ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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LAS TRUJILLO
Oscar Tenreiro

Deliberando con sus dos amigos, Jesús Antonio empezó a examinar las posibles decisiones a tomar. En el Liceo Agustín Codazzi, que como ya dije era el único de la ciudad, no había pre-universitario –Quinto Año– de Física y Matemáticas, imprescindible para estudiar arquitectura. Lo había solo de Humanidades. Esperando que esa situación cambiara tal como los chismes decían que ocurriría, Mory y Gustavo decidieron inscribirse en el Quinto Año de Humanidades con la idea de cambiarse a Física y Matemáticas apenas lo abrieran, Pero Jesús no estuvo de acuerdo, de modo que se inclinó más bien, apoyado por mamá, en optar por el curso de Física y Matemáticas del Colegio La Salle de Caracas, lo cual le exigía mudarse a una habitación que como pensionado se le ofrecía en la casa de las hermanas Trujillo (en La Campiña, Caracas), conocidas como las señoritas Trujillo, muy amigas de Monseñor Pedro Pablo Tenreiro, quienes antes de la construcción de la Ave. Urdaneta (1) habían sido ocupantes de la casona patrimonial del Colegio Chaves en el Centro Histórico de Caracas.

Foto de Internet con la fachada del Colegio La Salle de Caracas terminado en 1924

Entrada al Colegio Chaves

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Ponía pues Monseñor su influencia para ayudar a su sobrino Tenreiro, conducta que rompía con la toma de distancia que según me indican mis recuerdos era lo esperable de parte de este tío tan particular, simpático y afable pero muy consciente de los límites en el trato con los demás –aunque fuesen de la familia– impuestos por su condición eclesiástica, límites que los niños intuyen. Y los rompía a veces, como ocurrió cuando, invitado por papá, estuvo con nosotros en Ocumare de la Costa durante una de las temporadas cortas (en 1951 si no me equivoco). Se sentaba en el corredor en las tardes viendo el mar junto a papá y mamá. Ella llevaba y traía de cuando en cuando el café y Monseñor dirigía (2). Cualquiera de nosotros los hijos –yo, al menos una vez– observábamos curiosos y oíamos como desgranaba anécdota tras anécdota saboreando la conversación que evidentemente amaba si el ponente era él. Le daba especial importancia a los muy simpáticos episodios de su estancia en Méjico donde estuvo unos meses, supongo que en torno a 1949.

Monseñor Pedro Pablo Tenreiro

Como ya he escrito en otra parte, papá entró al Seminario de Caracas junto con su hermano Pedro Pablo. Inserto aquí la única foto que existe de esa etapa de su vida. Aparece él con una expresión reposada, pensativa…

Esta foto de mi abuela materna Elizabeth junto con su sobrina Anita Tiede permite apreciar el paisaje que se percibía desde el corredor de nuestra casa, lugar donde ubico la conversación con Monseñor

Esta foto muestra a Jesús Antonio en Ocumare junto a una amiga de la familia (Mireya Michelena, quien cierra sus ojos) y una niña que no he identificado. La incluyo aquí porque es del mismo año de la visita de Monseñor

Y al evocar la persona y sus circunstancias puedo decir que lamento no haberle preguntado a Monseñor muchas cosas también de carácter anecdótico una de las cuales pudo haber sido si recordaba la historia de la muy peculiar fotografía que estuvo por años ampliada en formato extra-grande, enmarcada y colgada en el cuarto de papá. Desapareció cuando nuestra mudanza a Caracas . Lo representaba a él y a papá cuando eran muy niños (1908 aprox.) papá vestido de niña (tal como nos decía siempre mamá que se acostumbraba en esos tiempos con los niños muy pequeños), sentado en un parapeto de los que ponían como escenografía para las fotos de estudio, mirando distraído, pensando acaso en la inmortalidad del cangrejo como se decía en Venezuela cuando uno se evadía con el pensamiento. Pedro Pablo de pie, atento, asomando a través de los rizos del pelo una de sus grandes orejas, inconveniente legado familiar que ha perdurado por generaciones. Una copia de minúsculo tamaño de esta foto, colocada en una especie de relicario, cayó en mis manos no sé cómo. La conservo como un tesoro.

Se explica en el texto. Son Monseñor y mi papá cuando niños

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Y regreso a los afanes de Maracay para decir que Jesús dejó huella de excelencia en el corto tiempo, algo más de un trimestre, que pasó cursando el Quinto Año en el Colegio La Salle de Caracas. Lo comprobé cuatro años después. Nos habíamos mudado a Caracas (3) y yo cursaba el mismo Quinto Año del Colegio La Salle, cuyo profesor de planta era el Hermano Francisco, a quien le decían cariñosamente El Chivo. Y El chivo me dio una sorpresa. Un día de exámenes me llamó aparte y me enseñó una hoja de examen que guardaba como ejemplo. Estaba firmada por Jesús Antonio. Era sin duda digna de admiración: dibujos impecables, respuestas correctas, letra muy cuidada, bloques de texto alineados entre sí, respeto a los márgenes…etc. En fin, una muestra de excelencia que el viejo profesor reconocía con orgullo en su antiguo alumno. Toda una enseñanza para mí.

