Oscar Tenreiro / 25 de Marzo 2014
Hoy escribo un poco abrumado por todo lo que ocurre, dudando de cosas que siempre consideré importantes. Y me deprime ver como se han ido desdibujando los valores que movieron mi amistad con personas que veo ahora poseídas por lo que he llamado maldición. Palabra que, como he dicho, surgió de la intuición. Y amenaza convertirse en verdadera con los días que pasan y las cosas que suceden. Eso me sorprende y me afecta porque no había imaginado lo preciso del calificativo incluyendo mi alusión a lo diabólico, que siempre aclaré no era de carácter religioso, y resultó inesperadamente refrendada por los trabajos sobre la conducta humana del psicólogo norteamericano Philip Zimbardo (1933) expresados en varios libros y más recientemente en uno «El efecto Lucifer» en el cual describe un experimento que realizó con el apoyo de la Universidad de Stanford (San Francisco-EUA) en 1971. Supe de él en un artículo sobre nuestras protestas y su repercusión en Europa escrito por Edgar Cherubini Lecuna, venezolano residente en París, que me fue enviado por Juan José Pérez Rancel, colega profesor de la FAU-UCV.
Y utilicé las ventajas de Internet para conocer mejor las ideas de Zimbardo que en lo esencial se centran en encontrar explicaciones para los cambios de conducta que tornan a personas de conducta común en instrumentos de maldad. Y Cherubini incluye en su artículo esta cita de Zimbardo que me impresionó especialmente: “El mal de la inacción o del silencio es una nueva forma del mal, que apoya a aquellos que perpetran el mal”.
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Y en esta semana he continuado siguiendo el hilo que arrancó de ese artículo, al comentar la posición oficial de Chile en relación a lo que ocurre aquí completando el texto con una referencia directa a unas personas que, en grados distintos y según la posición que han ocupado, se han caracterizado por la inacción o el silencio respecto a dos cosas principales que son las que me parece configuran la presencia de la maldad: el ejercicio permanente de la mentira para sostener el Poder disminuyendo al adversario y la represión despiadada, que incluye la muerte, a quienes se identifican como opositores activos de ese Poder.
En lo que se refiere a mi reflexión sobre Chile podría agregar muchas cosas porque, tal como dije en la nota «Países y Personas» he tenido en mis afectos desde mucho, un lugar muy especial para ese país. Atenuado hoy por el tiempo transcurrido y sin embargo vivo, esperando la renovación de ese vínculo antes de mi partida definitiva, lo cual tal vez no ocurra, por lo cual me siento inclinado a escribir algunas cosas sobre mis tiempos chilenos que iré incluyendo aquí a guisa de crónica.
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En cuanto a las personas que nombro en la nota tengo que hacer algunas precisiones.
Repito que Francisco de Asís Sesto Novás, fue mi estudiante, colaborador, socio, amigo y compañero cercano durante muchos años, que arrancan en 1968. Comenzamos a distanciarnos justo al inicio de nuestra pesadilla política, en 1998, para que poco después se produjese en él una transformación que, como he escrito un par de veces, lo convertiría en «otro» de quien me distancié radicalmente. No voy a detallar los rasgos del «otro», pero sí diré algunas cosas de quien conocí de cerca.
La primera, que era un hombre íntegro, de profundas convicciones morales inculcadas sin duda por su familia, padre y madre gallegos, personas intachables. Llegó a Venezuela ya adolescente, una edad en la que lo vivido deja raíces profundas. De allí su fuerte relación afectiva con su Vigo natal que lo llevaba en ocasiones a imaginarse volviendo allá, retirado, a recorrer de nuevo los lugares que llevaba grabados en su historia personal.
Sus convicciones políticas venían sin duda del marxismo, lo cual nunca ocultó, pero pese a su actitud radical en los tiempos de la «Renovación Universitaria» inspirada en el Mayo 68 francés, en lo cual diferimos en cuanto a presencia en los conflictos y los motivos de cada quien, su marxismo parecía ser más bien una referencia ideológica porque no excluía sus fuertes convicciones democráticas que expresaba en su discurso y en sus actos, actitud que sostuvo durante su militancia en «La Causa R» partido político que contribuyó a fundar y del cual me hice simpatizante seducido por su empeño programático (democracia radical era uno de sus principios) en renovar la democracia venezolana, mensaje que lo hizo crecer mucho en el electorado a fines de la década de los ochenta hasta conquistar posiciones importantes.
Y siendo yo alguien esencialmente fiel a mi formación cristiana, con vínculos juveniles con la democracia cristiana y convicciones democráticas que me parecían tan fuertes como las de él, constituíamos una sociedad entre personas de raigambres distintas pero complementarias que me enorgullecía. Que no siempre se entendía desde fuera.
