ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

oscar-tenreiro-Mano-abierta

Los versos de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique (1440-1479), que ayudan a dar sentido a la frase que Le Corbusier escribió y ha servido de título a los dos libros que he publicado recientemente, me los hizo conocer en tiempos de nuestra adolescencia en Maracay mi hermano Jesús Tenreiro. Se las acababa de mencionar el profesor de Castellano y Literatura de tercer año de secundaria, y Jesús me las leyó en voz alta, emocionado, apoyado en la puerta de la habitación paterna frente al segundo patio de la casa, una tarde cualquiera, sosteniendo el libro de poesía que papá conservaba y atesoraba.

Y así dijo:…Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / que es el morir….sin que yo pudiera imaginar el sentido que iba a cobrar para mí la figura del mar como destino último de la vida de todo hombre.  Ni tampoco que en los primeros versos del mismo poema encontraría lo que viene a mí en estos días cavilando sobre la vejez, cuando la nostalgia ocasional que me produce la ausencia del hermano me hace verla como sorpresiva y repentina sin que lo haya sido: Recuerde el alma dormida, / avive el seso y despierte / contemplando / cómo se pasa la vida / cómo se viene la muerte / tan callando…Sí, mi conciencia de esa muerte llegó así, tan callando. Porque es ahora, ya muy lejos del lunes 10 de diciembre de 2007, cuando busco a Jesús y no está, cuando lo llamo y no me escucha. Es ahora cuando, dejándome llevar, quiero hablarle para contarle algunas cosas que percibo con angustia. Y pienso que como hacía siempre respondiendo a mis ansiedades, me hubiera dado explicaciones surgidas de su estudio de la psicología arquetipal al cual le dedicó tanto tiempo en sus últimos años de vida y usaba para  colmar sus inquietudes. Lo lograba él, pero a mí me resultaba siempre un poco ajena. Porque éramos muy distintos, no dejo de pensarlo. Lo que para  él era respuesta, para mí seguía siendo pregunta. No lograba yo superar el desasosiego, la incomodidad, que si bien estaba dirigida hacia mí mismo, buscaba un acuerdo que con frecuencia era más bien insatisfacción con lo conversado. Y ahora, luego de su partida, se ha hecho  intensa y problemática porque veo  cómo el mundo que nos rodea parece estar agobiado por conflictos que degradan tantas de las cosas que significaron mucho para mí y los míos, él incluido.

**********

La perspectiva más completa que nos proporciona la edad nos ayuda a hacernos conscientes de que en los tiempos actuales las mejores esperanzas de nuestros años de juventud han sido aparentemente derrotadas. Como ejemplo, el país con mayor responsabilidad en el difícil proceso de perfeccionamiento de la democracia, los Estados Unidos, está abrumado con la disociación, la fragmentación. Se niega al otro desmenuzando sus virtudes y sus defectos para mezclarlos y poder justificar más fácilmente el cerrarse sobre sí mismo bloqueando toda posible comunicación. Y el antagonismo, sólo suspendido en aparente espera de la violencia disfrazada de solución, se ha convertido en ideología que entroniza la ignorancia como instrumento de manipulación al servicio de falsos profetas. Nada de esto es nuevo, pero nunca como en estos años recientes el ejercicio del liderazgo democrático se ha querido fundar en la simpleza y una especie de orgullosa estupidez que evita debatir con razones y argumentos.  Nosotros llegamos a la adolescencia burlándonos  con buenas razones de un führer ridículo que gesticulaba como un payaso mientras arrastraba al mundo a una inmensa tragedia. Pero ocurre que una nueva versión del payaso ocupa ahora un espacio central sin que importantes mayorías se den cuenta de lo cerca que está el mundo de nuevas tragedias análogas a aquella, una de ellas ya activa en el corazón de Europa. Y menos se alcanza a entender que los discursos prevalecientes hoy estén construidos de los mismos antivalores de ayer. Hasta los diez mandamientos, sencillos y primordiales, supuestamente fundamentales para el marco ético-religioso que inspiró la Constitución de los Estados Unidos, se han convertido en letra muerta para las grandes mayorías incluyendo a quienes se tienen en ese país y fuera de él como especialmente religiosos,[1] y por ello mismo se sienten defensores del espíritu esencial de un documento que fue esperanza.

