El tema crimen está muy lejos de ser secundario en cualquier parte del mundo, pero en el caso de Venezuela es central: constantemente corremos el riesgo de ser agredidos criminalmente. No es exageración, es realidad diaria.
Vivo en una zona de colinas. Transitar por estos lados es desplazarse por vías de fuerte pendiente, de muchas curvas, con un tráfico que es intenso en horas de trabajo pero que languidece hasta ser muy escaso en la noche. Unas condiciones ideales para la práctica de lo que en Venezuela se ha llamado el “Secuestro Express” que consiste en capturarte, meterte en la maleta o la parte trasera de su vehículo, llamar a tu familia (ahora es fácil con el uso extendido de teléfonos celulares) y pedir dinero a tu gente a cambio de no asesinarte. La experiencia es dura porque va acompañada de violencia, de amenazas, en ocasiones de golpes propinados con armas de fuego, te cubren la cara y te arrojan al suelo y comienzan a desplazarse por toda la ciudad mientras negocian con tu familia. A lo largo de esas horas ha habido de todo, en casos ha sido relativamente rápido, en otros se ha prolongado por días, en todos ha sometido a una angustia tremenda y una gran presión económica al entorno familiar. Porque piden mucho dinero en efectivo y ya últimamente sólo dólares en un país donde los dólares se han hecho inalcanzables. La amenaza de que eso ocurra es permanente, se da a cualquier hora del día pero preferiblemente entre las 7 y diez de la noche. Y lo más grave de todo es que muchas de las víctimas, a partir del lenguaje de los secuestradores, su comportamiento seguro y la forma como se conducen, piensan que se trata de policías retirados o fuera de servicio, con lo cual muchos de esos secuestros no son denunciados ante las autoridades.
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Hay quienes desde el gobierno han tenido la audacia de decir que este tipo de crimen es una modalidad que viene de tiempos anteriores, pero eso es verdaderamente ridículo después de haber estado dieciséis años en el ejercicio de un Poder casi absoluto que permite el control de todas las ramas del Poder Público.
El hecho cierto es que se comenzó a hablar de secuestros “express” en tiempos iniciales del Régimen y últimamente es cosa diaria en todo el territorio venezolano. Acompañados en muchos casos de una violencia desmedida (en mi caso particular hemos tenido suerte) que se suma a unas cifras de criminalidad que nos coloca en niveles extremos.
No tengo a la mano las cifras que ha publicado el Observatorio Venezolano de la Violencia pero cualquiera de los lectores puede buscarlas en http://observatoriodeviolencia.org.ve/ws/
Son demostrativas de un fracaso social mayúsculo que se suma al fracaso económico, ambos orientados por la política de utilizar la renta petrolera para expropiar empresas y tierras que caen en manos clientelares ineficaces e improductivas que las quiebran, disminuyendo drásticamente los empleos a cargo del sector privado en nombre de un Estado “socialista no explotador”. Eso y la intensa campaña de dádivas para regalar dinero, superación económica atada a los precios internacionales del petróleo, disfrazadas de “programas sociales” le ganó al Régimen (¡es asombroso!) el elogio de la izquierda radical internacional. Tal ha sido la inviabilidad de esa política que con el último vuelco de los precios, el 20% de la población venezolana descendió al nivel de pobreza.
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Esa mezcla de fracaso social y económico, sumada al derrumbe institucional, tiene como uno de sus síntomas la violencia criminal a la cual dedico la nota de hoy. Ya las cosas aquí rozan el desastre sin que las altas dirigencias del Estado quieran reconocerlo mientras aparecen sin cesar, elogiándose a sí mismos, recordando al Ausente, insultando a los adversarios y regodeándose en una imagen inventada de la llamada “revolución”. Oírlos (obligadamente porque la red de medios oficialistas lo copa todo) es casi surrealista ante tantos síntomas de catástrofe que hacen preguntarse si en verdad lo que se persigue es la destrucción total del País, de modo análogo a lo que Hitler deseó y logró para Alemania cuando se encontraba asediado en su bunker berlinés. Porque quieren, parece, castigar a los venezolanos obligándolos a buscar la redención revolucionaria a partir de la casi total disolución de su nación. Su lema sería el que se ha citado muchas veces desde la perspectiva religiosa: “ex cinere vita”, de las cenizas la vida. De la destrucción general surgirá la salvación social. Si tal objetivo es improbable, lo que sí es seguro es que están acabando con un país entero.
EL CRIMEN ME HA TOCADO
Oscar Tenreiro
En menos de un mes, a dos miembros cercanos de mi familia los han secuestrado, el último hace dos días a 500 metros de mi casa en una zona transitada de El Hatillo, junto a una frutería donde hace un año hubo un terrible asesinato. Me acabo de enterar y dejé así de lado lo que me proponía a escribir esta semana para hacer algunos comentarios sobre esta situación de asedio a manos del crimen que vivimos los venezolanos.
