Como consecuencia de la situación venezolana, se discute mucho, formal e informalmente, acerca de cual debe ser la conducta por parte de los arquitectos en relación con el Poder Público en un país que por su condición de petro-estado hace de ese Poder prácticamente el único realmente poderoso. Aumentado además en los últimos dieciséis años como resultado de una estrategia política que buscó la disgregación sistemática de todas las instituciones que gozaban de relativa autonomía (empezando por los Poderes Judicial y Legislativo) y el debilitamiento del sector privado.
He abordado el tema varias veces y podría decirse como conclusión, por una parte, que en una sociedad como la nuestra es imposible sustraerse a algún tipo de relación con el Poder cuando de construir arquitectura institucional se trata. Entendido lo cual debemos dirigir nuestros esfuerzos, caso de encontrarnos en alguno de “esos tipos de relación”, a no aceptar que ella implique sujeción, acuerdo en modos de proceder, o incorporación a una militancia. Y establecer como condición irrenunciable que se acepte nuestra independencia de criterio.
Pero ese esfuerzo es difícil y lo asumen pocos.
Aparte de que siempre se trae a colación, sobre todo por aquellos andan en busca de su plato de lentejas, es decir vendiendo su autonomía de pensamiento, el caso de Villanueva sirviendo a dos dictaduras sin que eso haya impedido que su obra sea parte de nuestro patrimonio. Coartada para actuar sin mala conciencia que pasa por alto que desde los tiempos de más actividad de Villanueva pasaron más de cincuenta años, y hoy nos hemos hecho más conscientes de lo que aspiramos ser como sociedad. Y además el tema de los derechos democráticos ha venido cobrando tanta importancia que no es posible colocarlos en un segundo término.
Eso, aparte de que a Villanueva nunca que sepamos se le exigió directamente lealtad política, ni tampoco que firmara cartas de apoyo a los regímenes a los cuales sirvió.
Pero de todas maneras, aunque reconozcamos las distancias de tiempo y de significado político, la relativa pasividad de Villanueva en sus relaciones con el poder dictatorial en sucesivas etapas de su vida no es algo que se puede despachar como asunto sin importancia. Es un tema que debe debatirse con libertad y hay espacio para ser crítico y hacer consideraciones éticas sin que eso signifique vulnerar el valor de una figura de la arquitectura de singular importancia.
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Pero lo que motivó el texto para TalCual de hoy se refiere a Le Corbusier y sus supuestas relaciones con el Régimen de Vichy en tiempos franceses de la Segunda Guerra, e incluso, lo que algunos han llegado a llamar “su militancia fascista”.
Ante lo cual, aparte de lo que digo en el texto de hoy, agrego en esta introducción otras consideraciones.
Comienzo con la relación de amistad estrecha que hubo entre Corbusier y Claudius Petit, este último figura indiscutible de la Resistencia francesa hasta el punto de haber sido distinguido con numerosos honores en virtud de su actuación en esos duros años de la ocupación. El nombre que adoptó después de la guerra, Claudius, con el cual lo conocimos era su “alias” como “maquis”, o sea que estamos hablando de una persona claramente distante de toda vinculación con el fascismo.
A Claudius lo conocimos de cerca. Se alojó en nuestra casa durante una semana cuando lo invitamos en 1983 a Caracas junto a José Oubrerie a raíz de la exposición sobre la Iglesia de Firminy que montamos en la Facultad de Arquitectura. Y nos consta su devoción hacia Le Corbusier, a quien consideraba un amigo muy cercano y con quien tuvo memorables relaciones de trabajo que comenzaron cuando convivieron durante diecinueve días en 1945, a fines de Diciembre, durante un viaje de trabajo a Estados Unidos, en el carguero“Vernon S. Hood”, barco de transporte americano de los llamados “Liberty Ships”, fabricados en serie durante la guerra. Ambos (no se conocían hasta ese momento) formaban parte de esa Comisión que según entiendo se ocuparía del tema del edificio sede de las Naciones Unidas, que en Octubre se acababa de fundar. Claudius me habló con particular calidez de su encuentro con este hombre obsesionado en ese momento con la “invención” del Modulor.