**********

Ya se cuenta por décadas el tiempo que llevo comentando entre mi gente cercana y en especial con Nubia mi esposa, acerca de la soledad y el aislamiento que en general experimentan muchos de quienes viven en los Estados Unidos. A partir de un momento coincidente con mi corta experiencia de vida allí en 1985, quedé marcado por la noción de que bajo las apariencias de una convivencia social básica, ese aislamiento se iba manifestando progresivamente en formas muy destructivas hasta convertirse en un verdadero mal colectivo que no tardaría en dejar una huella difícil en el comportamiento de las personas y en general en los usos sociales de ese país. Y así ha ocurrido en los últimos tiempos. Está presente de modo particularmente agudo, en la repetición que a veces parece imposible de explosiones de violencia individuales, en las cuales actúa el lenguaje de las armas, precisamente incubado en la soledad y el aislamiento. Explosiones que funcionan como el último adiós de una psique personal dominada por la amargura y la incomunicación que encuentra consuelo cortando la vida de otros que son víctimas inocentes. Es un absurdo grito de desesperación de quien se despide del mundo –porque espera morir en el lance– avivando un aquelarre sangriento impulsado por la ira y la ceguera.

Lo que se gestó e incubó con soledad y aislamiento, sin afectos cercanos moderadores de la negación, se revela hoy como un mal de enormes dimensiones, llevando la situación a extremos tales que el Cirujano General de ese país Vivek H. Murthy se pronunció sobre el tema y dijo textualmente entre otras cosas en un artículo aparecido[2] hace una semana (hoy es 4 de mayo de 2023) en el New York Times: …Necesitamos reconocer la soledad y el aislamiento que millones están experimentando y las graves consecuencias para nuestra salud mental, salud física y bienestar colectivo

Portada del artículo del Cirujano General de los Estados Unidos aparecido recientemente en el New York Times.

**********

Mientras he ido redactando estas líneas han muerto casi veinte personas en dos tiroteos sucesivos en distintas partes de la Unión Americana. Y la última noticia es la de un arrollamiento masivo de unos venezolanos que esperaban transporte colectivo en Brownsville, Texas. Sucesos que se repiten como si se tratara de un rito diabólico. Y como los Estados Unidos son centro de irradiación de todas las actualidades, de lo que se presenta como nuevo y renovado, es muy probable que se rieguen por el mundo no sólo las excentricidades de las modas y los sesgos que señalan lo que debe llevarse, sino que junto con lo intrascendente y comercial se incluyan esos desplantes iracundos y enfermos. Puede parecer absurdo lo que estoy temiendo, pero ya ha ocurrido que versiones inspiradas directamente en  las normas legales impulsadas por las luchas ideológicas internas entre republicanos y demócratas, se han adoptado acríticamente en países que muy poco tienen que ver con el acontecer estadounidense; todo para cumplir con el ritual de estar al día. Esa adopción indiscriminada de leyes impulsadas por el populismo –de izquierdas o derechas–y su esquematismo, ha creado divisiones y polarizaciones que empantanan el equilibrio democrático. Y lo peor es que la fiebre imitatoria ha arrastrado conductas, prejuicios, ideologías en fin, que perfectamente podrían incluir la imitación del odio. Es por eso –lo postulo como hipótesis– que en un pequeño país, Serbia[3], víctima reciente de la enfermedad de la guerra que además de la destrucción moral que la acompaña convierte las armas en utensilios domésticos al estilo del país modelo, ocurrieron masacres que no es aventurado atribuir a la pulsión imitatoria. Si se imita lo intrascendente ¿por qué no imitar lo más definitivo, lo que resolvería con la muerte –de los otros– las diferencias? La pulsión imitatoria, por su misma naturaleza esquemática y voluble, puede considerar como digno de imitación el asesinato colectivo a manos de un desquiciado que entrega en el mismo acto una vida sola y aislada, sin esperanza ni amor, la de él. Se manifiesta así con un antagónico disfraz el terrorismo de siempre.

Nunca pensamos que semejante distorsión, nacida en las siempre inescrutables profundidades del alma personal y colectiva, sería posible. Sobre ella seguramente tendría respuestas la psicología arquetipal y sería tema de una conversación que nunca ocurrirá. Por ahora, trabajar con la escritura las inquietudes que me acosan, me ayuda a hablar conmigo mismo y me lleva de nuevo a dos de las coplas de Jorge Manrique, sencillos milagros de nuestro idioma, portadoras de la sabiduría que hoy se me hace esquiva:

V

Este mundo es el camino / para el otro que es morada / sin pesar; / mas cumple tener buen tino / para andar esta jornada / sin errar; /  Partimos cuando nacemos, / andamos mientras vivimos, / y llegamos /al tiempo que fenecemos; / así que, cuando morimos, / descansamos.

VIII

Decidme: la hermosura, / la gentil frescura y tez / de la cara, / la color y la blancura / cuando viene la vejez / ¿cuál se para? / las mañas y ligereza / y la fuerza corporal / de juventud, / todo se torna graveza / cuando llega al arrabal / de senectud.

Monumento a Jorge Manrique en Paredes de Nava, España.