En la Facultad de Arquitectura trabajamos juntos a partir de 1981 hasta unos meses después del 2000. Compartimos el esfuerzo de formar a gente más joven que veíamos como posibles continuadores de una manera de ver la arquitectura estrechamente vinculada con la realidad de nuestro país, nutrida de las aspiraciones más amplias de la sociedad venezolana. Ese fue nuestro principal testimonio en ese medio. Y siempre, insisto en eso, el escenario de fondo de nuestro trabajo docente estaba sustentado por aspiraciones democráticas. Aspirábamos a una democracia más auténtica, más veraz, menos contaminada.
Y para terminar recalco algo muy importante a la luz de lo que hoy sucede: hicimos trabajos para el Estado que requirieron ocasionales reuniones con funcionarios de muy alto nivel que llegaron a incluir a los Presidentes Luis Herrera y Jaime Lusinchi. Y nunca, debo insistir en ello, nunca fue mi socio discriminado por razones políticas.
Queda así explicada de modo muy somero el tipo de relación que nos unió, que no dudo en decir que tuvo un fundamento ético al cual se sumaba la amistad y el afecto personal y familiar. ¿Cómo dejar de intentar entonces, pese a lo ingenuo que parezca, pasando por alto su insistencia en dar razones ideológicas para hacer lo que ha hecho, cómo no apelar directamente a su capacidad de rectificación recordándole como aquí hago el valor de lo que defendió? Lo hecho por los colectivos y grupos oficialistas en la Facultad de Arquitectura en la que él trabajó con ahínco como alumno y profesor ¿no merece de su parte una condena? ¿o al menos dejar claro públicamente que no comparte esos modos de actuar? En fin de cuentas, sus errores de juicio, las decisiones erradas, errores y decisiones que por mi parte he hecho notar con dureza, no tienen por qué quedar fuera de una revisión. Siempre tendrá la oportunidad como la tiene todo ser humano, de rectificar, o de justificarse manejando con propiedad y rigor sus razones. En eso, precisamente consiste la democracia. Y creo firmemente que la recuperaremos, con lo cual encontrará formas de expresarse.
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Mi llamada a los hermanos Pou Ruan tiene otro carácter. Tuvimos una relación muy estrecha que nos llevó a ser cómplices de muchas cosas. Fueron mis estudiantes y se integraron recién terminados sus estudios a mi oficina de Arquitectura, Carlos de manera más formal, participando en una parte significativa de los trabajos que allí se realizaron, particularmente en la Plaza Bicentenario (1981-86) siendo Sesto Novás parte importante de esa relación.
La diferencia en edad conmigo (poco menos de veinte años con Carlos) los coloca en una perspectiva diferente, porque tal vez fui para ellos una figura paterna. Precisamente por esa diferencia, les tocó vivir en una Venezuela que parecía más estable, por lo cual carecían de formación política, al menos desde mi punto de vista. Una circunstancia que los sitúa más como beneficiarios que impulsores o militantes del sistema creado por la pesadilla. Creo haber sido instrumental en su maduración como arquitectos. Mucho menos en el caso de Alejandro, con quien no tuve cercanía, y fuerte en Carlos y Lucas, alguna vez me lo dijeron.
Si uno lee algunas de las cosas que ha escrito Carlos sobre sus proyectos (particularmente algo que publicó sobre el Mausoleo) se da cuenta de su buena capacidad para la argumentación y el debate en términos de arquitectura, pero percibe igualmente su renuencia, explicable por lo demás, a tocar un asunto tan esencial en ese edificio como quien fue en definitiva su arquitecto. Una especie de compulsión por evitar los temas escabrosos que ha estado presente en el comportamiento público de ambos hermanos. En realidad, en todos los textos escritos por Carlos que he podido leer queda intacta su capacidad de juicio, que no creo que se restrinja exclusivamente a la arquitectura.
El hogar de los Pou Ruan estuvo marcado por una visión cristiana. Carlos en un momento dado, antes de la pesadilla, fue intensamente religioso, Alejandro se había hecho evangélico y como sabemos, dicho sea de paso, los evangélicos rechazan fuertemente la mentira. De Lucas en ese terreno nunca supe mucho. ¿No tiene sentido pedirles que se distancien de la mentira y la violencia como armas políticas? No cuestiono sus motivos para ser parte del Régimen, pero lo que sé que han sido me da soporte para pedirles una definición moral.
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Cito los primeros nombres de gentes más jóvenes, también fueron mis estudiantes, en quienes valoré virtudes que me llevaron en cierto modo a adoptar a algunos de ellos.
