Oscar Tenreiro / 11 de Enero de 2014
Puede resultar útil en este punto de nuestro recorrido referirse a lo que pudiéramos llamar la atmósfera de opinión que prevalecía en los primeros meses de la democracia post 58 y que se mantuvo en la década siguiente, caracterizada por un intenso interés sobre lo que habría de hacerse en la Ave. Bolívar. Ese interés se expresaba en un animado debate entre distintos puntos de vista al interior de la Administración Pública que tuvo ramificaciones en la opinión pública en general. La palabra clave al respecto sería la de participación, porque si bien es verdad que las decisiones respecto a las primeras acciones a tomar no fueron producto de un amplio consenso, como podría ser el caso de la intervención de Ron Pedrique con sus edificios gemelos, no puede decirse que se excluyó la discusión, la cual fue bastante intensa e involucró a mucha gente. Y destaco esto porque contrasta claramente con el modo de proceder del autoritarismo actual, cuarenta años después, que llegó al poder enarbolando el principio de la participación ciudadana en las decisiones y sin embargo ha mantenido todo lo relativo a la acción pública en Caracas, como una caja negra que ha permitido proceder con asombrosa arbitrariedad. Y la prueba más clara de lo que digo es que en los años sucesivos de esa democracia post 58, terminaron teniendo presencia en lo que se hizo, tanto en la fase de propuestas como la de ejecución, profesionales de muy variadas posiciones políticas, algunos incluso disfrutando hoy de puestos burocráticos de importancia. Esta anulación de la conciencia frente a lo que hoy ocurre, inexplicable para quienes fueron en definitiva parte deliberante de un pasado político que hoy cubren de los peores calificativos, subraya lo que he escrito muchas veces señalando a la hipocresía como el más notorio atributo ideológico del Régimen actual venezolano.
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Como prueba inesperada de ese clima de participación que hizo del tema Avenida Bolívar asunto que convocaba a todos, recibo del joven colega José Guerra una información interesante. Se trata de una imagen propuesta por el Arq. Domenico Casasola (1914-2009), profesional italiano emigrado a Venezuela, egresado del Politécnico de Milán donde fue alumno de Ernesto Rogers en la década de los 40, quien antes de residenciarse en Valencia trabajaba en nuestro Ministerio de Obras Públicas. Casasola se integró en un momento dado al equipo de Rotival por petición expresa de éste (ver carta anexa), tal vez, precisamente, porque como profesional al servicio del Estado había avanzado ideas sobre lo que debía hacerse. Supongo que esas ideas habían sido expresadas motu proprio porque no se conoce nada similar en lo que produjo el equipo Rotival, pero aún siendo así tienen un interés especial porque trata de mantener la conexión con los criterios de Diseño Urbano establecidos por Cipriano Domínguez y, lo más significativo, es la única imagen de la Avenida Bolívar, entre todas las realizadas hasta hoy, que presta atención a los edificios históricos del viejo damero, respeto que según manifestó Casasola a Guerra en una entrevista, le inspiró su maestro Rogers. En efecto, ni en las imágenes de Rotival ni en todas las sucesivas que se conservan, no sólo se desdeña comprometerse con la ciudad al Norte y al Sur de la Avenida sino que se hace caso omiso de los hitos históricos monumentales.
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Como una observación parcial, es posible decir que Rotival en 1959 fue en contra de las ideas ordenadoras que había propuesto veinte años antes. Se aleja claramente de la idea de Avenida, entendiendo así a un eje vial en cuyas márgenes se desarrolla un continuum espacial estrechamente vinculado a la axialidad, un concepto que se manejó mucho en la justificación del plan del 39 cuando se hacía referencia a los Champs Elysées parisinos o algunas famosas avenidas del mundo. Como mencioné la semana pasada, al Rotival introducir el obstáculo del distribuidor Catuche en la mitad del recorrido del eje, mutila la continuidad espacial ya configurada en la construcción de las primeras cuadras. En cuanto a Ron Pedrique, sólo sigue a Rotival de modo parcial, aceptando su trazado vial y la integración de los terrenos al final del eje pero desmarcándose de las demás ideas de Diseño Urbano definidas en la perspectiva publicada en «L’Architecture d’aujourd’hui». Sus ideas ordenadoras son completamente diferentes. Con los edificios gemelos que logra construir, conocidos por los caraqueños como edificios de Cruz Verde, gracias a la esquina de la ciudad en la que nacen, mantiene la simetría como si se tratase de una transición para una arquitectura que la evade (siguiendo como he mencionado la tónica del momento arquitectónico) manejando los grandes volúmenes construidos de modo personal y menos agresivo en términos de tabula rasa que lo que proponía el asesor francés. Una prueba de ello es el modo como trata los terrenos al Sur del edificio del Liceo Andrés Bello un conjunto urbano mas respetuoso de las escalas preexistentes.
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El destino de los terrenos de lo que fue una vez la Urb. El Conde integrados a los del lado Norte del trazado inicial de la Avenida, vino a concentrar en lo sucesivo el interés de los directivos del Centro Simón Bolívar, decidida ya la ocupación parcial de La Hoyada por el Proyecto Ferris y dejada en suspenso (un suspenso que durará décadas) la utilización de los terrenos a ambos lados de la Avenida desde La Hoyada hasta El Conde.
