Para los que no conocen Caracas, La Carlota es la extensión de terreno de casi 120 Hectáreas, en el corazón de la ciudad, donde opera un Aeropuerto que fue durante muchos años de uso civil, para aviones privados, y desde hace unos veinte años se convirtió en Zona Militar para llegar a transformarse sólo en Aeropuerto Militar. Hasta que el jefe Supremo de la Venezuela de hoy, hace algo más de cinco años, hizo saber su decisión (muy positiva desde luego y debió haberse tomado hace veinte años) de que el espacio dejaría de ser Aeropuerto para ponerse al servicio de la ciudad. Pero ocurrió como con muchas de las decisiones del Komandante, todavía nada se ha hecho allí y quedó en el recuerdo remoto una propuesta de usos ingeniosa, hecha rápidamente por Fruto Vivas, arquitecto muy conocido por el público en general.
Hasta que se fueron acercando las elecciones del próximo Octubre. El Régimen se acordó de las promesas y su Superministro para Caracas presentó un esquema de organización de La Carlota calificado como Plan Maestro. Y se anunciaba el comienzo de la construcción de un feo puente que conectaría con el Parque del Este. En el esquema había otras cosas que no cabe detallar aquí, aparte de que se conservaba la pista de aterrizaje flanqueada por un curioso «pasillo techado» desde donde suponemos que se contemplaría la pista frente al paisaje. También se proponían construcciones en el borde Norte, unas con sentido, otras con bastante menos. Y se incluyó a última hora ¡oh sorpresa! una pista de Fórmula Uno que rodearía el recinto, sugerencia del mismísimo Komandante revolucionario y anticapitalista.
No había muchas razones para estar contento. Porque además de lo dicho ya, los preparativos para el Concurso que se venían adelantando desde la Alcaldía Mayor, es decir desde la «oposición», daban la impresión de estar basados sobre todo en el deseo político de dar una versión distinta a la inminente propuesta del Régimen. Eso fue tal vez lo que llevó a crear una especie de «frente de defensa», agregándole a la palabra parque el adjetivo verde hasta convertirlo en una consigna. Era como una respuesta a las aviesas intenciones de todo aquel (entre ellos gentes como uno o como los burócratas del Régimen) que pensara que La Carlota debía ser una cosa distinta a un terreno grande con muchos árboles…y una pista de aterrizaje sobre cuya eliminación nunca hubo un pronunciamiento claro. Y la consigna quedó plasmada en el título de la convocatoria al Concurso. Se le dio además una gran figuración en el debate a las Asociaciones de Vecinos de las urbanizaciones de clase media adyacentes a La Carlota, cuyos voceros, muy activos en los medios de comunicación, se conducían como si el futuro del parque dependiese sobre todo de ellos.
En todo el proceso hubo pues una curiosa reedición con signo contrario de la actitud del Régimen. Era muy poco lo que se podía decir «desde fuera».
También podía ser extraño que en el Jurado no hubiese un arquitecto en el ejercicio activo y comprometido con la docencia, pero prefiero abreviar para ir hacia lo que digo más abajo y que me produce contento: que el Concurso ha permitido, pese a todo, obtener elementos para el mejor conocimiento del tema. Y allí está lo más positivo.
Lo cual me da pie para mencionar debilidades importantes en las propuestas seleccionadas.
En primer lugar sorprende ver en muchas de ellas la cinta de concreto y asfalto de la pista como elemento central. Hubo pocas con una posición crítica ante su conservación. Prevaleció una actitud que a falta de otra palabra uso la de «lisonjera». Se le rinde tributo. Se llega a plantear que dejar la pista es conservar la «memoria» de la ciudad, cuando ese aeropuerto jamás formó parte de Caracas, fue una isla.
La pista está presente en casi todas como una especie de totem. Lo que lleva a preguntarse si es tan difícil pasar por alto, hoy en día, sobre todo si se habla de aviones de gran tamaño (tipo Hércules se llegó a decir) que conservar una pista de emergencia no es distinto que conservar un aeropuerto. Con algunos servicios de apoyo disminuidos pero con lo demás perfectamente activo y operable. Una coexistencia imposible con un parque.
Hay otra debilidad muy común, la forma en la que se fantasea con el «río» Guaire, calificado desde hace muchos años por el Ingeniero hidráulico Santos Michelena (quien lo ha estudiado sistemáticamente), no como un río sino como un torrente, o, usando sus palabras «un canal de alta velocidad» es decir un curso cuyo caudal es fundamentalmente el que le proveen las aguas de lluvia, además, por supuesto de las aguas servidas que descargan en él sin considerar la existencia de los colectores marginales, a los cuales aún no se han empotrado los sistemas de cloacas.
