Ayer no más, en la tarde, estuve un rato en la Facultad de Arquitectura en la que me inicié como arquitecto hablando con los estudiantes y un grupo de sus profesores. Como se me ha hecho habitual, fue una conversación que quiso ser franca y abierta sobre lo que me preocupa, me ha preocupado y ocupado y la forma como veo las cosas hoy, pocos días después de haber cumplido 75 años.
No podía faltar en lo que dije consideraciones desde distintos ángulos sobre lo que ocurre «en este lugar del mundo», como me refiero al país donde vivo. Entre las cuales destaca el asombro, o digamos más bien el estupor ante lo que nos viene ocurriendo en los últimos años. Y he aquí que entre esas «cosas que ocurren» tenemos que referirnos de nuevo a la idea de Gustavo Dudamel y José Antonio Abreu de contratar a Frank Gehry para construir una sede del Sistema de Orquestas en Barquisimeto a 500 kilómetros de Caracas, una ciudad con tradición y personalidad además de peso social, cultural, político y económico (explicación para los extranjeros) cuya población recibe, entre agradecida, impávida, o simplemente asombrada, de nuevo, la noticia de ese supuesto gran acontecimiento.
Y conecto ese anuncio y lo que se deriva de él, precisamente con lo que hacía notar en mi conversación de ayer: la inmensamente contradictoria situación que venimos viviendo en Venezuela. Donde, entre otras cosas, no es posible comprar sin sufrir inconvenientes de distinto tipo y terminando siempre en el mercado negro controlado por militares, un simple saco de cemento. Donde todos los materiales importantes para construir escasean, sin hablar de los recubrimientos que son importados y van adquiriendo precios incosteables. En ese país en crisis que se precipita sin atenuantes a una especie de catástrofe económica al no poder recibir ya el soporte del dinero petrolero que ha sido el verdadero origen del Poder avasallante de una sedicente «revolución», el dúo Dudamel-Abreu vuelve por las suyas y anuncia la contratación de la estrella arquitectónica del extremo capitalismo asociado a la extrema desmesura.
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Con lo cual hay que decir del dúo de estrellas de la música las peores cosas, de las cuales la menor es que forman un dueto de oportunistas políticos y sobre todo de indigentes intelectuales (sí, lo digo de ese modo, Sr Zitman)*, sean cuales sean los méritos que se utilizan para ocultar su cinismo. Ver a Abreu, acaramelado, con ese personaje impresentable que se permite insultar por cadena nacional a cuanto disidente cuestiona sus políticas y junto a sus secuaces ordena prisión y persecución política a las instancias judiciales de un país que ha perdido sus instituciones, es una agresión mayúscula que es imposible ocultar.
Y esta muestra de desvergüenza se hace usando de coartada a un arquitecto de dudosos méritos pese a su fama, cuestionado con razón como un intérprete de la arbitrariedad de la opulencia prevaleciente en un Primer Mundo que le sirvió de nodriza, Arquitecto inteligente y hábil sin duda, talentoso, incluso dotado de un innegable brillo de artista del reclamo publicitario de altísimo nivel. Pero en definitiva arquitecto que construye una arquitectura que será vista en el futuro como una muestra de hasta donde llegó la desorientación de un tiempo histórico. Y sobre todo ajeno, radicalmente ajeno a las raíces culturales de una sociedad que pugna por encontrar un camino de auténtica realización.
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Y esto último se dirige a quienes piensan que una «estrella» podría ser instrumental para la renovación de nuestra arquitectura, o para quienes, presumo los más jóvenes, quieren verse estimulados por una arquitectura que utiliza los medios más actuales, testimonio de un avance de los tiempos.
A esos les recuerdo, en primer lugar, pensando que tienen ese ejemplo en el espíritu, que cuando Corbu o Kahn fueron llamados a India o Bangladesh, la razón para hacerlo no estuvo en un deseo de «actualización» a pesar de que algo de eso pudo haber, sino que en sus arquitecturas se apelaba a las cuestiones primordiales de toda arquitectura, esencialmente la razón profunda del ser de lo edificable. Ambos arquitectos podían ser, y de hecho lo fueron, capaces de construir con los medios disponibles de economías precarias, acudiendo a una aproximación a la arquitectura donde lo tecnológico no viene desde arriba sino arranca de realidades; y en la cual se dan resultados a partir de una búsqueda de universalidad, un deseo de conectarse con todos, sea cual fuese el lugar de procedencia. Y así lo testimonian hoy, con entusiasmo y orgullo, los ciudadanos de esos países.
No es así en el caso que nos ocupa. El dueto Dudamel-Abreu no quiere nada que tenga que ver con raíces locales. Busca simplemente, a partir de las relaciones sociales y culturales del más joven en la Tierra Prometida, figurar en los anales de la novedad, circular por el mundo mediático y con ello hacerse acompañar de la pandilla autoritaria que se ha apoderado de Venezuela. Les vienen bien los adornos de Gehry, funcionan como abalorios, son los espejitos que cambiaban por oro puro los antiguos Conquistadores.
Esa reflexión es necesaria, sobre todo para los más jóvenes. Y que no lo pierdan de vista los ciudadanos de Barquisimeto.
*(Cornelis Zitman pintor y escultor holandés-venezolano muy exitoso y estimado por buenas razones, residente en Venezuela, llamó estúpidos (o idiotas, no recuerdo bien) a quienes osaran aquí criticar al dueto.)
