ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro

(El texto que sigue y los que aparecerán en las entradas de las próximas dos semanas, continúan las reflexiones que en cierta manera resumí en las DIGRESIONES (34). Los veo como una suerte de cierre de una etapa que ha tomado forma durante varios años. Y el Blog irá en lo sucesivo por un camino nuevo de cuyas características informaré oportunamente a quienes esto leen )

Hace ya algunos años la fallecida arquitecta chilena Glenda Kapstein (1939-2008) le dio nombre –y reflexionó sobre él en un libro– a ese componente característico del patrimonio edificado de tierras del trópico que es el espacio techado o protegido del sol por enramadas o pérgolas y permite estar a la vez dentro y fuera de la vivienda, o del edificio. El nombre que le dio, en términos genéricos característicos, fue el de espacios intermedios, bautizo que permitió agrupar, por decirlo así, en una familia bien identificada, los elementos arquitectónicos típicos de climas temperados, sin extremos que obliguen a estar dentro, que han estado presentes desde siempre en la arquitectura: el balcón, la terraza, la enramada, el corredor. Se insertó así este concepto, como una categoría podría decirse, en la conciencia de los arquitectos que responden con sus propuestas a un medio natural en el cual esa frontera entre exterior e interior es plenamente habitable e indispensable, inserción que fue el mérito singular de Kapstein y ubica, o debería ubicar su trabajo y ese aspecto de su legado intelectual, en el debate sobre arquitectura de nuestro lado del mundo.

Es bueno aclarar que la referencia a ese tipo de espacios, tanto en el discurso como en su inclusión en la mejor arquitectura producida en estas tierras, estaba ya en el ambiente arquitectónico, pero con el bautizo de Kapstein ocurrió lo que tantas veces ha ocurrido en el mundo del pensamiento, que al establecerse un nombre (digo establecer porque el nombre ya se había pronunciado de modo ocasional y volátil) se produce una especie de despertar de la conciencia –sale definitivamente del inconsciente general– y se coloca de modo preciso como argumento; en este caso en todo intento de examinar lo más característico de la arquitectura tropical.

El espacio intermedio, repetimos, es un espacio protegido del rigor solar, lugar de sombra, expuesto a la brisa y a las variaciones del clima y la vez libre de los elementos arquitectónicos que delimitan todo espacio interno. El objetivo ostensible de Kapstein en su libro “Espacio Intermedios: respuesta arquitectónica al medio ambiente” (1988), objetivo que fue rebasado por su papel como instrumento de ese salto a la conciencia que recién mencionamos, era estudiar los espacios intermedios como característicos de la arquitectura del Norte chileno, cuya principal ciudad, Antofagasta (en cuya Facultad de Arquitectura fue profesora Kapstein), roza el Trópico de Capricornio. (Porque no está demás recalcar que parte importante del norte de Chile está en el trópico, un hecho que olvidan generalmente los chilenos al adoptar una visión peyorativa de lo tropical que pasa por alto el llamado hacia la diversidad de respuestas al medio y en consecuencia a lo constitutivo de su cultura, de un país que tiene 4300 kilómetros de largo sin considerar la Antártida, transitando así de Sur a Norte todas las latitudes).

Glenda Kapstein-Edición original de su libro en 1988.

Glenda Kapstein.-Casa de Retiro-Antofagasta (1991)

Glenda Kapstein.-Casa de Retiro-Antofagasta (1991)-foto de Hugo Segawa

Glenda Kapstein, Jorge Araya, Pabellón Codelco, Exponor (1995)

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Hemos dicho muchas veces, que el debate posmodernista que estuvo tan cargado de prejuicios tuvo como una de sus consecuencias positivas la re-valoración de algunos aspectos de la tradición Beaux-Arts.  Uno de ellos es el uso de las tipologías en lo que se llamaba el partido (le parti en francés), la idea básica organizativa del edificio, que generalmente se desarrollaba a partir de un tipo arquitectónico venido de la historia menos reciente. En nuestro mundo tropical una de estas referencias tipológicas ha sido la del patio. Si bien en mi caso personal no estaba demasiado consciente al elaborar el diseño de mi casa tan allá como 1965, de que estaba en verdad definiendo un patio en el sentido tipológico, la utilicé. Porque esa casa (Los Aromos) puede decirse que nace de un patio que en este caso es sui-generis porque en vez de ser el centro de la edificación es su preámbulo, ámbito de acceso a la vivienda, abierto pero focalizado en la montaña como lugar de vínculo con el paisaje y centro de actividad al aire libre.

Años después estuve más consciente de que el patio tradicional, núcleo del conjunto, abierto hacia el cielo, y rodeado total o parcialmente de paramentos opacos, transparentes o semitransparentes, era la tipología que se mostraba allí, era el orden de los elementos del proyecto.