Dice también SM que el río «ya no existe, ya se secó. Tan sólo queda como drenaje principal para Caracas y como tal debe tratarse». O sea que el Guaire no puede ser visto como un riachuelo plácido con meandros, agua prístina, alimentando lagunas o cascadas. Es todo un problema. Santos Michelena llega a llamarlo «una espada de Damocles que pende sobre la capital» ¿Cómo entonces entender esos juegos de colores de algunas de las propuestas? ¿O más aún, cómo entender que el Jurado no haga una advertencia sobre la inviabilidad de estos juegos que también se hacen con las quebradas que bajan del Avila? En algunos casos las quebradas se pasan por debajo…¡de la pista de aterrizaje! planteando como consecuencia la construcción de importantes puentes..
Y no puedo dejar de mencionar que una de las propuestas, (por cierto, elogiada en las redes sociales por un miembro del Jurado), en nombre de la modificación del tejido de la ciudad, elimina nada menos que la Autopista del Este, nervio central de la circulación automotriz de Caracas, sin indicar cómo sería sustituida. Y otra cae en el marketing turístico tipo parque temático de Cancún, de proponer un «bosque de hamacas» como parte importante del Parque.
Cuales fueron los criterios que el Jurado privilegió para tomar las decisiones es asunto que ahora cobra la mayor importancia. porque es lógico preguntarse si en un concurso el Jurado no tiene la obligación de descartar de las propuestas lo que no tenga justificación medianamente racional, al igual ques los artificios inconducentes en un Plan Maestro. Si su papel es decantarse a favor de lo ingenioso o lo atractivo aunque carezca de fundamento suficiente, disfraz de malos arquitectos dicho sea de paso. No tener esto claro es la razón por la cual en nuestro medio los Concursos acumulan un historial de frustraciones.
Y concluyo con una reflexión que me parece relevante en este caso.
He escrito con frecuencia sobre que el estancamiento venezolano tiene vida larga, de al menos tres décadas. Y el estancamiento acarrea sumisión a lo establecido, porque en ello se ve, por decirlo así, la más próxima tabla de salvación. En el estancamiento pueden surgir individualidades rebeldes y abiertas al avance pero siempre serán marginadas. Y también se producen, es lo peor, actitudes fantasiosas que se disfrazan de creatividad y son por ello mismo inocuas. En la Venezuela actual, en el mundo en el cual nos movemos como arquitectos, pareciera abundar lo sumiso, lo acrítico, junto a lo fantasioso sin asidero real. Ambas cosas son la contrapartida de un establishment burocrático, bien instalado, confortable en la administración de su mínimo o máximo Poder, quien toma las decisiones. Y entretanto se echa de menos la actitud crítica seria, afianzada en el conocimiento A una situación así estamos enfrentados. Y se superará porque las sociedades lo exigen, pero no será fácil.
Siguen varias fotografías de y sobre La Carlota. Una de ellas ilustra la relación de áreas entre La Carlota y el Central Park de Nueva York. En la foto aérea y en el esquema sobre el cual se dibujó la pista se puede apreciar mejor el enorme impacto de ésta sobre el espacio.
SOBRE EL CONCURSO DE LA CARLOTA
Oscar Tenreiro / 4 agosto 2012
I
Enrique Larrañaga escribió en este diario hace dos semanas sobre sus reservas acerca de la convocatoria del Concurso de La Carlota. Las comparto y las repito parcialmente con menos palabras y aportes de mi cosecha: dio demasiado peso al adjetivo «verde» como concepto excluyente de una noción de parque más compleja, fue producto de consultas institucionales con muy poca apertura hacia la intervención individual, se contaminó de la polarización política y rozó apenas el tema de la sustentabilidad económica o jurídica.
Agrego que las invitaciones a expresar puntos de vista parecieron dirigirse sólo a quienes se alineaban con ese concepto excluyente: ver una amenaza en el enriquecimiento de la noción parque más allá de un fundamentalismo del área verde que pasa por alto el modo contemporáneo de concebir el espacio público con la arquitectura como instrumento, un asunto esencial para hacer que la ciudad se integre realmente al espacio de La Carlota.
Todas estas reservas adquieren más peso si pensamos en la Venezuela que surgirá el 7 de Octubre, cuando deberán quedar atrás las exclusiones basadas en discrepancias de concepto. Era necesario dejar cabida a puntos de vista encontrados, incluyendo los que se han venido manejando desde el Poder Central, lo cual pese a que no gustaría a muchos, no debe rechazarse previamente.