AUTOELOGIO ARQUITECTÓNICO …Y MUSICAL
Oscar Tenreiro
(Publicado en el diario TalCual de Caracas el 6 de Diciembre de 2014)
En la página web del muy importante diario suizo Le Temps, apareció el pasado 13 de Noviembre un artículo de opinión escrito por Christopher Catsaros sobre la última obra de Frank Gehry para Luis Vuitton en Paris. Me lo ha enviado el colega venezolano-suizo residente en Ginebra Alejandro Stein y me ha parecido una pieza crítica de especial interés, sobre todo a la luz del nuevo anuncio de hace unos días respecto a la ya conocida impertinente iniciativa de encargarle a ese arquitecto canadiense-americano el proyecto de la sede en Barquisimeto del Sistema de Orquestas fundado por José Antonio Abreu. Lo haré en fragmentos por su extensión:
«Si la nueva joya parisiense firmada Frank Gehry no ha terminado de sorprender gracias a los superlativos que ha hecho posibles, no está sin embargo protegida de las críticas. La incoherencia de su implantación en un ghetto de ricos, su monumentalidad gratuita, el carácter superado, léase reaccionario, de su programa cultural, el sobreprecio astronómico respecto a su presupuesto inicial, la remuneración excesiva para su autor, etc…..
De acuerdo a Hal Foster, uno de los más pertinentes críticos del trabajo de Frank Gehry, el terrible pionero californiano del deconstructivismo no debería su renombre más que al lugar que se ha hecho en un sistema donde reinan la auto-celebración, el nepotismo y la connivencia. De ser el innegable innovador que fue en los años 1980 se habría transformado en arquitecto al servicio de una cierta forma de especulación, mezcla de arte y finanzas, Si este destino parece ser la suerte de numerosas de las figuras de la deconstrucción (Koolhas y Prada, Hadid y BMW) el caso Ghery representa una potente remontada de la articulación entre el capitalismo neoliberal y la arquitectura. Aquí ese encuentro no es fortuito sino que se ha convertido en estructural. Desde el comienzo, Frank Gehry crea objetos arquitectónicos cuya principal función no es otra que la especulación que los hace posibles…
II
…El edificio, con su astuto juego de terrazas, sería una deconstrucción del panorama parisiense. Una fragmentación del gran cuadro, del cual las partes serían recompuestas con desfases ingeniosos. Recurrir a un modelo estético cubo-futurista sorprende y decepciona a la vez…Es difícil no sucumbir al encanto de este nuevo edificio que se quiere emblemático. Envoltorios líricos inmovilizados en la materia, sus paños vidriados, inflados como velas, se elevan más de sesenta metros. Se enlazan y engloban sin encerrar, los volúmenes atípicos que constituyen el nuevo museo. Si la huella de Gehry se reconoce bien, el uso de la madera y el vidrio rompe con las habituales superficies metálicas a las que el arquitecto nos tenía acostumbrados.
….Basta compararlo con su alter ego programático y morfológico (el Guggenheim de Bilbao) para comprender lo que ha cambiado: Gehry ha escogido hacer con vidrio lo que se había habituado a hacer con metal ….La gran novedad del proyecto parisiense consiste en proseguir el mismo trabajo volumétrico escogiendo un material más bien rígido. Cada uno de los paneles de vidrio curvados ha debido fabricarse separadamente. Se creó un horno a propósito para moldear los 3584 paneles de vidrio con curvaturas todas diferentes. Queda por discernir lo que se traduce de este paso de lámina de titanio al vidrio. ¿Se trata de una simple experimentación con los materiales o responde a una suerte de desafío a lo posible para construir lo irrealizable?
Como la piel del asno en el cuento de Perrault, Frank Gehry desea cada vez un manto, un ropaje, de realización siempre más complicada. Y lo obtiene gracias al apetito desmesurado de sus mecenas, ¿Guggenheim lo hizo en titanio? Hagámoslo nosotros de cristal! El deseo del príncipe …se mezcla a la voz del arquitecto que lo acepta y relanza: hagamos olas de vidrio, una tempestad cristalina para la eternidad! Su más reciente deseo consiste entonces en doblar el vidrio tal como se dobla el metal…La virtuosidad empujada al extremo roza la indecencia y se acerca sin recato hacia el mal gusto. No importa que cualquier músico lo sepa. Frank Gehry parece ignorarlo.
III
…Gracias a este gesto, su nombre (Gehry) se convierte en signo de una hibridación: la que traslada a la arquitectura los métodos de ciertos artistas que, como Damien Hirst y Jeff Koons, han sustituido al arte creativo por la sobrepuja de su propio nombre.
Esta separación que altera su relación con la práctica arquitectónica se traduce también en el presupuesto del proyecto. Gehry no es ya remunerado como jefe de obra sino deviene en socio financiero de un acto que produce beneficios. En un proyecto artificialmente sobrevaluado que supera ampliamente los 500 millones de euros, 20% de las sumas gastadas corresponden a los estudios. He aquí una manera muy simple de sacar una parte fenomenal sin infringir la ley.
…Entre Bilbao y Boulogne, es la finalidad del proyecto lo que ha cambiado. Con el Guggenheim, el objetivo último era el renacimiento de una ciudad en caída libre… En París falta esta generosidad que hace que el mecenas contribuya con algo diferente a la adoración de su propio nombre. Sin visión, sin función, el bello objeto lanzado con paracaídas en el Bois de Boulogne resplandece de toda la vulgaridad de las intenciones de sus comanditarios
¿Saldrá indemne el arquitecto de tal impostura?
Hasta aquí lo más sustancial del artículo, conjunto de agudas observaciones que van de lo ideológico a lo arquitectónico subrayando esa dimensión dudosa en la que se mueve Gehry: la vulgaridad y el exceso. Análoga por cierto a la de los promotores de este exabrupto en tierra venezolana. Veremos lo que nos depara un futuro más lúcido.