**********

Si para cualquier joven con preocupaciones surgidas de un deseo de luchar a favor de sus expectativas, era claro que en los años posteriores a la Segunda Guerra se estaba jugando el destino de la democracia, hoy se dará cuenta de que el riesgo continúa vivo y que los que lo alimentan son los que hace tres cuartos de siglo lo combatían. ¿Se sentirá llamado a dar testimonio de su posición y sus convicciones? ¿Se le plantearán urgencias análogas a las de aquellos tiempos de la posguerra? No lo creo. Lo digo al constatar algo que está a la vista de cualquiera: lo que se espera del joven de hoy en las sociedades que mueven el poder mundial es sobre todo que se sume al crecimiento del consumo promovido por las redes sociales, que se dedique a intercambiar mensajes y fotos de sus andanzas en olor de amistad y de familia y de ninguna manera estimular moralinas sobre conductas y prioridades sociales. En resumen, no se le pide que convenza a nadie sino que sea usuario activo de las redes para aumentar su rentabilidad. Todo ese inmenso aparataje y la confusión que promueve excluye la importancia de lo testimonial. Puede incluso decirse que lo testimonial es hoy despreciado y relegado en nombre de lo políticamente correcto y su polo opositor. Cada uno en lo suyo sin dar razones ni buscar coincidencias. Y eso ocurre a pesar de que lo testimonial pareciera ser una condición para dejar espacio al encuentro de los opuestos, sin lo cual la construcción democrática se hace imposible. Lo testimonial es una prueba de la solidez o la profundidad del pensamiento de quien lo asume como conducta. Dar testimonio de lo que se defiende, de lo que se promueve, de lo que se espera, es requisito simétrico entre quienes se oponen, unos y otros, para dar espacio a una forma de sinceridad que conduce a la comprensión de los motivos de cada quien. Se trata de afirmar y poner a prueba el cuerpo de ideas y conceptos que justifican o apoyan la conducta. Conducta que hoy está devaluada a manos de la frivolidad líquida –uso el feliz término acuñado por Zygmunt Bauman[4]–  que penetra indetenible por todos los resquicios.

**********

Como ya he dicho varias veces en estas notas, darle valor al testimonio y tratar de asumirlo formó parte de mis intenciones o más bien propósitos personales durante un tiempo temprano de mi vida adulta. Me parecía, admito que de una forma demasiado insistente, que debía considerarlo esencial. Y arropado por esos modos de reflexionar en los tiempos en los que comenzaba a abrirme al mundo, conocí de la existencia muy antigua de San Esteban Protomártir[5], uno de los primeros mártires de la cristiandad cuya muerte por lapidación se dice que fue presenciada por San Pablo joven –Saulo– antes de la jornada que lo llevó a  Damasco para ser protagonista de la conversión más conocida de la historia universal. Sin duda mi interés se apoyaba  en la idea de que lo testimonial en casos extremos lleva al martirio, conduce a la entrega definitiva. Quien en los siglos primigenios decidía dar testimonio de su Fe para adherirse a la expansión del cristianismo, sabía que su destino podía ser el martirio. Y San Esteban convirtió las piedras que oficiaron su muerte en símbolo de las virtudes de su Fe. Lo condenaron a morir lapidado por haber sido acusado –falsamente– de revelarse contra el poder de las jerarquías religiosas. Todo lo poco pero definitivo que entonces supe sobre él, tenía un aura poética, seductora, tal vez por tratarse precisamente de un joven que podía haber tenido mi edad o aún menor, a quien lo golpeó una muerte injusta y terrible muy poco tiempo después de encontrarse con la buena nueva.  Y su memoria, o más bien lo que construí con su historia en mi memoria, se hizo punto de reflexión que aún me lleva hacia él y lo que se dice de él. Chispa venida de muy lejos en el tiempo (siglo primero) que me llevó a la decisión compartida con su madre, Delia Picón, de darle ese nombre a nuestro cuarto hijo. A ese nombre agregamos otro, Gabriel, también vinculado a vivencias personales. Porque es el título y el tema de un poema escrito por Joaquín Alliende Luco, sacerdote entonces y hoy, poeta chileno muy celebrado, quien en esos años era nuestro amigo y que durante los primerísimos tiempos de la formación de mi familia fue receptor de buena parte de las preocupaciones que nunca se me han escapado del todo y revivo en estas páginas.

 

 Del libro de poemas «Bienandanzas» (1964) del Pbro chileno Joaquín Alliende Luco

(El poeta me dijo que se había inspirado en un cuadro de Paul Klee, cuya reproducción estuvo en nuestro hogar ambulante en los años 1960 a 65, aquí lo incluyo).