De todos modos el Concurso se realizó y se anunciaron las ideas ganadoras, publicadas ya en una página Web. Y ahora se impone ver hacia adelante, como le decía en conversación privada al Arq. Marco Negrón, uno de los responsables de la convocatoria y miembro del Jurado. De lo que se trata ahora es de promover intercambios a partir de las propuestas, asunto que me ha dicho Negrón es la intención de la Alcaldía Mayor. Sin duda lo que corresponde hacer.
II
Estuve en la exposición (improvisada, debe decirse) de todas las propuestas en la FAU de la UCV, y luego he podido hacer un análisis básico de las ganadoras. Parte de mis reservas desaparecieron al ver que los concursantes no siempre se apegaron a todas las premisas de la convocatoria y en algunos casos hicieron uso de lo que acabo de llamar papel instrumental de la arquitectura. Me impresionó además positivamente una de las propuestas ganadoras, que, perfeccionada y liberada de rasgos consecuencia de supuestos técnicos no bien fundados, puede convertirse en útil referencia.
Y según me lo comunicó Negrón, la idea es que la propuesta ganadora en la segunda etapa del Concurso sea referencia para los procesos que llevarán hasta la transformación de La Carlota. No una camisa de fuerza. Porque un proyecto como éste llegará a sus últimas consecuencias a lo largo del tiempo y dependiendo de muy grandes inversiones, por lo cual congelar las suposiciones actuales sería una ingenuidad.
Lo de las inversiones es un tema central. La operación debe superar la mentalidad de Petroestado que apela al barril de dólares. Y para que sea sostenible La Carlota tiene que ser parcialmente auto-financiable, lo que no se va a lograr con modestos ingresos de alquiler de hangares y actividades recreativas, como se ha dicho. Y sólo lentamente con modificaciones de ordenanzas en la ciudad adyacente. Tendrá que haber mucha inversión del Estado en infraestructura y paisajismo básico pero también un aporte muy importante del sector privado que garantice la rentabilidad de los fondos públicos y el financiamiento de todo lo demás. Eso implica que La Carlota tendrá que admitir un pedazo de ciudad de carácter rentable y de magnitud proporcional a la enorme inversión necesaria. Ciudad que puede ser tan amable, verde y democrática como se conciba.
III
Dejo para concluir el tema de la pista de aterrizaje.
Insisto en que conservarla no es necesario. Que los argumentos para dejarla que expuso en la prensa Lolita, la hija de Tomás José Sanabria (1922-2008) son interesantes pero discutibles, sobre todo si se ponen en la balanza las enormes carencias de espacio público y espacio abierto pasivo o activo de Caracas. Y hago notar de nuevo que tuve en mis manos en 1956-57, una enorme y hermosa perspectiva hecha en la oficina del Arq. Sanabria para un conjunto urbano en La Carlota, sin la pista. Según me dijo en 1995 el ex-dictador Pérez Jiménez (1914-2001), se trataba de la Villa Olímpica y un estadio para Los Juegos Olímpicos de 1964, cuya sede se pensaba pedir para Caracas y se celebraron en Tokio. Sanabria pudo haber cambiado de opinión, es verdad, pero consideró en algún momento, seriamente, quitar la pista.
Por lo demás es poco probable que un terremoto nos deje incomunicados por tierra. Desde el Tuy y Guarenas-Guatire hay o habrá pronto accesos ferroviarios por puentes antisísmicos de últimas normas. Y además, ya se está proyectando una segunda autopista a La Guaira, que habrá de construirse con los mismos criterios normativos.
Y no pasemos por alto que proponer un espacio verde para el futuro de una capital, marcado por la intrusión de una enorme cinta de asfalto y concreto, tiene mucho de sinsentido.
Quedan pendientes pues muchas cosas para tomar decisiones, por lo cual aplaudo que se abra ahora otra etapa de intercambio de opiniones. En ella es esencial la participación formal de la comunidad profesional. Y no es que no se haya hecho antes, sino que ahora debe ser en forma amplia y en diálogo con los autores de las propuestas ganadoras. Las Asociaciones de Vecinos de toda la ciudad merecen consideración, pero el intercambio profesional tiene precedencia. Abrirse a la participación profesional es lo que no han hecho los altos oficiales del Régimen. No se puede repetir ese error.
Y acojo con entusiasmo el resultado más positivo del Concurso: ahora hay sustancia para el debate.