Una de las alas de aulas del Colegio La Salle Tienda Honda. El aula del Hno. Francisco estaba en el segundo piso detrás de la persona de camisa blanca

El Hermano Francisco con unos estudiantes. Foto de Internet.

Pero Jesús, pese a su alto rendimiento como estudiante estaba en dificultades para adaptarse a aquellos tiempos caraqueños. El ritmo y modo de vida de las señoritas Trujillo, dos personas bastante mayores cuya casa era demasiado silenciosa y triste, apegada a una disciplina de colegio de religiosas, se le hacían completamente antagónicas a sus rutinas y expectativas adolescentes. Tampoco había tenido tiempo de congeniar con los compañeros de curso, que tal como me pasó a mí unos años después, lo veían como un provinciano que los incomodaba con su mayor rendimiento y capacidad y por ello mismo lo trataban desde lejos, víctimas del gusanillo de la envidia. Y en cuanto a la convivencia, los fines de semana en soledad con las dos ancianas, no eran precisamente un ambiente cónsono para un joven adolescente con carácter dinámico e inconforme.
En todo caso, con razón o sin razón, el malestar de Jesús con su situación se convirtió en un problema que exigía decisiones familiares. De modo que viajamos todos, así lo recuerdo, a pasar un fin de semana en Caracas para resolver la crisis planteada por el hijo mayor quien como siempre estaba en el primer plano de los acuerdos o conflictos de la familia. Y nos reunimos una tarde en casa de tío Hermann, el hermano mayor de mamá, quien nos alojó y ofreció su casa (4) para que se hicieran las reuniones que el caso exigía. Las cuales se realizaban en la sala mientras nosotros esperábamos en el corredor. Al terminar, Jesús me invitó a reunirnos, estaríamos sólo él y yo (5). Nos sentamos los dos en sendas poltronas en el corredor lateral. Fue una conversación de contenido un tanto inesperado, porque en lugar de Jesús hablarme de lo poco atractivo de vivir donde las Trujillo o de lo que se esperaba de su rendimiento como estudiante, se dedicó a señalar las virtudes de una formación humanística versus la que él había escogido. Se extendió tomando como ejemplo el valor cultural de Uslar Pietri o el atractivo de las charlas sobre música de José Antonio Calcaño, me habló de la importancia de la literatura en la formación personal y en resumen del valor esencial de las humanidades para el desarrollo cultural de Venezuela. Toda una digresión respecto a lo que nos había llevado a conversar. Muy bien razonada hasta el punto de convencerme. Y veo ahora que la razón de ese aparente cambio de puntos de vista se debió a que Jesús sabía que regresar a Maracay, dejar atrás a Caracas y las Trujillo, exigiría inscribirse en Humanidades. Algo inevitable si no aparecía otra opción, que finalmente apareció y fue aprovechada por Jesús para sus nuevos planes. Sin duda él estaba manipulando, rasgo de su relación con los demás que iba apareciendo en su carácter. Preparaba el terreno para adelantarse a las decisiones que se avecinaban y él intuía.

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(1) Construir la Ave, Urdaneta en 1952, tiempos de la dictadura de Pérez Jiménez, exigía demoler la casona republicana de patios internos del Colegio fundado por Juan Nepomuceno Chaves. Era una casa muy hermosa construida a mediados del siglo 19. Hubo una polémica impulsada por los que luchaban por conservarla, Finalmente fracasaron. Se demolió y el Colegio Chaves debió mudarse.

(2) Monseñor ya era obispo honorífico cuando la conversación de Ocumare y fue nombrado obispo de Guanare en octubre de 1954, diócesis a la cual renunció en noviembre de 1965.

(3) Es probable que la haya botado papá cuando finalmente dejó la casa de Maracay y se mudó a Caracas para sumarse a mamá y los hermanos en 1957-58. Pasó cuatro años viviendo solo en el Hotel Jardín y viajando todos los fines de semana a Caracas.Tengo una copia de tamaño minúsculo, colocada en una especie de relicario, la única que existe. La muestro luego de una restauración con Photoshop.

(4) Muy espaciosa, proyecto de Gustavo Wallis, construida en Campo Alegre-Caracas. Hoy demolida.

(5) Recordemos que en ese momento yo tenía algo menos de trece años