Oscar Tenreiro / Publicado en el diario TalCual de Caracas el 24 de Mayo de 2014
Una de las definiciones del provinciano reza así: se aplica a la persona que tiene una mentalidad cerrada y unas ideas atrasadas y poco desarrolladas. Por extensión podríamos aplicar el concepto y de hecho se aplica, a un conjunto de personas, e, hilando más fino, a una mentalidad, una actitud, a las costumbres de un grupo social.
Si el provincianismo trae consigo un exceso de apego a lo local, a la mentalidad y costumbres de un lugar determinado; sin embargo, por la vía de la compensación, como contrapeso, en ese mismo medio social se produce una valoración excesiva de lo que viene de otras partes. Me explico mejor: se desarrolla en las personas que pertenecen a un medio provinciano una valoración ansiosa, desordenada, de lo que en otros lugares del mundo es aplaudido y promovido. Actitud compensatoria que puede calificarse igualmente de provinciana.
Esos rasgos se agudizan en tiempos de atraso y estancamiento como los que vive hoy Venezuela. Lo que se nos vino encima políticamente, facilitado por la actitud provinciana (mentalidad cerrada, ideas atrasadas) de muchos venezolanos, ha agudizado esos rasgos de modo alarmante, y no hay reunión social en la cual los temas de conversación no sean las mismas anécdotas sobre la mediocridad política que nos rige, signo de frustración…y provincianismo.
Y todo esto viene a cuento con lo de la invitación a Frank Gehry y a Richard Rogers a construir en Venezuela. Porque los promotores de lo de Rogers por ejemplo, lo he dicho ya aquí, lo que buscan es simplemente lavarse la cara de atraso que se han construido con su modo primitivo de hacer política, con sus maneras propias de líderes de república bananera, usando el disfraz que les facilita un arquitecto extranjero de fama internacional.
II
Y en cuanto a lo de Gehry la cosa es muy parecida, pero la promueven no unos políticos sino personas de la cultura muy elogiadas, que son por lo visto inmunes a las realidades del país donde nacieron, entre ellas la situación absolutamente injustificable de un Estado que durante quince años ha ignorado del modo más drástico la situación de la arquitectura venezolana, que sigue caracterizándose por una mínima producción de calidad. Es obvio que no han existido las condiciones para que los más capaces asuman las responsabilidades de construir la poca arquitectura de las instituciones que el Estado promueve. Y estos personajes cultos se lavan la cara, no a base de procederes políticos sino de empeño en desconocer la realidad de su país, con el detergente poderoso de la amistad con el arquitecto más famoso del primer país del mundo.
Y digo en este caso lo mismo que en el de Rogers: no se trata de que Gehry sea mejor o peor arquitecto sino de que traerlo a construir en Barquisimeto es una enorme impertinencia. No es pertinente, es inadecuado, es hasta insultante. Y si sucede que muchos guaros (como es bastante probable), se sientan orgullosos de ello porque pondrá a Barquisimeto en el mapa como puso a Bilbao, eso no quita que con ello lo que demuestren es…su provincianismo.
Pero a este caso hay que agregar otras cosas.
Uno de los que ha jugado un papel instrumental en el asunto ha sido el muy famoso Gustavo Dudamel, quien, también lo he dicho ya aquí, tiene una particular postura de indiferencia ante la situación venezolana que lo hace flotar au dessus de la mêlée. Para Dudamel, ahora miembro de la alta sociedad de Los Angeles, traer a Gehry a construir aquí, ahora en tiempos de crisis europea que deben tener a la oficina del arquitecto en algunas dificultades, es un gesto importante para retribuir la amistad obligada que le dispensa a un mimado la gente de prestigio de una ciudad como Los Angeles. Y para ello le ofrece lo típicamente venezolano aparte de comprar: un contrato. Con ello se sacude la carga provinciana que muy probablemente verán en él los más sofisticados de la ciudad del cine, y de paso al muy meritorio José Antonio Abreu le viene bien a su carácter de figura planetaria, entrar en tratos con un arquitecto tan conocido y alabado.
III
A estos contratos en dólares puede aplicarse lo que se dice de las iniciativas de construcción con los arquitectos del espectáculo que se adelantaron en España y de las cuales algunas se quedarán irremediablemente inconclusas. Que fueron producto de un esfuerzo superficial, poco meditado, de poner en el mapa no sólo a las ciudades sino a quienes lo proponían en busca de superar la provincia y hacerse mundanos. Basta recordar que el poder político de Manuel Fraga Iribarne (1922-2012), aparte de Luis Fernández Galiano, fue clave para darle el encargo de la Ciudad de la Cultura en Santiago a Peter Eisenman. Y no creo que Fraga haya sido una personalidad universal. Era, méritos aparte, un clásico provinciano.
Y ante la obra en Santiago como ante lo de Bilbao o Barajas, es importante decir que en España hay muchísimos arquitectos de gran valía, con la ventaja, demostrativa de la sólida cultura arquitectónica de ese país, de que ninguno de ellos, exceptuando a Calatrava, forma parte del mundo del espectáculo. En Venezuela también, pero con una grandísima desventaja, con un peso muerto que a veces parece insuperable: el irrespeto, la muy extendida y profunda actitud desdeñosa hacia su posible valor, que se expresa muy bien por cierto en uno de esos comentarios de Internet, muy reciente, que decía que menos mal que contrataban a Rogers porque los arquitectos venezolanos no hacían sino cajas sin interés. Lo que habría que haberle dicho a quien escribió eso es que esperara un poco, las cajas se están, de nuevo, poniendo de moda. Y como su juicio, por ligero, delata su espíritu provinciano, admirar las cajas serán su nueva forma de estar al día.