Orlando, Gilberto, Juan Vicente, María Josefina, Natacha, Paúl, Eduardo, Natalia ¿qué esperan para desmarcarse de la violencia contra estudiantes, como lo fueron hace poco ustedes, y contra una Facultad que fue su segunda casa? ¿A qué le deben lealtad?¿A esta red de contradicciones en la que llevan la voz más fuerte los peores, los que mejor mienten, los que le ocultan actos, motivaciones y sujeciones incondicionales a todo un pueblo? ¿Qué esperan para distanciarse abiertamente de los monstruos engendrados por esta pesadilla? Porque también es pesadilla para ustedes, porque ha aislado su vida de quienes fueron sus afectos, porque los ha obligado a aceptar en medio de la confusión propia de toda pesadilla cosas con las que nunca hubieran estado de acuerdo, cosas ajenas a su sentir verdadero, Esa es la verdad y ustedes lo saben. Saben también que desmarcarse les será difícil porque lo es en el caso de toda secta. Sufrirán con ello, serán vilipendiados, pero ganarán soberanía sobre sí mismos. Y eso, a la edad de ustedes, es fundamental. Si no lo hacen cargarán con ese peso en la conciencia porque como decía un filósofo que muchas veces he nombrado el infierno está en el mundo. Vivir con una carga moral no resuelta puede ser un infierno.
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Fruto Vivas y Juan Pedro Posani, como digo en la nota, no han sido mis amigos y no puedo decir que los conozco bien.
Pero a Fruto le hago notar que él es el arquitecto venezolano vivo más conocido. Su nombre está por todas partes y su fama en términos de divulgación de sus puntos de vista es muy amplia en este país. Eso me hace llamarlo a tomar posición. No en contra de lo que él pueda suponer que son los logros de este Régimen pero sí en lo que se refiere a lo que he mencionado una y otra vez en estas líneas: el uso de la mentira, del insulto y la violencia como arma política, algo contrario a la personalidad de Fruto, que es ajena a lo que viene sucediendo en las altas esferas del régimen. Y Fruto es una persona de las altas esferas. Eso le exige, como le he dicho a todos, desmarcarse, dejar claro que él no comparte la perversión del amedrentamiento violento. No creo que él pueda tener razones convincentes para callar. Puedo decir además que para pedírselo me autoriza el respeto que siempre le he tenido como arquitecto que abrió un espacio de interés para la arquitectura venezolana. Lo he escrito bastantes veces y tal vez él lo sepa. Hablo desde el respeto, pese a todo.
A Juan Pedro Posani se me hace más difícil dirigirme porque siendo el, como dije en la nota, hombre del intelecto cabe esperar que su actitud esté respaldada por razonamientos que pueden tener raíces muy profundas. Y el otro aspecto difícil es que Posani, como es el caso de Sesto Novás, ha tomado decisiones públicas que lo comprometen y eso es difícil de pasar por alto.
No obstante él sigue contando con el respeto de mucha gente del mundo académico e incluso del mundo profesional. Y habla a favor de él su deseo manifiesto de entenderse en el terreno de las ideas (que maneja a veces como dardos, tal como yo lo hago) fuera de toda posición de poder. ¿Pero lo de la Facultad de Arquitectura y lo que ya ha venido pasando en la Ciudad Universitaria con las agresiones vandálicas es cuestión de ideas? Es violencia insensata, es agresión.
Hace un cierto tiempo, lo llamé para decirle (venía de revisar viejos papeles) que le agradecía haberse ocupado de algo que yo había construido cuando ambos éramos cuarenta años más jóvenes. Fue una llamada que me la dictó el reconocimiento en él de ese constante esfuerzo por situarse frente a lo que crece a su alrededor. Pues bien, es en nombre de eso que le pido lo mismo que le he pedido a todos los demás.
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Se ha enseñoreado el mal en Venezuela, se mete por todas partes, se filtra en los juicios, inspira actitudes, mueve acciones…y me viene a la memoria lo que leí hace tantos años en El Diablo el libro de Giovanni Papini. Lo mencioné ya una vez en estos escritos míos y ahora lo hago de nuevo. Dice Papini que lo primero a lo que nos impulsa el diablo es a que no creamos en él. Es mi caso, no creo que exista como ser independiente, sino que está en cierto modo en cada uno de nosotros, como sugería de un modo distinto Carl Gustav Jung. Es el Lucifer de Zimbardo, es nuestra posibilidad de abrazar lo que más alejado parece estar de nuestra conciencia. Me lo muestra con rudeza lo que venimos viviendo.
Y de nuevo les traigo a aquellos a quienes me he dirigido, lo que nos recuerda Antonio Machado en la frase que incluí en la nota de la prensa. Creer que se está «por encima del bien y del mal«, «au dessus de la melée» es lo más fácil, lo que nos releva de compromisos reales con la realidad. Lo difícil es estar a la altura de las circunstancias.
Van a continuación una serie de fotos del Asalto de un colectivo armado oficialista a la Facultad de Arquitectura de la Ciudad Universitaria de Caracas.