ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro

Desde fines del siglo 18 y todo el diecinueve América era para cualquier europeo una promesa de vida mejor y oportunidades inéditas. Pero muy en especial lo era para quienes a causa de su nivel social no participaban en los círculos del poder político y económico al alcance de la burguesía adinerada producto de la Revolución Industrial o de la languideciente aristocracia monárquica. Mis antepasados tanto del lado de mi padre como de mi madre, pertenecían a ese sector social. Por ejemplo, Rudesindo Tenreiro mi bisabuelo paterno a quien ya he mencionado, evidentemente no era de la rama familiar pija, la del tejo de los Tenreiro y Villa Magdalena, porque esa rama del apellido, precisamente por ser pijos, no tenía necesidad de correr riesgos en mundos ajenos; y además, si tuviéramos algo que ver con gente tan notoria, ya lo hubiéramos sabido. Su origen modesto me quedó más claro aún luego de mi contacto reciente por Internet con un gallego del mismo apellido, cuya actitud algo desdeñosa indicaba que los Tenreiro de mi pasado debían pertenecer a una rama secundaria. En resumen, gente de trabajo. Con buen nivel de educación porque Rudesindo era abogado.

En todo caso, cuando la familia se embarcó para Cuba dejando atrás el río Eume y su puente en construcción, no estaban tomando una decisión tan difícil. Los gallegos en ese tiempo emigraban y el paso de entregarse a otros mundos ya formaba parte de la cultura de esta región de España. Aparte de ello, hacerlo yéndose a Cuba era bastante lógico si pensamos que se trataba de ir a una colonia del Reino por lo cual no eran necesarias tramitaciones trabajosas. Cuba antes de su separación de España en 1899 y cese de la ocupación americana en 1902 se había convertido en receptora principal de la emigración española y en especial gallega, e igualmente era meta final para emigrados procedentes de otros países europeos.

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A un alemán sin embargo las cosas se le presentaban más complicadas. Estaba en primer lugar la necesidad de adaptarse a un clima distinto en términos mucho más radicales de los que enfrentaría un gallego. El trópico, pese al atractivo con que lo revistió el legado de Humboldt –que convierte a los alemanes educados en simpatizantes naturales con lo agreste e indomable suramericano– es siempre intimidante. También hace dudar la barrera idiomática y sus implicaciones culturales, reflejadas en otros modos de ser y relacionarse, lo cual no es problema para un hijo de la Madre Patria. Y a todo ello se agrega un aspecto demasiado importante para la mentalidad germana: la ansiedad respecto a los inconvenientes que podrían esperarse por parte de una administración pública extranjera demasiado joven y poco rigurosa. Sin dejar de mencionar las tediosas tramitaciones legales en Alemania misma, como las que debió enfrentar Agustín Codazzi (1793-1859)[1]cuando entre 1840 y 1843 adelantaba su proyecto de la Colonia Tovar, destinada a colonos  mayoritariamente del Gran Ducado de Baden[2]cuyas autoridades hicieron múltiples exigencias para aprobar la emigración.

Hermann Degwitz Naruga, quien iba a ser mi bisabuelo por parte de madre, pudo haber tenido todas estas cosas en mente cuando decidió venirse a Venezuela en 1864.  Y también Jacobus Korndörfer quien tal vez habrá conocido el prospecto redactado por Codazzi explicando los planes para la Colonia y los compromisos con los eventuales colonos. Jacobus y su esposa Bárbara Freiler, eran una de las familias reclutadas por Codazzi para su proyectada Colonia, y serían los padres ya en Venezuela de Carolina Korndörfer la futura esposa de Hermann, nacido en Prusia Oriental, hoy Polonia, en 1836, en la aldea de Knobbenort perteneciente al Distrito (o Región) de Gumbinnen.

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El caso es que los gobiernos venezolanos, muy desde el principio de la república hicieron esfuerzos para atraer la inmigración europea, los cuales se extendieron todo el siglo diecinueve y se reanudaron luego de la Segunda Guerra Mundial.  Porque la idea de poblar nuestros extensos territorios con inmigrantes del viejo continente se convirtió entre nosotros en un tema permanente estimulado por las decisiones que en esa materia se habían tomado en los Estados Unidos de América desde los primeros años después de su Independencia, decisiones que crearon un flujo emigratorio que para muchos fue uno de los fundamentos de los niveles de prosperidad alcanzados por la nueva nación.  De la importancia y recurrencia de la cuestión de la inmigración en las tempranas políticas oficiales venezolanas me he enterado mejor recurriendo a la excelente biografía de Agustín Codazzi[3]de Juan José Pérez Rancel, colega profesor de la Escuela de Arquitectura de la UCV, la cual consulté sobre todo a propósito de la Colonia Tovar, a la cual el libro le dedica un capítulo completo. En efecto, el interés venezolano en favorecer la inmigración, compartido con otros países de Iberoamérica, llevó al gobierno en 1840, siendo Presidente José Antonio Páez, a nombrar un Agente Especial para la Inmigración en la persona del naturalista francés Sabin Berthelot, quien residía en las Islas Canarias en contacto permanente con París, nombramiento que tenía como principal atribución el hacer conocer las facilidades –en el papel muy atractivas– que el gobierno venezolano daba para la fundación de colonias agrícolas integradas por inmigrantes.