El patio de mi casa (Los Aromos) en 1966. Antes de su transformación 25 años después, era preámbulo y conexión con el paisaje. Las pérgolas esperan ser cubiertas de vegetación.

El mismo patio unos años después ya la vegetación comenzando a actuar

El espacio intermedio en mi propia casa (1966-2016) se abre hacia el patio, hoy cerrado, antes preámbulo al acceso y conexión con el paisaje (foto de hace tres días)

Espacio intermedio, patio, sombra.

El patio a través de celosías de madera protectoras de la privacidad. Casa Furió, proyecto nuestro de 1985.

Fragmento del patio central en la casa Furió 4 o ¨»Casa Azul». Proyecto nuestro de 1985.

Así que el patio ha sido para mí en diversas ocasiones punto de partida. También ha sido, como lo es para cualquier arquitecto en esta parte del mundo, un elemento característico de nuestro mundo meridional –patio romano, patio islámico, patio ibérico– herencia que hemos recibido de los siglos anteriores. Pero en estos días, luego de una lectura que me ha ocupado a raíz de las ideas que aquí voy hilando, entiendo al patio como una versión del espacio intermedio. Al decir una lectura estoy hablando del trabajo “Los espacios intermedios como tema y estrategia de proyecto en la arquitectura moderna” que presentó en diciembre de 2103 la colega venezolana Marjorie Suárez como culminación de la Maestría de Diseño Arquitectónico de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela con tutoría de Azier Calvo Alvizu, trabajo al cual tuve acceso por Internet. Allí de modo muy claro Suárez identifica al patio como espacio intermedio, esfuerzo taxonómico que nos ayuda a entender mejor este elemento arquitectónico, no ya sólo en términos tipológicos más bien neutrales y aplicables independientemente de lugar y circunstancias, sino como herramienta, probada en la historia y en innumerables soluciones arquitectónicas propias de nuestras latitudes, que está a nuestro alcance como recurso de control climático. El patio pues nos habla del medio natural, modo de entenderlo que enriquece nuestra visión de arquitectos.

Marjorie Suárez-Esquemas de patios. ilustración Incluida en su Tesis de Maestrìa (2013).

Marjorie Suárez-Secuencia de imágenes correspondientes a su Proyecto-Síntesis, incluida en su Tesis de Maestrìa (2013).

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El trabajo de Suárez, como su título lo da a entender, está orientado a señalar cómo se muestra el espacio intermedio en la arquitectura moderna. Además de ocuparse de las distintas formas que éste adopta, como el balcón, la terraza, el patio del cual venimos hablando, todos elementos precisos que podemos llamar de orden técnico-constructivo, explora una manera de entenderlo que se puede llamar conceptual porque escapa a la precisión –se hace, podemos decir, interpretativa– y se resuelve como concepto.  Me refiero a la fluidez espacial entre interior y exterior, concepto que formó parte importante de los esfuerzos modernos de renovación del lenguaje arquitectónico, el cual discute Suárez al analizar arquitecturas de algunos de los arquitectos-héroes de la modernidad, antes de sumar, al final de su trabajo un interesante ejercicio personal, en un lugar y programa inventado al efecto.

Su esfuerzo descriptivo e interpretativo viene a ser muy útil, y sólo tomo una cierta distancia respecto a su deseo de aplicar la noción hacia lo puramente conceptual al vincularlo a lo que recién he llamado fluidez espacial, la búsqueda de una continuidad entre espacio interno y externo mediante recursos de diseño y organización de la planta, relación que trata de fusionar ambos ámbitos con mínimas interrupciones, y si las hay (siempre deberá haberlas) utilizar para ello paramentos de vidrio y una intencional transparencia que permite desde dentro integrar, visualmente al menos, los distintos ambientes incluyendo el paisaje inmediato. Es esa la intención manifiesta de muchos arquitectos modernos. Característica del Wright de la madurez, omnipresente en Mies, o en Niemeyer, también en Corbusier. En Jacobsen, Neutra, Villanueva. Y tantos otros. Un atributo que me parece erróneo equiparar al espacio intermedio porque este último es un elemento arquitectónico y no una cualidad. El espacio intermedio puede señalarse, la fluidez espacial no. La fluidez espacial carece de materialidad como elemento regulatorio de la relación con el medio natural, lo cual me parece fue el enfoque esencial de Kapstein y el mismo que orienta estas líneas.

No obstante, el texto de Suárez y la amplitud de su interés sirve de complemento a mi visión más restringida, motivada por la intención de ver al espacio intermedio –en la arquitectura de nuestra zona del mundo– como elemento identificable en el edificio, eslabón entre exterior e interior. El espacio intermedio no sería una opción estética u organizativa sino herramienta (o elemento) que es de presencia obligada en la (buena) arquitectura del calor, de la humedad y de la lluvia.