Senecio, de Paul Klee (1922)

SOY UN GABRIEL

Soy un gabriel / llevo las manos en los bolsillos de la chaqueta. / Tú lo sabes: soy un gabriel. Se me desliza / un ojo y siempre pinto las casas con techos amarillos, / Prefiero los cuellos abiertos / y los botones grandes./

 Nadie piensa / que tú eres mi Padre. De esto / viene la mitad de los enredos: / que soy feo, que mirar así los barcos /

 es una impertinencia a la laguna…/ ¡A mí me es igual encontrar / la sopa fría, / pero el parque necesita que al salir de clases / le revise el pasto! / Además tengo que pensarlo todo./

 Yo no me puedo acordar todos los días / que soy un gabriel. Los lunes deseo / ser como los otros, ser  hijo de un jardinero / con olor a tierra negra,

/ ser hijo de alguien con sonidos./ (A mí me gustaría tropezarme con mi Padre). /

 Los jueves estoy sano. Dicen / que soy nervioso. Yo espero / el día jueves mientras pinto / techos, sus casas y, arriba, lunas nuevas./

 Aunque nadie crea, / yo soy tu Gabriel y el Domingo / es un asunto de paciencia / mientras afilamos el lápiz de amarillo.  

**********

El martirio fue uno de los fundamentos de la expansión de la cristiandad. Y aunque no estemos muy conscientes de ello, el martirio no es sólo propio de tiempos anteriores ni se realiza únicamente como demostración de Fe religiosa. Puede ser una forma de lucha para obtener un bien superior. Jan Palach, joven checoeslovaco de apenas 19 años optó por el martirio y se inmoló en pleno centro de Praga en protesta por la invasión soviética el 16 de enero de 1969. Hoy es un símbolo imperecedero de la democracia y héroe de la memoria de su país.

No sobra decir que la democracia es un bien colectivo que exige dar testimonio a favor de su vigencia cuando se encuentra amenazada o confiscada por un poder dictatorial.  Testimonio que en múltiples ocasiones ha reclamado la vida de su protagonista. Muchos son los que han dado la vida por la democracia como institución social. Cuando nosotros en los años de recuperación democrática del siglo veinte venezolano nos planteábamos dar testimonio de nuestra posición respecto al rescate de la democracia, amenazado por los promotores de la revolución, lo hacíamos para enfrentarnos a gente del mismo linaje de quienes muy pocos años después la pisotearon y desmembraron. En aquellas luchas hubo algunas muertes, en las luchas más recientes muchas más; y hay todavía otros, numerosos, que hoy están encerrados en cárceles inhumanas amenazados por la tortura esperando que se abra una nueva etapa para la vida de nuestro país. Eso no se puede ignorar. La solidaridad con ellos es asunto que llama a todos, especialmente a los más jóvenes. La libertad democrática es un bien superior vinculado a lo más alto. Y plantea problemas de conciencia, dilemas y opciones dirigidas al alma de cada quien, si es que no se ha abandonado la capacidad de reflexionar.

Foto de Internet del momento de la inmolación de Jan Palach. Su sacrificio nos dice entre muchas cosas que nunca dejemos de pensar.

Y vale recordar que en este Blog, hablé extensamente de un mártir de la democracia rotundamente nuestro: Rafael Arévalo González[6]. No murió en la cárcel pero quedó tocada y quebrantada drásticamente su salud por casi treinta años sufriendo en las mazmorras de Gómez. Su ejemplo, un tanto oculto en nuestra memoria colectiva, nos llama a todos a que no dejemos de pensar.

**********

[1] Recuerdo al decir esto que un día Mariano Picón Salas, mi suegro en ese entonces, comentó que le había dicho a Monseñor Rincón Bonilla, Obispo Auxiliar de Caracas en esos años, en un aparte durante una ceremonia oficial –Picón Salas era Secretario de la Presidencia de la República– que a la Iglesia Católica le correspondía como tarea urgente y prioritaria hacer conocer los diez mandamientos. Ante lo cual Monseñor, quien era un poco corto de entendederas, según Don Mariano sonrió levemente sin entender la ironía…

[2] El artículo se titula: Nos hemos convertido en una nación solitaria. Es tiempo de arreglar eso. Fue publicado por el NYT el 30 de abril de 2023.https://www.nytimes.com/2023/04/30/opinion/loneliness-epidemic-america.html?campaign_id=39&emc=edit_ty_20230503&instance_id=91653&nl=opinion-today&regi_id=50979995&segment_id=131984&te=1&user_id=e5f471684110e09c2cddad35fbb0b3c4

[3] En Belgrado y en Mladenovac, cerca de Belgrado, dos sitios donde se escenificó el rito de la masacre colectiva: perecieron en total 17 personas, ocho a manos de un adolescente de 21 años y 9 de un niño de 13.

[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Zygmunt_Bauman – :~:text=Zygmunt Bauman, acuñó el término,sufren continuos e irrecuperables cambios.

[5] https://es.wikipedia.org/wiki/Esteban_(mártir)

[6]Ver las entradas que comienzan el 24 de enero de 2021 y terminan el 7 de marzo de 2021