Cuando rememoro las clases de Historia de la Arquitectura que recibíamos de Villanueva, a las cuales me refiero a propósito de Hagia Sophia, resaltan algunas cosas que hoy me interesan y comparto aquí.
Una es el clarísimo desdén del que hacía gala como profesor respecto a cierto tipo de formalidades incluyendo la manera de disciplinar al conjunto de adolescentes que, supongo que de un modo muy característico de una Venezuela de institucionalidad demasiado nueva, se comportaban en ocasiones como si la hora de Historia de la Arquitectura fuese el mejor momento para la chanza gracias a la actitud más o menos impasible de un profesor al que poco le importaba lo que pasara a sus espaldas mientras hacía sus croquis en el pizarrón.
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Ese desdén por las formalidades puedo verlo hoy hasta cierto punto como un mensaje estético. La ausencia total de acartonamiento o solemnidad característico de la personalidad de Villanueva, se mostraba claramente en su arquitectura. Para bien y para mal. Para bien en cuanto a que utilizaba los recursos a su alcance con enorme libertad y parecía hacer equilibrio entre limitaciones y posibilidades con la mejor presencia de ánimo. Para mal porque parecían (insisto en que «parecían») no importarle las incongruencias de aspectos del diseño del edificio, el cual expresaba de modo muy sintético, en unos cuantos planos, muchísimos menos de los que empleamos ahora, confiando en que en el momento de construir se tomarían, si posible, las decisiones necesarias. Y a veces las decisiones de obra producían resultados bastante problemáticos.
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El talante que predominaba pues en la Venezuela en la que me formé era actuar de la mejor forma posible tomando en cuenta las exigencias inmediatas sin detenerse demasiado en el «qué». Predominaba claramente el «cómo».
Así funcionaba mi Facultad, cada profesor con su estilo propio y pocos acuerdos explícitos sobre los fundamentos. Era en muchos sentidos una actitud moderna. El pasado interesaba como referencia de cultura más o menos lejana, pero poco significaba como pauta para la acción. Y las palabras generalmente sobraban. Como era el caso de Villanueva mostrando con sus croquis (diciendo muy poco) que uno de los valores fundamentales de la arquitectura era el de las proporciones. Y lo «mostraba», insisto en ello, porque sabía que eso no se enseña con palabras. Tener en cuenta la importancia de las proporciones abría también hacia la comprensión de los valores del espacio, o de lo constructivo, dos vertientes de la aproximación a la arquitectura eminentemente modernas.
Por eso hablo de mensaje estético. Que se complementaba de modo muy importante, con la arquitectura de la Ciudad Universitaria que nos abrigaba.
TRES COSAS SOBRE HAGIA SOPHIA
Oscar Tenreiro
(Publicado en el diario TalCual de Caracas el 24 de Enero de 2015)
La semana pasada publiqué aquí una imagen de ese monumento único que es Hagia Sophia (Ayasofya en turco, Sancta Sophia en latín, Santa Sofía en español), nombre que se refiere a la palabra griega sabiduría. Porque el templo fue dedicado originalmente a la Segunda Persona de la Trinidad Cristiana.
Y son la Catedral de la Santa Sabiduría y la Mezquita de Córdoba, los más importantes monumentos arquitectónicos cuyo culto cambió de una religión a otra como resultado de los enfrentamientos entre el Oriente cercano y el Occidente, hoy Europa.
Transformación que no acarreó su destrucción dada la majestad de estas prodigiosas arquitecturas. Se apeló a la superposición de nuevos elementos distintivos o símbolos propios de la religión triunfante, a transformaciones internas o adiciones de nuevos elementos, entre los cuales los más visibles en el caso de Santa Sofía son los minaretes para las llamadas a la oración del rito musulmán, colocados en las esquinas de un rectángulo virtual que rodea la masa del templo original con su prodigiosa cúpula de algo más de treinta metros de diámetro.
La cúpula original fue construida en tiempos del Imperio Bizantino (siglo 4 de nuestra era) y reconstruida en el siglo sexto usando el artificio geométrico de las pechinas, un triángulo esférico construido en piedra en las esquinas del cuadrado formado por los muros que la soportan, vinculando la huella circular y la cuadrada de los muros para trasmitir a éstos las cargas de la cúpula. Es un aporte tecnológico cuyo ejemplo más importante es precisamente éste de Santa Sofía repetido muchas veces a lo largo de los siglos siguientes.
