ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro

Las entradas tituladas Todo Llega al Mar, numeradas del 1 al 13, son parte del texto del libro con el mismo título que publiqué en abril de 2019, comenzado a redactar un año antes. Mi intención era que el texto del libro estuviese también en este Blog, idea inadecuada que abandoné. Reproducen, con ciertas diferencias, las páginas del libro desde la 33 a la 67.

(Aparece hoy en este Blog como Entrada Destacada, el relato que con el título Todo Llega al Mar (10) forma parte de una serie que escribí mientras preparaba el texto del libro homónimo que salió publicado en 2019. Se refiere a los aspectos más profesionales de mi estancia en Francia en 1961-62 y lo he querido destacar porque se refiere al período que mañana domingo 26 de Septiembre de 2021 me dispongo a tratar en la Segunda Sesión  del Seminario 6X. Leerlo ayudará a complementar el contenido de esa sesión.)

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Fuera de mi actividad de becario y el viaje al Norte, el resto del tiempo pasado en Chile, que duró hasta Noviembre de 1961, algo más de un año, poca relación tuvo con la arquitectura, aparte de la oportunidad que me brindó el arquitecto Jaime Bendersky Smuclir (1922-1976) de ser su asistente –de modo informal, como invitado suyo– en su cátedra de Taller de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile, labor que no recuerdo cómo se originó pero que revela la generosidad que en ese tiempo era común de parte de los chilenos hacia los venezolanos. Porque era evidente que yo tenía poco que aportar, aparte de acompañar a Bendersky en las correcciones asintiendo y asomando tímidamente alguna observación inspirada en mi audacia. Pero así y todo fue un mínimo entrenamiento que algún beneficio me reportó cuando finalmente regresé a Venezuela y me inicié como profesor interino en mi Escuela, responsabilidad que también me quedaba grande.

Y si la arquitectura no ocupó demasiado espacio, lo demás, la vida en toda su amplitud, sí fue intensa y de un modo importante, porque no sólo, como ya he dicho, me casé, sino que en Octubre de 1961, exactamente el 20 de ese mes, fui padre. Delia mi mujer dio a luz en la madrugada a Oscar Rafael en la Clínica Santa Ana de Santiago. Su médico fue el Dr, Monckeberg quien pese a nuestra insistencia no me dejó asistir al parto como era indispensable si se seguía –tal como lo habíamos hecho– el método de parto psico-profiláctico desarrollado por el francés Fernand Lamaze y cultivado en esos tiempos en Francia por su discípulo Pierre Vellay, con seguidores en Chile. Fue el único de mis primeros cuatro hijos que no vi nacer.

Y aquí recurro a un lugar común: tener un hijo nos cambia. Desde entonces todo dio un salto, fue distinto, mi punto de vistase hizo otro.

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No sería completa mi evocación del tiempo chileno sin hablar de lo que posteriormente se convirtió en vocación firme, la escritura.

En otra parte he dicho que durante nuestro viaje latinoamericano Gonzalo Castellanos llevaba con él como compañera permanente una Olivetti Lettera, esas máquinas de escribir portátiles que el deseo de refinar el diseño industrial de Adriano Olivetti –una especie de Steve Jobs de la época– convirtió en mercancía refinada a la vez que accesible a todos. Gonzalo cada cierto tiempo se sentaba cómodamente y tecleaba cartas a sus amigos o escribía notas que después le serían útiles en sus intentos de escritor, como fue el caso del texto que estaba incluido en el Informe que sobre el Congreso y el viaje imprimiríamos como un pequeño libro y al cual me he referido más arriba. Y no sólo el ver a Gonzalo en actitud pensante mientras el tecleo esperaba su turno, influyó en mí, sino que la fascinación que me producía el diseño del hermoso artefacto de color azul sirvió como de aguijón para que yo me decidiera a poner en letra de máquina mis ideas. El pequeño gusto de usar el artefacto de diseño me llevó a aprender a teclear aunque fuese con dos dedos –como aún lo hago hoy– para proporcionarme a mí mismo el placer de leer el limpio resultado. Fue pues la imitación, de nuevo, un origen; el goce del uso del objeto el instrumento, y  el blanco y negro de lo impreso la gratificación final: comenzó a establecerse en mi rutina el hábito de escribir. Así pues que me compré en Caracas antes de irme a Chile mi Olivetti y desde allí en adelante todas mis cartas pasaron por ella. Pero no sólo fueron cartas, también escribí mi primer ensayo corto para enviarlo a Caracas con el fin de publicarlo en la revista Punto que se editaba en mi Escuela, a la cual me refiero más adelante porque me ocupé de su contenido durante un corto tiempo al regresar a Venezuela.

