ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Desvío todas mis energías reflexivas hacia la realidad inmediata de mi país, convencido como estoy de que se juega en él su destino político. Despunta para nosotros una opción hacia la madurez como sociedad, sobre todo en el sentido de aceptarnos como comunidad de intereses y sobre todo como espacio para la convivencia democrática; o por el contrario, continuar apegados a fantasmas del pasado, al funesto caudillismo latinoamericano, y a un modo de conducir lo político a base de lemas y rigideces ideológicas que nos han llevado a una situación insostenible en el tiempo.

Me resulta casi insoportable ver cómo ese marco ideológico se convierte para muchos en ceguera, en no querer ver lo evidente, en sostener a toda costa una experiencia que ya asoma tantos rasgos de fracaso que sólo persiste gracias a su monopolio del Poder, atenuada por la adopción de formas que aún le permiten usar el disfraz de la legitimidad.

La lucha por vencer esa ceguera y por derrotar la arrogancia es demasiado desigual y se realiza en condiciones inaceptables dentro de cualquier contexto medianamente democrático, pero seguimos insistiendo en que si un pueblo se expresa, no hay manipulación que pueda acallarlo.

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He dicho tantas veces aquí que sólo será posible impulsar una arquitectura con vocación patrimonial e impulsar políticas urbanas que superen el deterioro y el expolio que se ha agudizado en estos tiempos de abuso de Poder, cuando el perfeccionamiento de la democracia permita que se creen nichos, espacios de actuación relativamente libres de las presiones de una política centralizada, en los cuales se puedan alimentar experiencias que sirvan de modelo, que se justifiquen como referencias. Es todo lo contrario de lo que se ha querido hacer en los últimos quince años, orientados hacia un modelo de Estado centralista manejado por un Líder absoluto que fue el origen de toda autoridad. Lo que se ha producido en estas condiciones ha estado generalmente marcado por la torpeza y un tipo de irracionalidad fundado en la justificación ideológica. Han sido los objetivos puramente políticos los que han dado las pautas.

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¿Puede crearse conocimiento si toda observación crítica es respondida como si estuviese contaminada por una visión de ultra derecha, que debe descalificarse recurriendo a calificativos sacados del viejo diccionario revolucionario? Esa ha sido la actitud ante las innumerables preguntas sobre la pertinencia de las decisiones tomadas dentro de la Misión Vivienda, aparato burocrático dotado de recursos económicos de gran magnitud, dirigido sin conexión alguna con los sectores profesionales activos, en cónclave político excluyente, que no ha rendido cuenta sino al mismo Régimen y en clave secreta, dictatorial. Y lo mismo ha sido en otros casos, hasta el punto de que incluso el Director del Museo de Arquitectura responde observaciones críticas con un lenguaje de reunión política, olvidando su pasado académico y sus obligaciones de viejo profesor. Cambió de ropaje, ahora defiende la arbitrariedad sin ideas, con Poder.

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He escrito antes sobre lo que Rafael López Pedraza, psicólogo de origen cubano que vivió largos años en Venezuela y esparció su sabiduría en la vida académica y la práctica profesional, nos dijo una vez en una charla en la Facultad de Arquitectura: que hacer era un instinto humano. Por extensión he dicho que la realización de toda sociedad pasa por permitir a sus ciudadanos expresarse en el «hacer». Hacer lo que cada quien sabe hacer sería la clave de un desarrollo social y económico justo. Eso, ya no en términos psicológicos sino económicos, es lo productivo. Cada sociedad encuentra su identidad en la producción, en el hacer las cosas que sabe hacer. Es esa, la falta de espacio para hacer a partir de la iniciativa individual, lo que ha mantenido a Cuba como una nación apagada. Ahora comienzan a entender que sin iniciativa individual nunca saldrán adelante e impulsan reformas tímidas que tal vez anuncian cambios más importantes. Y aquí en Venezuela se insiste sin embargo, en primer lugar en destruir el aparato productivo existente: cerrar espacios para el hacer. Y en segundo término se propone un socialismo tutelado que al encauzar las iniciativas hacia modelos previos las desvirtúan. Lo demuestra la enorme cantidad de «industrias socialistas» que apenas sobreviven mientras el país importa todo lo que consume. Se cierran cada vez más las posibilidades para hacer. Y la arquitectura depende del hacer.

