Oscar Tenreiro / 16 de Octubre 2008
Escribí la semana pasada sobre el encuentro Barcelona-Caracas. Mencioné al respecto un desayuno organizado por la Fundación para la Cultura Urbana para oír a Oriol Bohigas, al cual cometí la equivocación de decir que había faltado gente cuando en realidad habían asistido todos los convocados. Pero de los candidatos sólo se quedó hasta el final el aspirante a la Gobernación de Miranda Henrique Capriles Radonsky. Los demás, por razones de diversa importancia, se excusaron dejando a algunos de sus asesores.
Eso me da pie para recalcar la necesidad de renovar el discurso sobre la ciudad que predomina en nuestro país. Y se puede comenzar con el tema de la inseguridad, que usualmente se enfoca en sus aspectos represivos o preventivos en términos policiales desconociéndose el papel que en la impunidad o en el estímulo al delito tiene la pobrísima calidad de vida urbana en enormes porciones del territorio de Caracas.
Por otra parte es cierto que si se unieran respecto a lo que debe hacerse todos los Alcaldes de nuestra capital y su área de influencia, sin la participación del gobierno central podrían hacer relativamente poco. Pero también lo es que la presión conjunta que podrían ejercer llevaría la discusión hacia puntos neurálgicos que dejarían en evidencia a un Poder Ejecutivo ciego y sordo. El combate contra la inseguridad comienza (¡sí, comienza!) con la mejora de la calidad de la vida urbana. Eso es revolución y no comprar submarinos.
UNA PLATAFORMA POLÍTICA.
Mejorar esa calidad implica objetivos ambiciosos que van más allá del período de un alcalde, pero eso no impide que se persigan, se hable de ellos, que se forme opinión, que se citen en todos los debates; en definitiva, que se conviertan en parte de una plataforma política. De eso habla Bohigas cuando dice que “cada partido debe tener su idea de ciudad”. Es verdad que hay asuntos como la recolección de basura, los servicios de agua y drenajes, etc. que son elementales (muestra, por cierto, de una década de paños calientes). Pero cuando se le da prioridad en el caso de Caracas, a la necesidad de una modificación de los tiempos de traslado hogar-trabajo mediante un mejoramiento radical del transporte público y el control de la invasión del automóvil particular, se está tocando un tema político muy sensible. Lo mismo puede decirse sobre la actuación en los barrios, cuando es parte de un proceso sostenido de ganancia de espacio público combinado a la sustitución de viviendas, que implica el rechazo a la vieja tesis de la construcción sobre demoliciones masivas. O, con ese mismo fin, en un programa de inserciones de arquitectura institucional de la más alta calidad (escuelas, centros de salud, centros culturales, plazas, bulevares peatonales, etc.). Son puntos centrales de una plataforma política, como lo fue en el caso de Medellín, acompañados, si hablamos de la “ciudad formal”, la regulada, de lo que Bohigas llamó hace años el Proyecto Urbano (en zonas como El Cementerio, San Juan, Santa Rosalía, El Calvario, Parque Vargas, Catia, San Martín, apoyo decidido a la Zona Rental de la UCV, La Carlota). Modesto o ambicioso pero imprescindible en la capital. Son propuestas que derivan del conocimiento actual de nuestra dinámica urbana, probadas y en curso en América Latina. Aspectos de una plataforma política democrática. Que deja en evidencia una visión oficialista politiquera, autoritaria, de culto al Caudillo.
SUPERAR EL POPULISMO.
Las fuerzas políticas que estarían obligadas a discutir estas cosas son las de la actual oposición. Pero no lo hacen; es más, algunos de sus candidatos a Alcaldes parecen no tener contacto alguno con la gente que conoce, discute y promueve los temas a los que me acabo de referir. Y lo que es peor, en el mismo movimiento político conviven el conocimiento y la ignorancia sobre ellos.
A la ausencia de ideas del oficialismo no se le está oponiendo un escenario de debate y reflexión. Repito lo que ya dicen los sectores más lúcidos en nuestro país: el mayor problema de Venezuela es el problema urbano. Si en los debates internos de los partidos democráticos no se habla de las posibles líneas de actuación para atacar ese problema, se está incurriendo en una gravísima omisión. El tronco ideológico común de la oposición tendría que ser, simplemente, la vigencia clara de la democracia en todos los órdenes frente al secuestro que hemos padecido. Pero ello abre un debate sobre estrategias, prioridades, líneas de actuación, la discusión moderna en cualquier país democrático. La ideología que se opone al Régimen es democracia sin adjetivos, vigencia de una Constitución que el actual Poder desprecia luego de haberla promovido con hipocresía. Pero a partir de allí no puede esquivarse la discusión sobre el qué y el cómo. La ciudad lo exige. Venezuela sólo dará un paso firme hacia la modernidad cuando se asuma el problema urbano superando al populismo.