos que el sustento sea libresco, producto académico con raíces en otras realidades. O sea un simple eco de lo externo. Por eso pareciera prevalecer en los más jóvenes mucha ansiedad por aceptar acríticamente la arquitectura que circula por el mundo, diseminada por el marketing editorial.

Eso domina la escena en nuestras Facultades de Arquitectura, inundadas de referencias ajenas a una realidad inmediata que se juzga incómoda y problemática. La arquitectura comercial florece con la intensidad comercial, que copia lo que se consume por todas partes del mundo, mientras que la arquitectura institucional ofrece mínimas referencias. Granados en su tiempo tuvo que luchar con la ausencia de reflexión porque la acción parecía llenarlo todo. Ahora tenemos que luchar contra un tipo de reflexión artificial, en cierto modo superpuesta. Que por esa misma razón potencia el rasgo más negativo de nuestro presente: la sospecha, el juicio a todo y a todos.

Granados no pretendió nunca ser juez de lo que debía publicar. En ese sentido podría decirse que Punto carecía de «línea editorial». Pero lo más irónico es que tres décadas después la línea editorial es no tener revista, o publicarla cuando se pueda.

Una vez me comentó Oriol Bohigas que en tiempos del franquismo, a pesar de todas las asfixias, se hacían cosas. Mencionaba el ejemplo de Coderch o Sota como arquitectos que hicieron, y además hacía notar que ese cierto nivel de buena actividad evitó que las energías se emplearan en la autofagia típica de los períodos de estancamiento. Y uno se pregunta si en el caso venezolano ese consumirse a sí mismos no será precisamente síntoma de que estamos atrapados. Y explicación también de que la sencilla pero importante labor de un Granados Valdés parezca hoy asunto imposible.

Transitar modesto por un deber que nos recuerda otra frase de Corbu en su Poema del Ángulo Recto, ilustrada con la figura que hoy publico y la frase que la acompaña:

«En el saco de tu piel, hacer tus cosas Y dar gracias al Creador»