De allí en adelante la relación entre estos dos hombres duró hasta la muerte de Corbu y estuvo en el origen, no sólo de la terminación de la Unidad de Marsella, sino de las Unidades de Habitación (dos) además del Club de Juventudes, el Stadium y la Iglesia (terminada póstumamente hace unos tres años) de la ciudad de Firminy, en el Sur de Francia, de la cual fue Alcalde Claudius durante varios períodos, después de haber sido Ministro de la Reconstrucción.
Una amistad profunda que me pregunto si hubiera sido posible de siquiera sospechar Claudius alguna simpatía (se ha llegado hasta hablar de militancia) con el fascismo por parte de Corbu.
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Y hay otra cosa que no sólo atañe a Corbusier sino a muchas figuras de la historia que han sido controversiales y que, sobre todo, han sido incómodas para los cultores de los lugares comunes. Me refiero a una especie de cacería de errores que algunos emprenden para “bajar del altar” al héroe ausente. Cacería que va en búsqueda de algún episodio, de alguna acción dudosa de la cual haya documentación aunque sea vaga para convertirla en argumento-parte de un enjuiciamiento. Es una técnica muy propia de los tiempos que corren porque los hallazgos se convierten rápidamente en noticias que atraen a muchos.
El acusado además no puede defenderse. Y allí está la clave.
En el texto de hoy digo que estas “relaciones” de Le Corbusier con Vichy se plantearon durante su vida cuando podía argumentar, cuando podía desmentir. Y que yo sepa, nunca avanzaron más allá de la maledicencia y de algunas situaciones en las cuales, en efecto, Corbu incurrió cediendo al impulso de “hacer” y cuidando poco el “con quién”.
Y recuerdo al respecto lo que dijo Claudius en una charla en nuestra Facultad de Arquitectura, frase que nunca he olvidado porque nos concierne directamente a todos los arquitectos: “cuando Corbu dejó de buscar al príncipe, el príncipe terminó yendo hacia él”.
Y todos, también, olvidándola, hemos cometido errores.
CUIDADO CON EL PODER
Oscar Tenreiro
(Publicado en el diario TalCual de Caracas el 18 de Abril de 2015)
Hablábamos la semana pasada de la peculiar relación con los poderes de su tiempo que Miguel Ángel tuvo. Peculiar en el sentido de la capacidad para hacer respetar sus convicciones de artista hasta el punto de llegar a imponer de modo directo, en virtud de su prestigio, o indirecto, mediante giros de conducta, condiciones para llevar adelante sus designios. Logró así ser tratado de modo especial hasta el punto de que desde el Poder se le halagó aceptando sus términos en lugar de imponérselos. Todo esto, por supuesto, tomado cum grano salis porque en definitiva muchas veces debió doblegarse.
Este esfuerzo del artista por preservar su espacio y librarlo de interferencias, es un tema que nunca pierde actualidad y nos lleva a hacernos muchas preguntas sobre los límites éticos que se plantean, característica de los tiempos recientes desde el siglo veinte hasta aquí, cuando el Poder es Público, Ilegítimo y Opresor. Cuando se trata de dictaduras abiertas como las que se han padecido en todo el orbe y que en nuestra historia han sido recurrentes; o camufladas, encubiertas, empeñadas en ocultar su verdadera naturaleza, como la que hoy rige en Venezuela.
Es un tema complejo porque al debatirlo no puede excluirse que el conocimiento profesional se pone al servicio de una nación y no de un gobierno. El saber profesional está en definitiva al servicio de toda la sociedad independientemente del Régimen que la sojuzga. Un argumento que siendo cierto se sustenta en un equilibrio muy precario, porque poner al servicio de otros el conocimiento personal no implica que la persona renuncie a sus convicciones y se convierta en súbdito pasivo que abandona, lo hemos escrito muchas veces, la soberanía sobre sí mismo.
