Oscar Tenreiro
Uno de los intentos más exitosos de sistematización del lenguaje que se han hecho en la historia de la arquitectura fue el enunciado que hizo Le Corbusier en 1926-27 de sus posteriormente muy famosos Cinco Puntos para una nueva arquitectura. Lo que vengo diciendo sobre la interrelación entre medio ambiente y arquitectura me lleva a ellos para preguntarme si sería posible, aunque sólo fuese a modo de juego y reconociendo la imposibilidad actual para sistematizaciones de ese tipo, enumerar algunos puntos que puedan considerarse básicos en una arquitectura del mundo tropical que ayuden –sobre todo en términos pedagógicos– a saltar por encima de la avalancha de estímulos ajenos e indiferentes que llegan desde otras geografías, para centrarnos en lo que es más propiamente nuestro: las exigencias que la naturaleza impone al edificio.
Recordemos primero los Cinco Puntos:
- Los pilotes (construir sobre columnas independizándose del suelo y formando un esqueleto estructural).
- El Techo Jardín.
- La Planta Libre (independizar los recintos internos de la estructura).
- La Ventana Horizontal.
- La Fachada Libre (al separar las columnas de la fachada, retirándolas hacia el interior del edificio, las aberturas pueden seguir cualquier diseño).
Al examinarlos resulta claro que el éxito que los Cinco Puntos tuvieron en su tiempo se debe a que todos, con la sola excepción de La Planta Libre, son de carácter técnico, es decir, pueden aplicarse sin que intervenga ningún tipo de interpretación. En efecto, la Ventana Horizontal, el Techo Jardín, la Fachada Libre o Los Pilotes se definen a sí mismos. La Planta Libre en cambio (que puede verse como el capítulo inicial de la fluidez espacial típicamente moderna que discutí en Digresiones 35) se entiende como un deseo de evitar que los espacios internos se delimiten siguiendo la estructura o dependiendo de ella, deseo que está afectado por particularidades (dimensiones generales de la planta, los usos, las necesidades) que lo regulan o restringen a veces drásticamente haciendo relativa la deseada liberación. Esa relatividad le da carácter de concepto, ya no podemos en ese caso hablar de un recurso técnico. Pero si es verdad que los otros cuatro puntos no requieren interpretación, hay dos de ellos –la ventana horizontal y los pilotes– que son excesivamente precisos, lo cual llevó a su repetición en términos que pueden efectivamente ser llamados estilísticos, uno de los argumentos para que críticos e historiadores, especialmente del mundo anglosajón, hablaran del Estilo Internacional. Los Pilotes son de aplicación problemática por razones económicas o de uso, pero la ventana horizontal se generalizó hasta extremos casi empalagosos por todo el mundo, quedando entonces como verdaderos recursos técnicos de aplicación completamente abierta al alcance de cualquiera, hoy en día en plena vigencia –como opción– la Fachada Libre y el Techo Jardín. Con lo cual queda dicho que esas herencias originadas en las preocupaciones de los inicios del Movimiento Moderno, sumadas a otras que se han incorporado al repertorio técnico de la arquitectura a lo largo de las décadas siguientes hasta hoy, no han perdido su razón de ser y sería erróneo considerarlos rasgos de un estilo, propio de un tiempo histórico. La modernidad no engendró un estilo, inició un desarrollo. Lo Moderno nunca pretendió ser un estilo, fue un origen. Bastantes veces lo dijeron explícitamente, o lo sugirieron, los Maestros.
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Al dejarme llevar por el juego que propuse más arriba, escarbando en la experiencia y la reflexión, me encuentro con la imposibilidad de aspirar a una precisión análoga a la que en su momento tuvieron los 5 Puntos. Y es así porque si vamos más allá de las apariencias que con frecuencia llevan a los historiadores hacia la simplificación, entenderemos que uno de los legados del Movimiento Moderno fue precisamente abrir espacio a la complejidad, a la diversidad de los diversos desarrollos de lenguajes (personales o no); diversidad que empezando con el propio Le Corbusier, dejó atrás la uniformización que algunos de los 5 Puntos promovían. Y si asumimos la afirmación –como recién dije–de que la lucha moderna no se dio para imponer un estilo sino para superar esa noción, nuestro deseo de enumerar algunos puntos aplicables al medio tropical[1]se topa con la imposibilidad intelectual–somos hijos de nuestro tiempo– de la precisión: lo que propongamos debe aceptar o promover la interpretación: estamos obligados a hablar en términos conceptuales. Enuncio pues esos conceptos a la vez que me refiero brevemente a su origen.
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- El espacio intermedio es parte inseparable del edificio.
Esto alude especialmente a la concepción de la vivienda social en nuestro medio. Así como en los países de cuatro estaciones es un requisito la alta inercia térmica de paredes y techos y la hermeticidad de ventanas y puertas, en nuestro medio tropical no puede olvidarse la primacía del balcón habitable (habitable en el sentido de que sus dimensiones permitan la convivencia familiar) en la vivienda en altura, o la del corredor o la terraza en la unifamiliar. En los cálculos económicos de quienes elaboran los presupuestos sería obligatorio considerar esos metros cuadrados de construcción, no como un «extra» sino como obligación impuesta por la naturaleza.
- El techo debe expandirse para controlar la lluvia y producir sombra externa.