Sabin Berthelot (Internet)

Es al año siguiente del nombramiento de Berthelot, a quien Codazzi conoció bien, cuando comienzan los trabajos en el terreno para hacer realidad la Colonia Tovar[4], experiencia que luego del siglo y medio transcurrido desde su comienzo puede calificarse de particularmente exitosa pese a que inicialmente los colonos debieron hacer frente a todo tipo de problemas derivados del incumplimiento de las ofertas que se les habían hecho en cuanto a apertura de vías hasta los puertos inmediatos, áreas de recepción provisionales y en general apoyo básico antes del comienzo formal de los trabajos agrícolas y de construcción. Incluso en el momento mismo de su llegada a Venezuela se sometió a los colonos a grandes humillaciones y exigencias, como veremos más adelante. Pero una vez ya el grupo de emigrados en verdadera posesión de sus tierras y habiendo logrado por sí mismos abrir canales para el acceso a los mercados, la Colonia prosperó (muy medianamente y luego de fuertes dificultades , entre las cuales muchas deserciones) como fuente de suministro de productos agrícolas y la comunidad echó raíces que han perdurado hasta hoy.

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Desconozco el origen familiar de  Jacobus Korndörfer o el de su esposa Bárbara Freiler. Ella se embarazó poco tiempo después de instalados –muy precariamente– en la Colonia, y dio a luz en 1846, seguramente en la misma Colonia Tovar, a Carolina quien como ya he dicho sería la esposa de mi bisabuelo materno Hermann Degwitz Naruga. Fueron Hermann y Carolina los padres de mi abuelo, nacido en Venezuela, Guillermo Degwitz y de su hermana, Carolina Degwitz Korndörfer. Guillermo se casará con Elizabeth Aigster Grimm, los padres de Cecilia Degwitz mi madre. Elizabeth también nacida en Venezuela, era hija de Johannes Carl Christofer Aigster, de padre bávaro y madre danesa, Henriette Hinrichsen. Johannes había nacido el 12 de Enero de 1834 en Altona[5]hoy un distrito de Hamburgo, en ese tiempo aldea cercana al gran puerto, nombre que al mencionarlo mi madre –ya yo cerca de los treinta años– me recordaba el título de una buena película Los secuestrados de Altona basada en la obra teatral de Jean Paul Sartre con el mismo nombre. La dirigió Vittorio de Sica y actuaban Sofía Loren, Robert Wagner y el gran actor alemán Maximilian Schell. Después de verla me quedé con la vaga y equivocada impresión de que Altona era una región de Alemania.

Y también Hamburgo figuraba mucho en las menciones a Alemania que se hacían en la casa familiar de mi madre en Valencia, Venezuela. Y es que Hamburgo, gracias a su condición de principalísimo puerto por el cual pasaban en un sentido o el contrario, personas y mercaderías de América, fue muy importante para América Latina y en particular para Venezuela. Era la ciudad más importante entre las que componían la Liga Hanseática, asociación de ciudades portuarias del norte de Alemania, constituidas en ligaguilda o gremio en español– que daban al Mar Báltico y Mar del Norte, y en ella estaba incluida en tiempos muy anteriores (siglo quince) parte de lo que hoy es Holanda y Bélgica y también Prusia oriental, de donde he dicho que era mi bisabuelo Hermann. O sea, lo veo ahora con claridad, que también para Hermann y por su influencia en su hijo Guillermo, mi abuelo, Hamburgo era lugar de referencia y en cierto modo la imagen familiar de Alemania, y así nos llegó a nosotros los niños. La importancia de sus relaciones comerciales con América del Sur las cuales llegaron hasta principios del siglo veinte la explica por ejemplo el nombre de un edificio patrimonial de la ciudad que pudiéramos considerar protomoderno, que es la Chile Haus (Casa de Chile) interesante edificio construido en 1924, el cual oímos nombrar a Kenneth Frampton por primera vez hace unos cuantos años.

Chilehaus-Hamburgo 1924

De la conjunción de todas estas ramas o raíces alemanas que van de Prusia Oriental, Hamburgo y Dinamarca –el Báltico y el Mar del Norte– hasta Baden en el sur cerca de Baviera, sumando una raíz que no he nombrado (la madre de mi abuela materna) que llega hasta Annaberg región de Erzgebirge cerca de la República Checa y aún más allá hasta Schlesien –Silesia en español–en la actual Polonia; de toda esa mezcla de pequeñas regiones con historia propia como es común en Europa, sazonadas por dos generaciones con el aporte tropical venezolano, y representada por Guillermo Degwitz Korndörfer  y Elizabeth Aigster Grimm, vio la luz mi madre y sus ocho hermanos: Hermann, Guillermo, Ricardo, Elizabeth, Alesia, Oscar, Carlos,  Carlota y Cecilia Carolina Nicasia Degwitz Aigster, mi madre.