II
Fue de Carlos Raúl Villanueva, nuestro profesor de Historia de la Arquitectura, de quien mis compañeros de curso y yo oímos mencionar por primera vez a Santa Sofía y sus pechinas. Lo hizo mientras trazaba en el pizarrón con tizas de distintos colores una imagen del monumento, haciendo uso de esa capacidad especial de reproducir en esquemas con sus exactas proporciones, con gestos rápidos y seguros, los grandes monumentos de los que nos hablaba. Y que me recuerde hoy con tanta claridad de aquel relato sobre Santa Sofía y sus pechinas dice algo de la eficacia de esa forma de expresión, hoy un poco olvidada, que procuraba desarrollar en nosotros pidiéndonos que en los exámenes, en lugar de insistir en fechas y datos generales de corte histórico, nos expresáramos del edificio al cual hacíamos referencia, mediante croquis hechos directamente en nuestras hojas de examen, enfrentándonos a nuestras dificultades pero llevándonos a usar la síntesis gráfica como recurso expresivo. Debíamos además entregar nuestros apuntes antes del examen final para ser tomados en cuenta en la nota, y eso nos obligaba a ordenarlos y a rehacer en limpio los esquemas, lo cual era un nuevo esfuerzo para aligerar la mano sabiendo que era clara su desconfianza hacia el dibujo detallado producto de la copia de fotografías o ilustraciones.
Hoy, cuando echo un ojo al cuaderno que guardo de ese curso, me parece bastante torpe lo que logré garrapatear, pero nunca dejo de agradecer esa insistencia en dejar de lado lo anecdótico histórico y centrarse en los aportes constructivos y técnicos de cada tiempo, y sobre todo en ese valor fundamental que es el de las proporciones y la capacidad del arquitecto para expresarlas. Era sobre todo eso lo que importaba al viejo, porque a las precisiones o reproducción de cosas leídas les daba mucho menos importancia, hasta el punto de que la dificultad para entender el por qué de las buenas o malas notas, producía el comentario humorístico de que Villanueva tiraba las hojas de examen sobre su cama, las que caían hacia arriba tenían las mejores notas y las demás salían reprobadas.
III
Puede ser importante recordar hoy, que el fundador en 1923 de la República de Turquía, Mustafá Kemal Atatürk, decidió en 1931 cerrar la mezquita que funcionaba en Santa Sofía para luego convertirla en Museo, con lo cual se configuraba un gesto que reconocía au historia y su carácter simbólico. Restituirla al culto original no tenía demasiado sentido en un país abrumadoramente musulmán, pero como Museo afirmaba dos cosas importantes: una la identificación de Turquía como un Estado Laico, algo significativo en los años fundacionales de la República; y a la vez rompía con la carga simbólica de un Islam triunfador que se apropia mediante conquista de un espacio sagrado cristiano. Gestos sin embargo que las controversias actuales han oscurecido hasta hacer que recientemente, el Vicepresidente de esa nación propusiese (sin éxito aparente) reconvertir al monumento a Mezquita.
Hablar de esto lleva a la disputa actual entre el Ayuntamiento de Córdoba y las autoridades eclesiásticas respecto a la Mezquita de Córdoba. Sin que conozca los detalles, entiendo que el Ayuntamiento la reclama para hacerla Museo y del lado de la Iglesia se insiste en que es lugar de culto que siempre le ha pertenecido, enfrentándose ambos de un modo que revela cuan vivas las oposiciones del pasado siguen estando en España. Porque uno se pregunta si es mucho pedir que se comprenda, como lo comprendió Atatürk, el irrevocable carácter simbólico que tiene la gran arquitectura. Santa Sofía en Estambul es hoy recinto que se abre hacia la historia y salta por encima del antagonismo religioso. De un modo análogo la Mezquita de Córdoba, que siempre ha funcionado como un Museo, podría institucionalizarse definitivamente como espacio de estudio para la comprensión de un pasado que incluye la futilidad de las luchas religiosas. Como lo simboliza en cierto modo Santa Sofía gracias a la visión de un líder esclarecido.