Ya he relatado como aquí en esta misma zona donde vivo, al apenas salir a llevar a un amigo, fui interceptado por gente armada que, afortunadamente escapó cuando otro vehículo irrumpió en la escena. El último secuestro, el de hace dos días, que me narran quienes todavía no se han recuperado del sufrido por ellos hace apenas tres semanas, lo hicieron personas con armas largas, de guerra, y uno de ellos comentó con toda tranquilidad, explicándose ante mi aterrorizada pariente, que simplemente se trataba de un negocio. Mejor definición imposible. Se ha ido conformando una especie de cotidianidad del crimen, amparada por una impunidad asombrosa (el negocio es seguro) que ha convertido el secuestro, con asesinatos incluidos, en una macabra industria. Y a los criminales en una especie de milicia que opera encubierta por el sistema institucional corrupto (policía, tribunales, cárceles, paramilitares, colectivos armados) que ha prosperado al abrigo de la llamada revolución. Un hecho que estalla, que tendría que estallar en la cara de los más altos dirigentes del Régimen, que diariamente utilizan los medios de comunicación para convencer a los otros y convencerse a ellos mismos de que adelantan un proceso político destinado a las mejores cosas. Pero no se dan por enterados a pesar de que algunos de sus altos dirigentes han sido también víctimas de esa deriva criminal de toda una sociedad.
II
Así, en una zona residencial de la ciudad se van estableciendo rutas (algunas vías más tortuosas, menos transitadas) donde adelantar tu vehículo, trancarlo, bajar en grupo y apuntarte, es común. Y como el territorio es extenso y la topografía difícil, ya El Hatillo se va convirtiendo en zona roja. Se repite lo que con otras características pero la misma seguridad de que no existe ley ha venido pasando en toda Venezuela.
Y no sólo es en este territorio de clases sociales más favorecidas, sino en todo el espectro urbano del país donde la muerte a manos de malandros campea a sus anchas.
En las zonas marginales, ya la tradicional convivencia con criminales (se sabe quienes son y no se les molesta) se ha convertido en un vivir sojuzgado y a merced de pandillas que de cuando en cuando se engarzan en tiroteos con muertos inocentes en el cruce del fuego.
Cada narración resulta escalofriante, como cuando me cuentan que una fiesta convocada por malandros vecinos (fiestas que someten a música obligada toda la noche a la vecindad entera), se interrumpió por alguna discusión y luego de la balacera resultante el cadáver de un joven fue paseado por el barrio y dejado en un basurero. Me lo narran resignados a esta convivencia y uno se pregunta cómo puede hacerse para que de semejante medio social (creado en la revolución) prospere una actitud constructiva.
Son detalles de lo que acontece en todo un país, es la sociedad venezolana entera sometida al dominio total del crimen mientras quienes dirigen el Estado emplean su tiempo en tratar de convencer a propios y extraños de que llevan adelante una gloriosa revolución.
Y uno no puede sino, de modo figurado, gritar en la cara de estos dirigentes que terminen de ver con claridad a lo que ha llegado su país después de tanta palabrería vacía.
III
Allí están las cifras de criminalidad que circulan por el mundo. Se nos compara con Méjico y yo digo que no hay comparación porque allí se trata sobre todo de narcotráfico mientra que en Venezuela es todo el conjunto social el que está penetrado por la criminalidad.
¿Hasta qué punto por ejemplo la proliferación de colectivos armados no deriva en el negocio? ¿Es irreal pensar que las armas largas con las que se exhiben sin pudor alguno estas milicias sean destinadas fuera de horas de trabajo en fuente de ingresos adicional? Eso es algo que se sabe dentro del Régimen, pero nada se hace porque el equilibrio interno de este inmenso engendro político creado durante tantos años impide la acción. Una iniciativa se anula con la otra y así nace entre muchas otras cosas una policía, la Bolivariana (¡vaya nombre para una policía!) que politizada hasta la médula, termina situándose por encima de todo mal gracias a su categoría revolucionaria para convertirse en muy poco tiempo en un organismo amorfo en el cual puede prosperar la violencia y el impulso por hacer daño al más débil, como ocurrió hace poco con el asesinato de un niño en el Táchira.
Y termino con lo que se me ha venido convirtiendo en obsesión ¿No terminan de entender tantas personas con algo de criterio, que hemos sido llevados a un espeso atolladero donde pareciera que todos los males tienen su asiento? ¿No van a separarse de esta locura al ver cómo la maldad se ha convertido en signo de todo un país? ¿Van a seguir apegados a lemas ideológicos que los enceguecen?
Lo que me ha ocurrido en el ámbito familiar se repite centenares y miles de veces a todo lo ancho de un país para el cual presumíamos en el pasado virtudes humanas especiales, calor hospitalario, bondad natural. Ese país se ha esfumado ante nuestros ojos gracias a esta persistente y obcecada ceguera política. La Venezuela actual es una patética caricatura que nos duele. Todos estamos obligados, más allá de facciones, a entenderlo y actuar. Ya basta de tanto absurdo. ¡Es con ustedes, los actores principales de esta comedia! ¡Entiendan de una vez por todas lo que ocurre!
oscartenreiro.com