ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro

Me escribe Carlos Sosa Franco, amigo de los años adolescentes, ingeniero, estudioso, lector de toda la vida, a propósito del Cristo de Iván Kramskoy que puse como imagen central la semana pasada. Motivado por la imagen, buscó, leyó y me manda algunas reflexiones, me sugiere algunos «links» de Internet y en resumen, suscita en mi un interés inesperado por esta figura del arte ruso, tan importante como inexplicablemente poco conocida, al menos para personas como yo.

Es el tipo de estímulos que uno espera a propósito de la labor de escribir «en pequeño», sin afán de publicar (salvo lo de TalCual que es casi un deber) o ser considerado escritor. A pesar de que el impulso de hilar palabras e ideas escribiendo se me ha hecho fuerte y casi indispensable. Y uno espera que alguien mueva su mundo personal a partir de lo leído..

Y fue así con Carlos. Y de paso conmigo, a partir de sus sugerencias.

Porque parece que la forma como Kramskoy decidió pintar a Jesús suscitó polémicas en su tiempo, llegando incluso a decirse que había en la intención del pintor una visión «atea», porque subrayaba, con la expresión, la actitud y la sensación de desamparo o de perplejidad, la condición humana por encima de la condición divina. Punto de vista que en cierto modo podía verse corroborado por el propio pintor (quien murió joven, de tuberculosis, poco después de sus cincuenta años, en 1857) quien en varias cartas que escribió http://www.19thc-artworldwide.org/autumn03/73-autumn03/autumn03article/272-the-qatheismq-of-jesus-in-russian-art-representations-of-christ-by-ivan-nikolevich-kramskoy-vasily-polenov-and-nikolai-ghe buscaba entender mejor las razones de su modo de representar a esa figura esencial, entregándose a especular acerca de lo que Cristo podía pensar de sí mismo. Así: «…Mi Dios -Cristo- es el más grande de los ateos, una persona que ha destruido a Dios en el universo y se puso a sí mismo en el centro del espíritu humano y quien, desde entonces, va con calma hacia la muerte…»

De todos modos, con la perspectiva que hoy tenemos, que acepta la duda y la valora sin juzgar según las visiones más dogmáticas típicas de su tiempo, el desasosiego de Kramskoy y sus reflexiones no necesariamente señalan hacia una negación tácita, militante, de carácter ateo. Creo más bien que el desamparo de su Cristo en el desierto señala hacia la esencia de la condición Dios-Hombre que es central en el misterio cristiano. Fuera de toda consideración teológica, que se abordará siempre, está la complejidad psíquica que le es propia, complejidad que tenía que darse en Jesús. Y allí está esa figura de hombre, viendo hacia ninguna parte, absorto con las manos apretadas, reflexionando sobre lo que le aguardaba: tres años intensos que concluirán en el dolor y la derrota.

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Kramskoy fue contemporáneo tanto de Tolstoy (1828-1910) como de Dostoievsky (1821-1881). Figuras que se hicieron poderosas preguntas, de enorme repercusión en su tiempo, aún vigentes, acerca de la relación con la Fe y la enseñanza evangélica. Que orientaron movimientos intelectuales en los que participó Kramskoy, que, entre otras cosas, cuestionaban la situación social de entonces y se preguntaban sobre la conducta que debía conducir a su superación. Y fueron asumidas de modo diverso por esas figuras gigantes de la literatura universal.

Y es significativo, como me recuerda mi amigo, que el retrato más famoso de Dostoievsky, de Vasily Perov, pintado en 1872, presente al escritor con la misma actitud http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Vasily_Perov_-_Портрет_Ф.М.Достоевского_-_Google_Art_Project.jpg del Cristo de Kramskoy, con las manos apretadas entre las piernas y esa mirada dubitativa que se pierde frente a él.

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Estas cosas me llevan hacia el papel que podríamos llamar filosófico que cumplieron los pintores particularmente en el siglo 19, cuando sus temas en cierto modo adquirieron precedencia sobre los valores plásticos, que se daban por refrendados, por establecidos, una vez que el pintor era aceptado en los círculos académicos. Los temas excitaban podría decirse, el espíritu polémico de la intelligentsia. Y si se trataba de un maestro de la técnica, como era el caso de Kramskoy, que manejaba con asombrosa soltura la expresión de un rostro, la mirada, la postura, la actitud, el debate podía llevarse muy lejos.

Es eso seguramente lo que llevó al mismo Dostoievsky, también me lo hace notar mi amigo, a escribir un asombroso comentario sobre un cuadro de Kramskoy que surge, sin la menor duda, de la extraordinaria capacidad expresiva del pintor. Se trata de «El Contemplador», una obra que, así de pasada, no llamaría demasiado la atención si uno no decide ir, con más cuidado, hacia el ser humano que allí está, deduciendo su mundo a partir de su mirada, su talante de observador absorto y ensimismado. Vale la pena buscar la imagen (http://www.wikiart.org/en/ivan-kramskoy/contemplator-1876 – supersized-artistPaintings-195749 ) y examinarla, siguiendo a la vez lo que escribió Dostoievsky: «..Un extraviado campesino vistiendo un raído caftán y bastos zapatos, de pie como perdido en sus pensamientos. Pero no está pensando, está «contemplando» algo…si se lo tropieza te miraría al comienzo como si lo hubieses despertado…muy probablemente escondería para sí mismo la impresión bajo la cual estaba mientras contemplaba. Estas impresiones son muy queridas para él y lo más probable es que imperceptiblemente las guarde…por qué y para qué, desde luego que tampoco lo sabe; tal vez, de repente, habiendo guardado sus impresiones por muchos años, dejaría todo y vagaría hacia Jerusalén para salvar su alma, o tal vez repentinamente quemará su pueblo nativo…o tal vez haga las dos cosas… Muy probablemente Smerdyakov (se refiere al vil personaje de Los hermanos Karamazov) también, era un contemplador así, y lo más probable, él también, guardaba codiciosamente sus impresiones, casi sin saber por qué…»

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Reflexiones de interés que agradezco a la amistad expresada por estos medios electrónicos que abren puertas de modo sorprendente, para un tiempo en el que todos, de un modo u otro, repetimos los rituales que llaman a la concordia, la unión, la paz y la alegría, un tanto separados, porque así van las cosas en nuestra circunstancia, de su más remoto origen. Y que nos llevan hacia aspectos de nuestra humanidad que son parte esencial de lo que somos. A pesar de la indiferencia o del olvido.

 

Anexo, de nuevo, la imagen del Cristo de Kramskoy y recomiendo especialmente el tercero de los links aquí incluidos para asomarse a un mundo pictórico excepcional.

3 Ivan Kramskoy - Contemplador

Ivan Kramskoy-Contemplador

 Cristo en el desierto por Iván Kramskoy (1837-1887)

Cristo en el desierto por Iván Kramskoy (1837-1887)

2 Vasily Perov, Dostoievsky (1872)

Vasily Perov, Dostoievsky (1872)