Oscar Tenreiro / 17 de Mayo 2014
Me invitan amablemente a un foro entre arquitectos como parte de la actividad del título convocada por el Ministerio respectivo. Me garantizan espacio crítico, pero la documentación que recibo, auto-promoción que celebra logros muy discutibles, me hace dudar. Además, la sesión es dentro de una instalación militar: Fuerte Tiuna. Lo cual no sólo me pareció inadecuado, sino que no me sentía capaz de visitar sin gran incomodidad, el absurdo desarrollo de viviendas que allí se construye. Y además protesto ante la salvaje represión precisamente contra los estudiantes. Me excusé pues de asistir.
Creo hoy que la consulta es insincera. Han participado en ella gentes bien intencionadas, pero da la impresión de que el Régimen busca con ella una coartada para imponer una Ley de Educación que ha sido rechazada.
Tomo sin embargo este espacio, para resumir aquí lo que pienso sobre la educación y la arquitectura.
Comienzo insistiendo en que ya es hora de que en Venezuela las escuelas públicas (y las privadas) se conviertan en tema de la arquitectura y como consecuencia en objeto de la exploración profesional de los arquitectos. Una renovación de la educación venezolana pasa por una radical mejora de las características físicas de la Escuela. Eso es indispensable para que cualquier proyecto educativo aspire a un mínimo de eficacia. El objetivo de proporcionar el máximo confort al maestro y al alumno tiene que convertirse en parte integrante, capítulo esencial, de toda propuesta educativa moderna. Debe ser exigencia prioritaria del educador que el proyecto educativo esté asociado a un proyecto de planta física y equipamiento.
II
Las escuelas-ranchos que están por todas partes deben desaparecer. Y también las escuelas y liceos pensadas sólo como simple sumatoria de aulas, sin equipamiento adecuado, sin facilidades de apoyo, mal mantenidas porque no se han creado mecanismos ágiles para la conservación y renovación. Escuelas en las que además de hacerse difícil la función docente, son muestra de la insensibilidad de un Estado rico indiferente a la precariedad y el abandono que reina en un importante porcentaje de sus instituciones educacionales. Venezuela, si se consideran los recursos económicos públicos de los que ha dispuesto en los últimos años, estaría obligada a tener las mejores escuelas del continente.
Hablo de tema de la arquitectura, porque la escuela no es solamente cobijo. Es necesario que sea el resultado de una concepción arquitectónica comprometida con la calidad espacial, de materiales, de iluminación, acústica, térmica, ambiental en general. El edificio escolar debe volver a ser orgullo de las comunidades. La decadencia del edificio escolar como referencia en el ámbito urbano o rural es herencia populista surgida del principio de que la cantidad se impone sobre la calidad. Una tradición que viene consolidándose en nuestras instituciones públicas desde hace más de cuarenta años.
Y hacer de la arquitectura instrumento activo del mejoramiento escolar no será posible si continúa la centralización de la acción pública en un sólo organismo (FEDE). La descentralización es indispensable. FEDE tuvo razón de ser en su momento pero hoy no tiene la capacidad para la inmensa tarea por realizar. Podría convertirse en un organismo normativo, lo cual ya es en cierta medida, pero ampliando sus capacidades. Y dotarlo de las condiciones para canalizar recursos económicos desde el Estado Central hacia las Gobernaciones y Alcaldías. Porque son esas instancias del Poder Público democrático las que deberían asumir la concepción, construcción y conservación del sistema escolar en todos sus niveles. Incluyo la palabra concepción, porque considero esencial que se abran muchos nichos para la innovación como resultado del proceso descentralizador. La idea de promover proyectos-tipo aplicables a todo el país debe superarse y abrir opciones para que localmente se planteen nuevos criterios sobre lo que debe ser el edificio educativo.
III
Hay muchas cosas más que pueden decirse sobre la arquitectura de escuelas y liceos, pero no hay aquí espacio ni es la ocasión. Destaco sin embargo tres cosas: la sustitución del proyecto-tipo, anónimo, que no toma en cuenta el lugar y sus relaciones, por la concepción modular que usa la repetición para lograr economía pero permite integrarse a lo específico del sitio; la necesidad de que existan, sobre todo en los liceos, facilidades deportivas y culturales completas que podrían estar al servicio de varias instituciones; y la obligación de que la inversión en el edificio escolar contemple siempre lo necesario para la ganancia y mejoramiento del espacio público en el ámbito urbano inmediato. Que la escuela siempre mejore el contexto.
Termino diciendo que hay un asunto que no pueden dejar de lado quienes hablan de Consulta Educativa Nacional: que el modelo organizativo, económico e ideológico-político del Régimen, hacen casi imposibles las cosas que acabo de enumerar.
Ilustro mis argumentos con una foto que me sirve de inesperado respaldo. No sé en qué parte de Venezuela es, pero dondequiera que sea deja claro el error de pretender educar ignorando la dignidad del espacio donde se educa. Imponer un proyecto educativo, en este caso universitario, dejando de lado las exigencias arquitectónicas, es algo inaceptable en el mundo actual. Y en Venezuela, donde se ha inventado una revolución de cartón, con un Estado por cuyas manos han pasado todos los recursos, es casi criminal. La improvisación se apodera de las mejores intenciones y se termina, como muestra la foto, envileciendo en lugar de educar. Se impulsa la miseria de las instituciones.