ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro

(Publicado en el diario TalCual de Caracas el 6 de Septiembre de 2014)

Este ejercicio de escribir semanalmente lo hace pasar a uno por tragos amargos como el de hoy, cuando al abrigo de un estado de ánimo un tanto sombrío, se agranda la idea de inutilidad del esfuerzo de perforar el muro protector que, impulsadas por la situación venezolana, casi todas las personas se han esforzado en construir a su alrededor para poder resistir las condiciones que nos han sido impuestas desde el Poder.

Eso de tener como tema central a la ciudad y su arquitectura con la mirada del arquitecto, parece tan distante de lo que nos golpea diariamente, distancia agravada por esa peculiar parálisis que sólo mantiene activo a un sector de la profesión, el dirigido hacia las capas de máximo poder adquisitivo del país, capas que en fin de cuentas está como superpuestas sobre el estancamiento y la generalizada falta de opciones. Ese intento de comunicar o compartir, repito, las cosas más características de nuestro modo de ver las cosas, se presenta como una tarea demasiado lejana, demasiado distante del diario vivir. Ya van 326 entradas (más de seis años) luego que Teodoro Petkoff me abrió las páginas de TalCual, y hacer esta 327 se me presenta como algo inalcanzable en un día como hoy, en el que además la ciudad parece adormecida bajo la lluvia y una nubosidad pesada e inerte.

Pienso entonces que ha llegado el momento de hacer un alto. No sólo porque he recorrido un camino suficientemente largo, sino porque necesito tiempo para ir más hacia lo personal o íntimo mientras espero con un optimismo que aún no he perdido, que la marcha general de las cosas aquí siga un rumbo más estimulante. Que superemos esta pesadilla venezolana de vernos dominados y sojuzgados por la más deprimente mediocridad y sobre todo irresponsabilidad.

II
Pesadilla (es esto lo que más golpea) que aún no es vista en toda su insana extensión y profundidad por muchos venezolanos, que sin darse cuenta del todo siguen el mismo guión que viene desde la historia, según el cual las dictaduras tienen una asombrosa capacidad para ocultar sus errores, sus crímenes, sus abusos y hacerlos pasar por coyunturas que los justifican. Hay tantos casos que en resumirlos se nos iría todo el espacio, pero lo evidente es que lo ocurrido aquí supera en perversidad todo lo que hubiera sido previsible.

Muchas veces se dijo que el peor legado que nos habían dejado los partidos de la democracia había sido el envilecimiento del pueblo venezolano al convertir en habitual la mentira, la triquiñuela, la viveza asociada a la impunidad amparada en el amiguismo político. Nunca podía haber imaginado que pocos años después muchos de los que compartían esa preocupación, militantes de una izquierda supuestamente radical que prometía un cambio moral, pasarían a ser beneficiarios activos de un envilecimiento aún más intenso y del mismo tipo, pero disfrazado de un altruismo social que, lo he dicho muchas veces, funciona como coartada para justificarlo todo. Envilecimiento éste de ahora, de insospechada magnitud gracias al dinero rentista que lo alimenta para que figure, de ello estoy seguro, como caso único en la historia de nuestros países, digno de estudio por lo absurdo.

III
Y la lectura ayuda a saltar sobre lo inmediato. A no rendirse ante el asedio del mensaje diario de la pesadilla. Y abre puertas a la reflexión.

Me pasó por ejemplo con Resurrección, de Tolstoi, libro que me renovó el placer de leer a un escritor que perdura en el tiempo, hombre singular que se asomó a una muy personal santidad. Muchos años atrás, siendo estudiante, había leído Guerra y Paz; y unos años más tarde Ana Karenina. Como anécdota a favor de los ingenieros: Guerra y Paz me la prestó Carlos Sosa Franco quien estudiaba ingeniería y era un voraz lector.

Resurrección es una novela esencialmente moralista, escrita cuando Tolstoi había abrazado una especie de sacerdocio enraizado en el mensaje cristiano tal como él lo interpretaba. Tal vez por ello, por su evidente militancia, no tiene la fuerza de las otras grandes novelas del ruso. Pero los personajes se graban, se afirman, se arraigan en uno.

El Príncipe Nejludov, personaje central de Resurrección, cambia su modo de vida cuando entiende el daño que había hecho a una mujer en tiempos de su primera juventud. Decide acompañarla en su infortunio, del cual se siente responsable; y al hacerlo se abre ante él la realidad de la sociedad rusa, con sus injusticias, errores presentados como verdades, el lado oscuro que anteriormente su rango social con sus vicios le había ocultado.

Tolstoi en su tiempo tuvo una enorme influencia como una especie de apóstol de la necesidad de un cambio en la conducta humana para aproximarla a las que para él eran las verdades esenciales, vinculadas a una renovación del modo cristiano de vivir. Muchos intelectuales de su tiempo fueron influidos por él. Su Evangelio Abreviado fue libro importante, que circuló profusamente entre la intelligentsia europea de principios de siglo.

Mucho se puede escribir sobre las repercusiones que la conducta de un gran artista tiene en otros por distantes que estén cultural y socialmente, y para mí fue una sorpresa especial comprobar cómo muchas de las reflexiones de un hombre como Tolstoi, nacido hace cerca de dos siglos (1828) nos hablan a los venezolanos de hoy. Van estas dos citas para comprobarlo:»…los militares están rodeados, en la opinión pública, de una atmósfera que no solamente les oculta el carácter criminal de sus actos, sino que incluso atribuye a éstos el valor de una hazaña…»

Y concluyo con esta, muy actual: «…Incluso si se le escapaba alguna extravagancia, ocupaba un puesto tan elevado, que cualquier tontería dicha por él era, a pesar de todo, considerada cosa sensata.»

León Tolstoi joven, por el pintor ruso Iván Kramskoi

León Tolstoi joven, por el pintor ruso Iván Kramskoi