La familia Degwitz-Aigster en 1913. Mi madre es la que está junto a la abuela de pie, tocando su pierna

Guillermo Degwitz Korndörfer, tal vez en 1920.

La abuela Elizabeth Aigster Grimm

 

Y ya ubicados a grosso modo los orígenes familiares mediante nombres que uno siempre confunde, vale la pena decir algo sobre el tema religioso, especialmente importante en tiempos en los que el proceso de secularización de la sociedad occidental luchaba por establecerse.

Los bisabuelos de nuestro lado materno pertenecían a la Iglesia Luterana. Pero los abuelos ya nacidos en Venezuela eran católicos. Sin embargo, nunca tuvimos fechas o circunstancias sobre el bautizo del abuelo Guillermo (1869-1922) como católico porque su memoria para nosotros era demasiado lejana. No lo conocimos, murió muy joven a los 51 años, catorce años antes de que naciera nuestro hermano mayor Jesús; y nunca surgió para nosotros el tema de su bautizo. Pero sí se comentaba de un modo vago que Elizabeth la abuela (1872-1949), mamá Lisbet, o misia Lispe como le decían en Valencia, era bautizada. No tengo dato alguno sobre cuando lo había hecho porque la vaguedad a la que aludo se debía sin duda a que se consideraba un tema delicado: cristianismos enfrentados con una historia de aguerridos enemigos. Creo probable que se haya bautizado muy joven. Y sin aspaviento ninguno maduró en edad como una señora venezolana que no desentonaba sino al contrario, porque tanto ella como sus hijas eran católicas fervientes: por ejemplo se rezaba el rosario todas las tardes en la casa cuando ella vivía. Sin embargo, Hermann Degwitz Naruga[6]y Carolina Korndörfer, los padres de Guillermo, expresaban con claridad su credo luterano. Lo deduzco por el hermoso contrato matrimonial que suscribieron el cual juzgo como una afirmación de identidad religioso-cultural. En él expresan su voluntad de permanecer fieles a la religión protestante razón por la que se niegan a casarse por la Iglesia Católica, única posibilidad legal para el vínculo matrimonial cuando aún no existía en Venezuela el matrimonio civil. Me conmueve cada vez que lo leo.  Va sin los nombres:

 

…declaramos solemnemente que estamos resueltos a contraer matrimonio, pero no queremos abandonar nuestra religión, la fe Protestante, la cual hemos profesado y profesaremos fiel hasta la muerte, y como aquí en Valencia, capital del Estado Carabobo República de Venezuela en América del Sur no hay otra posibilidad de casarnos sin aceptar la religión Católica, Apostólica, Romana, hemos convenido celebrar este contrato de compromiso, prometiendo casarnos en la primera ocasión que se nos presente, sea por un sacerdote protestante o bien por algún cónsul que tenga la facultad de casar legalmente sea aquí o en otra parte y deseamos que este contrato se tenga y se reconozca como la expresión de nuestra voluntad.

Prometemos amarnos y de sernos fiel (sic)hasta el fin de nuestros días, de partir los trabajos y sinsabores de la vida, de ayudarnos mutuamente tanto cuanto estuviere de nuestra parte y como lo exige la religión cristiana.

Queremos que se tenga este contrato tan válido como si fuera un matrimonio legítimo …

Se pierde la última línea. La fecha es 20 de Agosto de 1875. Hermoso modo de ver la vida.

 

 

 

 

 

 

[1]Agustín Codazzi (1793-1859), fue un ingeniero militar nacido en Lugo, Italia, geógrafo y cartógrafo, explorador acucioso y sobre todo hombre de pensamiento con una amplia formación científica. Fue uno de esos personajes claves en los primeros años de nuestra república. Uno de sus proyectos realizados más notorios fue el de esta Colonia Tovar, asentamiento agrícola de emigrados alemanes ubicado a 35 km. de distancia de Caracas, en la serranía que la separa del mar, a una altura promedio de 1750 m.

[2]Estado histórico ubicado al suroeste de Alemania en la ribera oriental del río Rin. Desde principios del siglo veinte forma parte del Land de Baden-Wurtemberg. Su capital es Karlsruhe

[3]Agustín Codazzi, Italia y la construcción del Nuevo Mundo. Petroglifo Producciones. 2002.

[4]La Colonia Tovar fue en realidad una empresa privada, si bien contó con la asistencia del Estado. Los socios eran  Codazzi, Alexander Benitz alemán, Martín Tovar, Manuel Felipe Tovar (el dueño de las tierras, sobrino de Martín), Ramón Díaz y Sinder Pellegrini. Alejandro de Humboldt conoció de los planes para la Colonia mientras Codazzi residía en París. Asesoró al grupo promotor con sus amplios conocimientos de nuestra naturaleza. Codazzi se enorgullecía del apoyo científico de Humboldt para la empresa, algo excepcional.

[5]Ello consta en la copia de una partida de nacimiento emitida allí, conservada entre los papeles que han terminado en mis manos.

[6]Su profesión original era la de constructor de carruajes, o carretero como se le dice en español. Entendíamos por los comentarios de familia que el apellido Naruga es de ascendencia rusa.