Oscar Tenreiro
Introduzco aquí de nuevo el tema político porque en este momento venezolano es fundamental para cada quien hacerse eco, amplificar diría mejor, la denuncia de la salvaje represión que la dictadura ha desencadenado contra quienes exigimos nuestros derechos constitucionales. Tengo que hacerlo a sabiendas de que fuera de Venezuela quienes de cuando en cuando leen nuestros gritos políticos pueden decir, como me dijo un amigo de España: quien habla de su mal espanta. Me siento obligado a correr el riesgo de espantar porque no podemos dejar de hablar de nuestro mal, sobre todo cuando veo los rostros de los muchachos, algunos de ellos adolescentes tempranos, que han encontrado la muerte en estos días a manos de los cuerpos armados revolucionarios y los grupos de choque (los llamados colectivos) organizados por el Régimen como imitación de las más oscuras prácticas dictatoriales de la historia.
Y me ha causado especial irritación, por no decir peores cosas, lo que ese personaje maligno que es Aristóbulo Istúriz, la punta del iceberg de la masa congelada de patéticos cómplices de la iniquidad a los cuales he aludido en pasados escritos, ha escenificado ayer no más, en un Jueves Santo, fecha llena de muchos sentidos entre los cuales no está por supuesto la hipocresía de la cual él hace gala, al declarar que en San Félix (sur de Venezuela) el pueblo salvó al Dictador de ser agredido por huestes de la oposición, cuando todo el mundo sabe, todo el mundo con un mínimo de independencia de criterio y acceso a una información directa sin filtros impuestos como la que ha instalado el Régimen, que lo que ocurrió allí fue el resultado espontáneo de la represada indignación de la inmensa mayoría del pueblo venezolano.
Comparar a un personaje como Istúriz con Judas sería rebajar a Judas, porque si seguimos el juego de razonamiento que a menudo se practica, al menos Judas sirvió de instrumento para que se cumpliera lo que estaba escrito, mientras que esa especie de monstruo del oportunismo que es el otrora Alcalde de Caracas no es sino un abyecto adulador que quedará entre los personajes más funestos de la camarilla gobernante.
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Y al hablar de quien vendió a Cristo, surge ante todos nosotros con claridad el carácter simbólico que tiene el que las protestas de un pueblo que no pide otra cosa que respeto a su voluntad, coincidan con la Semana Santa. Ya coincidió con la Semana Santa de hace doscientos siete años una temprana demostración de cómo es posible, al igual que ha sido posible a lo largo de la historia en muchos lugares del mundo, transformar la reunión multitudinaria de ciudadanos a favor de la demanda de derechos colectivos en una derrota de quienes detentan el Poder. En el corazón de esta misma Caracas se abrió un capítulo central en nuestra historia, facilitado, es verdad, porque los que entonces ejercían la autoridad tenían conciencia de su propia dignidad hasta el punto de expresarla de un modo inequívoco. El yo tampoco quiero mando, frase que venimos oyendo desde que éramos escolares, revela en quien la pronunció, el peninsular Vicente Emparan, la conciencia de que no es posible ir en contra de la voluntad clamorosa de un pueblo, conciencia que es una muestra de dignidad. Y uno quisiera, uno espera, apoyándose por supuesto en una ingenuidad que en definitiva es confianza en la moral que precisamente en estos días santos se nos muestra en la evocación del misterio de una Pasión, una Muerte y una Resurrección, que haya un mínimo de dignidad en algunos de quienes hoy sojuzgan y humillan a los venezolanos. Y que den el paso de aceptar que no los queremos más, que deben abrirle espacio a una nueva etapa política.
Porque se trata de entender, ya se ha dicho bastante, que se cierra un ciclo. No podemos exigírselo a los actuales jefes de la camarilla y con seguridad a ninguno de los principales miembros de ella, pero sí se lo pedimos a quienes han acompañado este proceso iniciado hace casi veinte años y tienen la mínima lucidez para entender que ya no va más, que ya no es posible sostener esta construcción de un poder basado en el engaño. Que no hay teoría revolucionaria posible frente al actual grado de contaminación moral. A ellos les pedimos que apelen a su dignidad.
Caracas, antes del encuentro del pueblo de Caracas en las calles el próximo 19 de Abril.