ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro

No es ahora cuando lo pienso sino desde hace mucho tiempo cuando llegó a unos extremos lamentables la situación de la Universidad Central de Venezuela, asediada, agraviada, maniatada por este Gobierno. Pero ahora lo pienso con muchas más razones ante el asalto definitivo  presidido por la Presidencia de la República, que se ha emprendido contra la democracia venezolana.

Ya pensé en el momento en el cual la UCV aceptó la absurda intervención de un Tribunal Supremo al servicio de los designios del Poder Ejecutivo impidiendo las elecciones universitarias, que había sido un error de la burocracia de mi Alma Mater el haberse plegado a la intervención de su autonomía, que debió haberse ejercido el derecho autónomo que tenemos los ucevistas para elegir nuestras autoridades del modo consagrado por la Ley. Los argumentos que se dieron entonces para esa claudicación nunca me parecieron convincentes, y el curso de los acontecimientos ha confirmado que si en su momento la UCV hubiera tenido la valentía de decir no, asumiendo todos los riesgos, tal vez se hubiera acelerado un debate sobre la ilegitimidad de la connivencia de la cabeza del Poder Judicial con los designios políticos del Régimen; se hubiese iniciado, o al menos se habrían disparado las alarmas para proponerlo, el debate sobre los riesgos para la institucionalidad venezolana que acarreaba la contaminación política del Supremo Tribunal, hoy ya convertido en instrumento del terrorismo de Estado que tiene ahogada a Venezuela.

Ahora he vuelto a oír en una entrevista de radio a la Sra. Rectora los argumentos respecto al momento actual, de la burocracia que ella encabeza, mujer y profesional a quien, dicho sea con claridad, profeso el mayor respeto; y tampoco me convencen. Si la Universidad quiere ser en efecto luz del país como ella dijo una y otra vez en la entrevista, debe seguir una conducta acorde con la enorme gravedad de lo que está pasando, debe dejar bien claro que estamos en una situación límite para la República. Y a una situación límite no se responde con flexibilización, otro término que usó respecto a las actividades universitarias, sino con una posición drástica que despierte a quienes duermen en la indiferencia, que siempre los hay, y que en cierto sentido se convierta en modelo para muchas otras instituciones del país que también están en la obligación de hacerse sentir en este momento difícil. Porque está bien claro que la camarilla gobernante jamás actuará a favor de la democracia a menos que sea forzada a ello con actitudes drásticas.

Es el mismo razonamiento que he utilizado con algunos colegas profesores, ellos activos, yo jubilado, de la Facultad de Arquitectura donde fui profesor tantos años, porque me causa asombro la pasividad de una Facultad que tuvo un papel fundamental en momentos difíciles del pasado y que hoy parece languidecer en una especie de deterioro aceptado con sorprendente resignación. A ellos les he pedido que se hagan eco de la preocupación que he expuesto, la de poner sobre la mesa para que se tome una decisión sobre ella la pregunta de si debe suspenderse el funcionamiento docente de la Universidad hasta que cesen las razones de la emergencia, explicando con claridad en un documento dirigido al pueblo venezolano la gravedad del asalto a la democracia que se ha desencadenado.

Y digo finalmente unas palabras acerca de un término, el de burocracia, que he usado varias veces en este alegato. Lo he usado ex-profeso para recalcar que las autoridades universitarias están en definitiva al servicio de la comunidad universitaria y no por encima de ella, decidiendo por ella, dando direcciones en nombre de ella. La Universidad somos todos; somos, como decía la Ley que fue promulgada en los albores de la recuperación de la democracia previa redacción por una Comisión en la que figuraba un arquitecto, Martín Vegas Pacheco, una comunidad de intereses entre profesores y alumnos dedicados a la búsqueda de la verdad. Lo digo de memoria pero tuve el privilegio de que me lo leyera, por allá por 1959, tomándolo del Boletín Informativo de la UCV que entonces circulaba, el mismo Martín, mi profesor de entonces. Y digo hoy con énfasis, que si hay comunidad de intereses, lo menos que podrían hacer los titulares de la burocracia representativa de nuestra Alma Mater es recurrir a esa comunidad promoviendo una Asamblea que esperamos multitudinaria en la cual la Universidad entera tome posición ante este terrible momento que vive Venezuela, confiscada su institucionalidad por una camarilla abusiva y antidemocrática.

¡Proceda Señora Rectora! ¡Convoque, usted y los miembros del Consejo Universitario, a esa Asamblea! ¡Haga uso de su responsabilidad ante la Historia de nuestra Casa de Estudios!