Se trata de una extensión de 17.4 Has que comienza en lo que sería el distribuidor Catuche hacia la Autopista del Este que nunca se construyó por razones económicas. Circunstancia que en último término preservó la posibilidad futura, que habría de realizarse muchos años después, de que la Avenida continuara hasta el borde mismo del Parque de Los Caobos.
En lugar de trabajar con una oficina privada como había sido el contrato con Ron Pedrique, se formó dentro del Centro Simón Bolívar un equipo de trabajo dirigido por el Arq. José Joaquín Alvarez que inició estudios en los cuales tuvo figuración importante el colega Oswaldo Lares.
Lares (1931) tuvo la responsabilidad de diseñar el primero de los bloques de vivienda, el prototipo de los que serían construidos, un prisma rectangular con columnas en V en la Planta Baja y apartamentos dúplex con circulación central de acceso cada tres pisos a la manera de la Unidad de Marsella de Le Corbusier. La estructura comenzó a erigirse en 1965 y su análisis técnico estuvo a cargo del Ing. Sergio Oloma, quien trabajó estrechamente con Lares considerando muy cuidadosamente la condición antisísmica que resultaría probada satisfactoriamente en el terremoto de Julio de 1967. Se terminó totalmente y se comenzó la albañilería interna y externa hasta que fue paralizada porque el Ministro de Obras Públicas Leopoldo Sucre Figarella, a mediados de 1966, desistió de proseguir el conjunto de viviendas y tomó la decisión de construir allí un parque. Esa decisión fue vista en general como arbitraria, hasta el punto de que a los profesionales de la Oficina de Proyectos, tal como me lo comentó hace poco Lares en conversación telefónica (a él debo los datos aquí incluidos) los tomó de sorpresa colocándolos en una incómoda situación. La estructura realizada queda abandonada hasta que tres años después, en 1969, se comenzó a transformar para la función de hotel, el Caracas Hilton, hoy Hotel Alba Caracas.
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La decisión del parque en lugar del conjunto de vivienda se vio siempre como una salida fácil frente a la situación delicada del Centro Simón Bolívar, que durante el populismo democrático fue siempre una pesada carga financiera para el gobierno central. Su repercusión en la opinión pública fue negativa, lo cual se deja notar en el artículo de Aníbal Nazoa que aquí incluyo, publicado en Agosto de 1966. Nazoa mantenía con el pseudónimo Matías Carrasco, en el Diario El Nacional de Caracas, una columna de opinión llamada «Aquí hace calor» en la cual hacía comentarios de actualidad manejados con un humorismo atractivo. Allí se hace portavoz de la incomodidad general ante el anuncio, además de hacer alusión, criticándolo, al tema de la demolición del Bloque Uno de El Silencio, lo cual revela que el asunto estaba planteado no como una excentricidad sino como una opción. Opción bastante ilógica y sobre todo irreal si se piensa que ya casi había pasado la primera década de la recuperación democrática sin que ni siquiera se viese claro el destino de la Avenida Bolívar.
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Pero la decisión de convertir El Conde en parque, como muchas cosas en esta Venezuela de idas y venidas, no era tan definitiva. Pocos meses después surge de nuevo la posibilidad de construir el conjunto de viviendas, esta vez ya no con la escala moderada de la propuesta Ron Pedrique sino como un gigantesco proyecto directamente inspirado en las modas de las mega-estructuras que se habían convertido en el último grito del mundo arquitectónico internacional. Inspirados sin duda en la propuesta de Kenzo Tange de ocupar parte de la bahía de Tokio con un racimo de grandes bloques para vivienda compuestos de dos alas que inclinadas se apoyan mutuamente generando un espacio interno monumental, y alentado por el interés suscitado por la experiencia Habitat 67 de Moshe Safdie para la feria de Montreal (cajas de concreto prefabricadas apiladas en una superestructura) un grupo de arquitectos venezolanos hace una nueva propuesta. Mario Bemergui, Augusto Tobito (ambos ya fallecidos), Juan Pedro Posani y José Miguel Menéndez, agrupados en la firma BMPT, reciben el contrato de un Anteproyecto para El Conde y proponen duplicar la densidad establecida (4.720 viviendas) en el plan de Ron Pedrique con el argumento de que se trataba de darle a Caracas una nueva escala.
Comienza aquí una evolución que exacerba el defecto crónico de los proyectos para la Ave. Bolívar: concebirla como una excavación longitudinal en el tejido existente que genera una intensidad de usos desvinculada de lo que ocurre en la ciudad a partir de sus bordes. Se habla de una nueva escala sin que se establezcan los mecanismos para que la ciudad histórica siquiera se acerque a ella, y si bien en el caso de las primeras cuadras edificadas antes de 1958 podía esperarse que la reglamentación urbana supliera ese desequilibrio, las magnitudes del proyecto de BMPT lo hacen ya imposible como habría de demostrarse unos años después con la ejecución del conjunto de Parque Central, heredero de las hipótesis de la propuesta BMPT.
Seguiremos con la Ave. Bolívar, el tema es largo.