El ensayo en cuestión lo motivó una visita a Brasilia en Mayo de 1961. Lo veo hoy como un episodio importante porque por primera vez traté de expresar con mispalabras, que se referían amispuntos de vista, imperfectos y adolescentes como podían ser, lo que la vivencia de la arquitectura y la ciudad me sugería. Y ahora cuando releo lo escrito, que apareció en el número (4) de Noviembre de ese mismo año, me resulta interesante ver cómo el deseo de expresar una inquietud, de preguntarse en voz alta ante otros –en parte la razón para escribir– produjo líneas que si bien hoy redactaría de otra forma diciendo mis razones con menos dudas, puedo sin embargo suscribir sin ruborizarme:

Pero el aspecto «Brasilia Realización» es diferente al «Brasilia Espíritu». Si podemos dudar de los principios que le dieron origen, no podemos negarle valor a una obra que ha tomado forma gracias al esfuerzo común…Brasilia siempre permanecerá como una respuesta concreta a una necesidad concretaLa arquitectura de Niemeyer es lo que le da un sentido especial a Brasilia…me inclino a creer que Brasilia perdurará en la Historia, más como una realización de nuestro siglo, como un ensayo, que como un ejemplo que inicie caminos nuevos. Y si hay algo que impedirá que el tiempo la opaque demasiado, será la arquitectura de Niemeyer, que ha conseguido darle unidad y coherencia a una estructura urbanística que desconcierta, entusiasma y a veces decepciona.

Las fotos que siguen son de la visita que con mi mujer y mi hijo menor hice a Brasilia en 2001. Habían pasado cuarenta años desde la visita de tiempos chilenos. La ciudad que recién surgía en 1961 contrata con la ciudad ya estabilizada. Y siempre dignificada, no es posible dudarlo, por la arquitectura de Oscar Niemeyer.

Es indiscutible el dominio de la escala monumental que demuestra Niemeyer en la Plaza de los Tres Poderes.

El Palacio del Planalto, sede del Poder Ejecutivo.

La Corte Suprema al fondo, a la derecha el Pabellón-Museo Kubitschek

El Memorial JK- Mausoleo de Juscelino Kubitschek (foto de Internet).

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Dejé finalmente Chile en Noviembre de 1961, el mes en que cumpliría veintidós años. Volví treinta años después para encontrarme con un país muy distinto[1]. Un Chile distinto no sólo porque de la crisis económica permanente quedaba sólo un leve recuerdo, sino porque la bonhomía y apertura a lo diverso que tanto había elogiado se había ido con ella. Y se abrió inmediatamente para nosotros un corto ciclo europeo cuyo punto de origen estaba en París, a donde había pedido que se cambiara la beca venezolana después de hacerme acreedor a una mínima beca francesa (sólo cubría el costo de unos libros básicos) por haber sido aceptado a un cursillo sobre Políticas de Vivienda, Prefabricación y Urbanismo de tres meses de duración organizado por el Ministerio de Construcción francés. Apostábamos ahora a este cambio y hacia París partimos a fines de Noviembre de 1961.

Nos recibieron provisionalmente dos amigas cercanas, Alicia Rodríguez Aguerrevere y Ana Díaz Rodríguez (quien se casaría con mi hermano Jesús unos cuatro años después) que estaban en París siguiendo unos cursos de Planificación del Desarrollo en el IRFED[2]del Padre Lebret. Con ellas estuvimos hasta contar con nuestro propio apartamento en el Arrondissement18 de París, Rue Stephenson, barrio modesto al Noreste del París histórico, con mucha inmigración norafricana, mal vista por el parisino medio a causa del problema argelino objeto de mucha tensión en esos meses. Eran los tiempos del terrorismo de derechas de la OAS[3]que llenaba fuertemente la actualidad política.

