ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

oscar-tenreiro-Mano-abierta

Otra vez me separé un tiempo de mis deliberaciones semanales en TalCual, el diario de Caracas que me tiene de huésped desde hace 284 semanas. Me venía costando mucho dedicarme a reflexionar manteniendo la visión del arquitecto como punto de partida porque las presiones diarias en el país donde vivo son demasiado grandes y a veces tan estridentes que uno se siente impelido a referirse a ellas; y si no lo hace la sensación que se impone es un tanto extraña, como si uno estuviera ignorando deliberadamente lo que es imposible pasar por alto Y lo peor es que son tan pocos los diarios venezolanos no vendidos al Régimen o controlados por éste, y están llenos de artículos de opinión que desmenuzan diariamente lo que ocurre, que es inevitable pensar, si se cede a la presión de la invasiva actualidad, que se está «lloviendo sobre mojado», es decir, que decimos lo que todo el mundo dice, o quiere hacerlo. Es una situación curiosa porque el ánimo oscila entre dos polos. Si uno no escribe refiriéndose de algún modo a la atmósfera reinante, se siente culpable. Y si lo hace es agregar más ruido al ruido ya reinante. Una situación paralizante para quien, como yo, lo que busca es comunicarse con otros en clave más tranquila, más reflexiva.

Y la verdad es que me he sentido paralizado, sensación que es como una voz de alerta. Que me ha impulsado a suspender por un tiempo mi presencia más pública para quedarme sólo en este blog disfrutando de la ventaja de hablar, por decirlo así, entre amigos, en clave más privada y por eso mismo menos acuciante. Durante un tiempo hasta recobrar una motivación para ir de nuevo, como digo en la nota, «hacia afuera». Espero no fallar en mi encuentro semanal con los que esto leen, así como no fallé en casi seis años de mi tránsito por el mundo periodístico.

PAUSA PARA AVANZAR
(Publicado en el diario TalCual de Caracas el 3 de Noviembre de 3013)

«La imparcialidad es la forma menos noble de ser parcial, porque es la más hipócrita, porque es la única verdaderamente hipócrita» Fernando Pessoa.

Es un poeta quien así se expresa, uno de lo más grandes del siglo veinte. Está en un ensayo hasta ahora inédito, que con el título Iberia forma parte de una serie de textos que acaban de ser publicados bajo el mismo título, reveladores de sus preocupaciones sobre la identidad peninsular. Y quiero colocarla hoy en primer plano porque tienen el carácter de llamada de alerta en el momento actual venezolano.

La situación política que vivimos va llegando a unos niveles de absurdo ante los cuales no puede caber otra cosa que la voluntad clara, expresada con los medios al alcance de cada quien, de romper la cadena de insensateces en las que se ha convertido la gestión política de un país manipulado de modo escandaloso y que hoy se encuentra, además, literalmente arruinado. No es este el lugar para detallar las distintas formas que ha adquirido el absurdo, pero tenemos que suponer que ellas no han pasado desapercibidas para cualquiera que tenga un mínimo acceso a la información, y sobre todo, que no quiera mantenerse ciego por razones ideológicas o simplemente inspiradas en motivaciones menos nobles.

Ante nuestros ojos en los últimos quince años han sucedido cosas en el orden político que han sido causa de un rechazo que arranca en lo más profundo de nosotros. Rechazo suscitado por la barbarie. Por la de peor calaña porque se inspira en ese mismo pecado que atribuye Pessoa a la imparcialidad, el de la hipocresía. Las iniciativas más abyectas, las más injustificadas, se exhiben con impudicia y han pasado ante nuestros asombrados ojos, perplejos al constatar que la res pública venezolana pudiera deteriorarse de ese modo, convencidos como estamos que esta sociedad está llamada a las mejores cosas, a las que hemos soñado desde la adolescencia.

II

Se ha derrumbado en nosotros a consecuencia de lo vivido, no solamente el mito revolucionario, que siempre nos pareció sobre todo justificación de las peores cosas, sino el del progresismo, el mito del desinterés de las izquierdas radicales, que ahora vemos claramente, porque la experiencia vivida nos lo ha hecho entender, situadas en el mismo lugar de las derechas extremas, hasta encontrarse en un rasgo común bien denunciado por Norberto Bobbio, el del pensamiento reaccionario.

Ayer nomás leíamos en El País de Madrid unas declaraciones del filósofo alemán Peter Sloterdijk que tenían que conducirnos a pensar en Venezuela. En un libro reciente dice Sloterdijk que la izquierda (yo agregaría la palabra radical) se ha convertido en una especie de Banco de la Ira en el cual la gente deposita sus frustraciones, sus resentimientos, sus reclamos, sus deseos de venganza frente al que suponen poderoso, para que otros gestionen ese capital y devuelvan intereses en forma de autoestima y desprecio para sus enemigos. Agrego por mi parte que esos intereses convierten al depositante en sujeto pasivo, apaciguado, que ha empeñado además toda su capacidad crítica para sostener la imagen de esa institución virtual receptora de sus inquietudes.

Encontré útil este aspecto del pensamiento de un hombre de otras latitudes porque proporciona explicación adicional, desde una reflexión ajena a todo resquemor personal, al silencio de algunos que una vez consideramos dignos de respeto intelectual. Para ellos, más localmente, mas en clave de lo que es esta provinciana y atrasada sociedad en la que vivimos, el Régimen, representado por una camarilla que ha pasado por alto todo sentido de equilibrio democrático, es ese Banco, no sólo de la Ira sino del oportunismo, maquillado y enriquecido con las múltiples formas de engaño que suministra la larga experiencia de ese imperio de la mentira que es la revolución cubana.

III

Y digo estas cosas así, de este modo, hoy, porque lo que veo ocurrir diariamente a mi alrededor me aparta de un modo demasiado violento, hasta brutal, de la capacidad de reflexión pública que me he propuesto desde hace ya largos años en este espacio semanal. Y me resulta arduo llamar la atención hacia las particularidades de un oficio, de un arte, de una vocación, cuando veo lo que sucede alrededor. Se me ha agotado la paciencia podría decir, pero no es así, tal vez lo que se me ha agotado momentáneamente es el deseo de llamar hacia la reflexión dentro de los límites periodísticos, porque la veo tan marcada, recibiendo tanta presión, tan deformada por el marco exterior de los acontecimientos locales, que he decidido hacer un intermedio en cuanto a mi deseo de pensar hacia afuera aquí en este Foro que ha sido para mí el diario TalCual, para durante un tiempo expresarme de modo más informal, seguramente en clave sobre todo personal, en el espacio que me brinda este blog oscartenreiro.com.

Y termino mencionando una muestra más de la confusión que reina aquí y pareciera haberse convertido en asunto común a todos los ámbitos.

Se hizo por meses una huelga universitaria; en las semanas anteriores la institución sufrió, de nuevo, agresiones por parte de bandas armadas oficialistas, incluyendo vandalismo contra la Ciudad Universitaria; se reanudan las clases pero se estudia retomar la huelga, todo en un cuadro político nacional claramente dictatorial. ¿Qué hacen las autoridades democráticas de Arquitectura? Programan celebraciones aniversarias que sugieren total normalidad, en las cuales se evita toda referencia al conflicto de fondo que nos afecta a todos. Y además, invitan a un alto funcionario del Régimen, cómplice silente de todos los atropellos, a dar una charla de apertura. ¿Conclusión? Se nos ha hecho común lo inexplicable.

Una imagen frecuente aquí, en momentos como éste: La Medusa de Le Corbusier

Una imagen frecuente aquí, en momentos como éste: La Medusa de Le Corbusier