II
Y he aquí que recibimos la noticia de que han aparecido recientemente ciertas evidencias respecto a las relaciones de Le Corbusier con el gobierno colaboracionista francés durante la ocupación Nazi, el Régimen de Vichy presidido por el Mariscal Petain. No conozco bien la naturaleza de esas evidencias, pero ha trascendido que Corbu estuvo en esa ciudad varios meses a raíz de la creación del gobierno títere y llega hasta decirse que en algún documento Corbu hace alguna observación antisemita.
Ignoro lo que los especialistas puedan decir en torno al tema, pero por mi parte adelanto un par de cosas.
No creo que tenga nada extraordinario que un obseso de sus ideas sobre arquitectura como Corbu haya hecho suyas las necesidades dramáticas creadas por la guerra y haya reaccionado haciendo propuestas asociadas a su deseo de hacerlas realidad.
Y de eso da testimonio el mismo arquitecto en sus Obras Completas, no en palabras sino exponiendo un grupo de proyectos que concibió y quiso promover en los meses difíciles de la invasión a Francia.
Uno de ellos, que, dicho sea de paso, siempre me ha interesado, es el de las “casas murondinas” (Maisons Murondins en francés – la unión de la palabra mur-muro y rondins-leño-) que fueron concebidas, según las Obras Completas, en Abril de 1940, cuando tomada Bélgica, había comenzado el proceso que llevaría a la invasión de Francia por los Nazis. Paris se rinde el 14 de Junio de ese año y ya en Julio se había formado el gobierno colaboracionista. Si tomamos en cuenta que ya en esos meses convulsos y confusos Corbu se había ocupado del tema de dar alojamiento de emergencia a los refugiados, no tiene nada de especialmente extraordinario para alguien de 54 años de edad, nada parecido a un activista político, que veía en toda situación un espacio para sus ideas de arquitecto, haya cedido a la tentación de exponer en Vichy sus ideas de reconstrucción de emergencia, ideas dirigidas a beneficiar a quienes sufrían los rigores de la guerra.
III
Es así como lo expone en las Obras Completas: Se trataba de dar a los refugiados la única posibilidad de abrigarse: tomar tierra y ramas de árboles y hacer, sin mano de obra especializada, abrigos a la manera de los leñadores de los bosques…Eran casas que formaban bloques continuos, construidas con barro, muros de tapia o de adobes hechos en sitio, techo de leños sin aserrar cubiertos a su vez de barro y paja formando conjuntos. La descripción de la oportunidad de construirlas la expone a continuación Corbu de este modo: pasada la debacle, a fines de 1940, este procedimiento fue ofrecido a la juventud para que constituyera ella misma sus clubes y rechazara el ofrecimiento desmoralizante de viejas viviendas polvorientas que se les ponían a disposición en ese tiempo.
Y no es ese el único proyecto de esos meses. Está también el de las Escuelas Volantes, prefabricadas en metal, hecho en colaboración con Jean Prouvé, transformables en comedores para niños, que el presenta, también en las Obras Completas, como para la primera parte de la guerra 1939-40.
Que su impulso por lograr la realización de esas experiencias lo haya llevado hasta Vichy (asunto que es visto con natural desconfianza) no es algo fuera de una mínima lógica. Pero desde hace años esas supuestas y oscuras gestiones ante un poder ilegítimo se le vienen reclamando a Le Corbusier, incluso durante su vida. Ante lo cual, tal vez a causa de la mala conciencia, no aclaró demasiado.
Pero también se ha hablado de algunas expresiones antisemitas, según parece en una carta de esos mismos tiempos. Habrá que debatir sobre los fundamentos de esa acusación, pero me inclino a pensar que en ella hay oportunismo sectario. Por una parte para ganar publicidad con escapulario ajeno y también por la bien conocida tendencia de acusar de antisemitismo con demasiada sensibilidad, fuera de contextos y circunstancias.
Pero ya veremos y mientras tanto asimilemos una vez más como moraleja que hay que cuidarse de la atracción del Poder.