Antes de estar establecidos debí ya integrarme a mi curso, que consistía en una serie de conferencias a cargo de funcionarios o personalidades del campo de la planificación urbana y territorial o vinculadas –desde la gestión pública o con el rol de contratistas– a la construcción pública de viviendas con énfasis en los sistemas de prefabricación pesada. Incluyó también muchas visitas a la mayor parte de los grandes conjuntos de viviendas ya ocupados o en construcción –los grands ensemblesde los alrededores de París– a plantas de prefabricación y a instituciones públicas del sector.

Personas como el padre Louis Joseph Lebret, quien representaba una aproximación humanista-cristiana al tema de la Planificación, en ese entonces (años cincuenta del siglo veinte) muy marcado por la propaganda soviética, fueron de una enorme importancia en la lucha entre democracia y totalitarismo que hoy poco se recuerda.

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Entre los conferencistas hubo los de corte burocrático –la mayoría–pero también unos cuantos bien interesantes. Como el ilustre sociólogo Paul Henry Chombart De Lauwe (1913-1998), quien nos habló de su estudio Famille et Habitation, –hoy visto como un clásico, el cual compré apenas pude– de especial interés por lo que revelaba respecto a la relación de las familias con las viviendas que ocupaban, asunto clave en momentos en los que se adelantaba un programa de construcción en Francia de alcances excepcionales, tal vez el programa de vivienda más importante de la historia europea. Ese estudio tenía la particularidad de haber incluido en sus investigaciones a las Unités de Le Corbusier, particularmente la de Nantes-Rezé. Otro conferenciante importante fue el ingeniero, devenido después en sociólogo urbano, Jacques Dreyfus (1920-2004) quien nos habló de sus muy interesantes estudios sobre el confort climático adelantados en el CSTB (Centre Scientifique et Technique du Bâtiment-Centro Científico y Técnico de la Construcción) y publicados en su libro Le Confort dans L’Habitat en PaysTropical,el cual compré y estudié algún tiempo después[4]. El CSTB, por otra parte, que conocimos con cierto detalle, cumplía un papel de muy buen nivel en el control de aspectos técnicos relacionados con los programas de vivienda franceses[5].

Famille et Habitation, un libro clásico de Sociología Urbana, de Paul Henry Chombart de Lauwe

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Hubo también conferencias a cargo de arquitectos. Fueron en general poco interesantes porque se trataba de personajes de corte burocrático, pero hubo excepciones. Una fue la de Georges Candilis (miembro del llamado Team X, muy publicitado) quien acompaño su charla con un documental muy bueno producido conjuntamente con Ionel Schein (1927-2004)[6]quien lo acompañaba ese día, de su proyecto para Toulouse Le Mirail el cual venía a ser la primera exploración (junto con las experiencias inglesas de los Smithsons también del Team X) de un tipo de asociación entre edificios de vivienda que buscaba alejarse de la repetición de bloques individuales para proponer continuidades y cambios de dirección que favorecían un espacio urbano más dinámico, distinto del típico espacio libre residual entre bloques que caracterizaba los conjuntos urbanos de la política de vivienda en Francia. Una exploración que si bien tuvo interés y ayudó a la liberación de algunas de las rigideces conceptuales de la modernidad terminó teniendo problemas análogos a los que pretendía solucionar.

Toulouse Le Miráil de Georges Candilis, quería ser una demostración de las tesis urbanas del Team X. La realidad terminó derrotando las expectativas que la publicidad otorgó a este grupo.

Tuvo consecuencias para mí la charla de Guy Lagneau (1915-1996) de la firma Lagneau-Weil et Dimitrijevic –en su juventud colaborador de Auguste Perret– quien mostró su proyecto para el Museo de Arte Moderno de Le Havre[7]con ciertos detalles constructivos de Jean Prouvé, y su vivienda-tipo metálica para el Sahara en colaboración también con Jean Prouvé, además de algunos trabajos en Mauritania, todo lo cual me interesó hasta el punto que me acerqué a él planteándole la posibilidad de trabajar en su estudio en condiciones similares a como había trabajado en Chile, es decir, sin sueldo pero integrado como un miembro de su equipo profesional, lo cual aceptó de buen grado y me llevó a trabajar con su firma desde fines del mes de Febrero de 1962 hasta poco antes de mi regreso a Venezuela.