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Los grupos profesionales favorecidos por el Régimen se han constituido por afinidades políticas, no por capacidades profesionales. Vale la pena indagar sobre quienes constituyen las camarillas profesionales del Régimen. No es una asociación fundada en méritos, en la coincidencia de los mejores, al estilo por ejemplo de los equipos profesionales que construyeron Brasilia y los que aquí en los primeros años cincuenta del siglo pasado dieron forma a las experiencias del viejo Taller del Banco Obrero que dirigió Villanueva. Más bien sorprende como gentes que se veían antes con desconfianza nacida del poco respeto profesional que se inspiraban unos a otros, hoy anidan juntos dentro de un espacio que es esencialmente político. Puede aplicárseles el refrán venezolano de que «los mochos se juntan para rascarse». Se han creado asociaciones humanas impensables en el pasado porque se los veía como parte de un estrato mediocre refugiado en el «establishment». Hoy cambiaron de «establishment» y siguen medrando… pero con uniforme revolucionario.

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Es de esperarse que de un régimen político manejado por una camarilla surjan camarillas en los distintos niveles del Poder Público. En nuestro mundo disciplinario los arquitectos sabemos de la existencia de esa camarilla. No son varias, en efecto. sino una sola, porque tan pobre ha sido el desempeño de este experimento político que ni siquiera ha sido posible una mínima diversidad que en cierto modo favorezca distintos grupos con capacidad de influir en las decisiones: todo parece estar concentrado en muy pocas manos. Y hasta podría decirse que en un par de manos.

Si esas manos están atadas a estrategias puramente políticas, es muy difícil esperar de ellas apertura en una dirección más profesional, más abierta a los diversos y necesarios aportes, indispensables para enriquecer la experiencia del hacer.
Sin esa apertura no habrá posibilidad de que surja una arquitectura con raíces culturales sólidas. No es posible olvidar ese requisito y menos en el mundo de hoy.

CAMARILLAS
Oscar Tenreiro
(Publicado en el diario TalCual de Caracas el 23 de Marzo de 2013)

O sea que el Ausente está en el cielo y no en ese sitio poco propicio donde en vida había dicho que se encontraría con el Cardenal Velasco.

Soy de los que creo que todos llegaremos allá, pero que lo diga el heredero designado, en tono sentimental, agregando que el espíritu de quien ya no está, elevado a las alturas, le sugirió a los cardenales el nombre y la nacionalidad del nuevo Papa, ya eso es demasiado. Eso, dicho por un duro de la revolución liberadora, marxista, laica etc. etc., es uno de los peores chistes de los últimos tiempos. No se atrevieron a ir tan lejos ni Franco ni Pinochet. El uno Caudillo «por la gracia de Dios», el otro no sé si dijo conocer los designios del Supremo Hacedor; pero ninguno de los dos atribuyó conductas a los amigos habitantes del más allá.

Eso, señores miembros de la camarilla sucesora, demuestra con toda claridad lo que ustedes son: manipuladores que no paran en medir los alcances de lo que dicen mientras halagan los sentimientos religiosos genuinos de un pueblo. O cualquier otra cosa, si les sirve para conservar el Poder. Son clericales y piadosos cuando les conviene, y lo hacen aparentando profundas convicciones religiosas en despliegue obsceno de hipocresía. Se tocan los extremos de derecha e izquierda una vez más, demostrando su intrínseca flaqueza: la de asumir su radicalismo sólo para apaciguar y guardar apariencias, manejan lemas para la galería, actúan, se violentan a sí mismos porque son indiferentes a todo, menos a la obsesión del Poder.

¿A quién van a convencer cuando hablen del perverso fascismo si ustedes están en su mismo lugar político, aunque griten lo contrario? Nunca como con estos modos de actuar se ha podido comprobar mejor lo que Norberto Bobbio quiso decir cuando calificó al comunismo y al fascismo, por igual, de «utopías reaccionarias». Lo he recordado muchas veces, pido excusas por lo repetitivo, pero no hace mal mencionarlo de nuevo cuando se vive en carne propia.