Museo de Le Havre (1960-61) de Guy Lagneau, Weil y Dimitrijevic.

[1]Asistí al V Seminario de Arquitectura Latinoamericana (SAL), el cual se realizó junto con la Bienal de Arquitectura de Chile, en 1991.

[2]El IRFED, Institut International de Recherche et de Formation Education et Développement fundado tres años antes (1958) por el sacerdote católico Louis Joseph Lebret (1897-1966) (fundador en 1941 de la Asociación Economie et Humanismeen la ciudad de Lyon) era visto con mucho interés a causa de su aproximación a la Planificación del Desarrollo Económico –tema muy en boga en esos tiempos– desde un punto de vista cristiano, como contrapeso a la Planificación de inspiración marxista que desde la Unión Soviética se convertía en paradigma para los sectores políticos de izquierda revolucionaria. Era muy bien visto por el partido social-cristiano venezolano COPEI quien participaba en el gobierno de coalición (1960-65) presidido por Rómulo Betancourt, y de hecho, el gobierno venezolano financió numerosas becas de estudio en ese Instituto, entre las cuales las de nuestras amigas. El IRFED existe todavía con otro nombre, Centre International Développement et civilisations-Lebret-Irfed. Sus actividades siguen siendo inspiradas por la idea de una Economía de rostro humano lo cual puede resumir su inspiración ideológica. El gobierno venezolano de entonces le encargó a ese instituto algunos trabajos de análisis de la realidad venezolana que terminaron olvidados en el trajín de lo inmediato y urgente, destino venezolano inescapable. Lebret estuvo al menos dos veces en Venezuela durante esos años.

[3]OAS: Organization de l’Armée Sécrète que se oponía a la autodeterminación de Argel propuesta por De Gaulle considerándola una derrota ante el FLN (Front de Libération National) argelino el cual a su vez había adelantado una lucha terrorista contra la ocupación francesa.

[4]Me he referido antes a que en el libro de Dreyfus, en el capítulo donde se estudian las características del movimiento del aire en la ventilación cruzada, se favorece la adopción de la ventana vertical de piso a techo debido a su especial eficacia, lo cual constituyó para mí un sorpresivo apoyo técnico a la invenciónque Le Corbusier bautizó como aireador vertical, principio que utilicé en mi propia casa y en otras experiencias.

[5]Siempre lo vi –sin posibilidad alguna de influir para que ello ocurriera– como un modelo muy interesante para nuestro país, donde los programas de vivienda han carecido de una tutela técnica capaz de promover formas de superación de sus agudas carencias.

[6]Ionel Schein fue el autor de una obra de divulgación que tuvo mucha circulación: Paris construit. Guide de lArchitecture Contemporaine (1961) y de otras obras de crítica arquitectónica y urbana entre ellas Caracas et la difficulté d’être  une ville-1972. Tuve la impresión de que acompañaba el día de nuestra conferencia a Candilis como co-autor del documental sobre Toulouse Le Mirail, hasta el punto de que pensé que se trataba de un hombre de cine. Schein tuvo a fines de los sesenta y primeros setenta mucha relación con los arquitectos venezolanos autores de Parque Central Daniel Fernández-Shaw y Enrique Siso y estuvo varias veces en Venezuela. Había yo recién terminado mi casa de Alto Hatillo cuando un día me encontré una nota de Schein escrita con marcador fino sobre la pared externa de mi estudio con su firma (al exterior de la casa había acceso libre) en la cual me decía con palabras que ya olvidé que él admiraba al mismo arquitecto que yo, Le Corbusier. La nota desapareció al poco tiempo.

[7]Fue el primer museo importante construido en Francia después de la guerra y se acababa de inaugurar cuando Lagneau nos habló.