II
Jugar con la fe popular desde el Poder para buscar que un atributo que podríamos llamar espiritual se transforme en capital político revela que la camarilla no hace sino profundizar en los errores de quien los puso en las alturas. No hay ni asomos de rectificación porque ya habían renunciado a pensar por sí mismos, les corresponde ahora suponer lo que hubiera pensado o dicho el Ausente. Y eso es complicado porque el Ausente improvisaba conductas según se lo dictaba su intuición. Y la intuición es intransferible.

Y si el Ausente en algunos casos, muy pocos, se salió del guión para actuar según las normas democráticas, ninguno de éstos tendrá el valor de hacerlo porque muy cerca estará algún aspirante a sustituirlo para advertirle que eso no es lo que se espera de él. Tendrá que cuidarse de no parecer suficientemente duro y radical.

Es por eso que Yoanny Sánchez, la cubana que lucha porque su país salga de la asfixia, dijo hace poco que «Venezuela está entrando en lo mismo de lo que Cuba está saliendo». Estamos en el prólogo del totalitarismo a la cubana. Ya es realidad.
Y la simulación se convertirá en instrumento muy a la mano, como ya lo hemos visto en los días previos a la noticia del fallecimiento, cuando los ateos de la camarilla se sentaron en actitud de recogimiento en un banco de iglesia católica para dar la impresión de un respeto que nunca han tenido. Fidel y Raúl Castro lo han hecho como parte de las reglas diplomáticas, pero los de aquí lo hacen para aparentar lo que no son, para ponerse sus respectivas máscaras y continuar el engaño que les evitará el esfuerzo de razonar según sus propias conciencias.

III
¿Hacia donde va esta escandalosa simulación que ha convertido a Venezuela en un caso único, en la comedia política más patética de la historia latinoamericana? ¿Justifica el apoyo de gentes más genuinas? Me refiero, como he hecho otras veces, a quien buscó realizar algunos sueños y ha dejado pasar error tras error, pensando tal vez que eran pasos necesarios, predecibles en situaciones de cambio, condición para acercarse a una mayor coherencia. ¿Pero eso ha sucedido? ¿Está el poder revolucionario actual más cerca de un posible ideal? Porque ese ideal está representado hoy por la camarilla. Y aunque el seguidor genuino haya encontrado un lugar que lo acoge, en el cual ha podido expresarse, le correspondería hoy preguntarse si ha sido a costa de dejar atrás, olvidadas, muchas cosas valiosas emocional e intelectualmente. Sin que hoy, quince años es mucho tiempo, pareciera que valió la pena.

Si me atengo a la arquitectura y la ciudad, es fácil ver como allí también se instaló una camarilla. Y me refiero a un sector bien concreto a cargo de la acción pública, porque si vamos más allá, si ampliamos la mirada hacia otros niveles, las camarillas las alimenta el libre juego típicamente populista y venezolano del tráfico de influencias entre allegados y amigos: la situación es deplorable. Basta nombrar dos casos: el Litoral caraqueño, entregado a la más absoluta autoridad de un militar que no ve sino aquello con lo que tropieza; y la falta total de conciencia sobre el rol de la arquitectura pública en la provincia roja-rojita, donde se han expandido todos los viejos vicios que se querían dejar atrás.

Aparte de eso son escasos los espacios que han sido nichos para el cultivo de un ejercicio disciplinario más completo, más consciente de la calidad. Y son como accidentes. Dependen de una persona o un grupo de ellas que ha resistido a la presión y decidieron no excluir, saliéndose del guión general señalado por la camarilla profesional instalada en las alturas.

Estamos pues a merced de las camarillas. Es la herencia de un modo de actuar que dependió siempre del favor de un líder que lo ocupó todo. Está en nuestras manos alejarlas del Poder.

Asociando imágenes: ésta me impresionó durante un viaje de adolescente, en la Plaza Roja de Moscú, Julio 1959

Asociando imágenes: ésta me impresionó durante un viaje de adolescente, en la Plaza Roja de Moscú, Julio 1959