Esto parece una verdad elemental pero no lo es. Con frecuencia vemos cómo el techo es tratado en el trópico con los mismos criterios que se usan en los países de estaciones: como la tapa de un contenedor. El techo, en el trópico, pide rebasar los ambientes que cubre, quiere proyectarse más allá de las paredes para darles sombra, «quebrar al sol». Se le reconoce así explícitamente la condición de productor de sombra que el techo tiene. Y se recalca la de protector ante las inclemencias ocasionales de las lluvias. (La «lluvia venteada»[2]que amenaza traspasar las aberturas).
- La orientación del edificio domestica al sol.
El primer paso hacia el reconocimiento de la naturaleza se da con la orientación del edificio. No será nunca la ideal, pero, si es expresamente considerada, ayudará a atenuar los efectos de la insolación. La confianza excesiva en el papel que los medios técnicos y particularmente la climatización tienen en la creación artificial de confort térmico, han relegado a un segundo término la cuestión de la orientación, olvidando el ahorro energético.
- La ventilación cruzada es requisito.
Es básica en la vivienda, con el mismo rango del espacio intermedio. Sin embargo, como la buena ventilación dificulta la climatización, es necesario usar recursos de diseño que hagan posible la coexistencia de ambas condiciones.
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Asumir estos conceptos ayuda a protegerse del abuso del concepto de sostenibilidad que se ha extendido actualmente. La sostenibilidad parece un concepto actual sin serlo. Porque se olvida que los conceptos que enumeré como producto del juego, han estado siempre en el vocabulario que alude a la buena arquitectura y específicamente en el que usaban nuestros profesores cuando a mediados del siglo veinte mencionaban los atributos requeridos por nuestros ejercicios de diseño. La sostenibilidad no se inventó ahora, como parece deducirse de algunos discursos que se expanden en las redes sociales por quienes quieren ser vistos como actualizados. La sostenibilidad es un atributo intrínseco a la arquitectura patrimonial.
No cabe duda por otra parte que ha prosperado en los arquitectos un desdén respecto al rigor impuesto por las decisiones de diseño influidas por el medio natural: lo que debe hacerse en términos de interacción con la naturaleza se relega frente a los impulsos puramente formales o artísticos. O se confía a una sostenibilidad que depende de la tecnología. Muy atrás han quedado los tiempos en los cuales, por ejemplo, las consideraciones climáticas y de control de la luz natural –particularmente la reducción del glare o resplandor– de Luis Kahn en su proyecto nunca construido para el Consulado de los Estados Unidos en Angola (1961) se conocieron y se debatió sobre ellas. Jesús Tenreiro aplicó algunos de los principios en el diseño de las aberturas de la Casa Palacios-Tenreiro de 1963, Caracas, y en el Edificio Sede del Concejo Municipal de Barquisimeto; ejemplo que seguí después por mi parte en mi proyecto no construido de la Sede del Banco del Libro en el Parque del Este, Caracas.
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He cuestionado las enumeraciones (Digresiones 34) y me dediqué a enumerar. Por lo cual aclaro que no estoy apuntando virtudes y aciertos de lo ya construido –a eso aludí en el texto anterior– sino requisitos que siempre se han conocido, aunque no se mencionan, ocultos por el impacto de lo más aparente y seductor. Pero cabe preguntarse si tiene sentido recordar lo elemental, lo fundamental, lo que se da por aprendido desde los primeros años, en momentos en que la arquitectura es objeto de los mayores refinamientos, su mundo formal y tecnológico apuntando cada vez más fino, alta industria que acaso se disfraza de modestia. Porque consideraciones como las que hago pueden verse como señal de atraso, de estar en cierta manera fuera del juego. Se trata, sin embargo, de volver al origen en el sentido de Gaudí: es eso lo original. Lo que apunta hacia lo verdadero entre nosotros, más que en la imitación de retóricas al uso puede echar raíces renovadas en lo que es básico, en los fundamentos. En lo que está, por decirlo así, antes del proyecto o la construcción, lo que se lleva en los bolsillos para tenerlo siempre a la mano. Son además requisitos implícitos, contenidos en toda buena arquitectura aún sin ser fácilmente identificables. Forman, con seguridad, parte indiferenciada de la síntesis arquitectónica que admiramos como parte de nuestro patrimonio cultural, y al insistir en nombrarlos –repito que desde que nos abrimos a la arquitectura se hicieron presentes en la palabra– estamos volviendo a valores pedagógicos esenciales y sobre todo a lo que más específicamente nos concierne en esta parte del mundo. Dimensión, la pedagógica, que puede ser muy oportuna cuando constatamos las limitaciones del espacio cultural en el cual se mueven las inquietudes –me preocupa en especial el mundo estudiantil– en los últimos tiempos venezolanos.
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Lo que he escrito me lleva a destacar una experiencia personal. Durante mi estancia en Francia, me interesó mucho un libro del ingeniero francés Jacques Dreyfus: Le Confort dans l’habitat en pays tropical (Ediciones Eyrolles, París 1960), quien le había dado al grupo del cual yo formaba parte una conferencia en la cual desarrolló esquemáticamente el tema del título (El Confort de la vivienda en país tropical). Compré el libro y vi expresadas en él, de nuevo, muchas de las observaciones que le había oído formular al arquitecto brasileño Rino Levi (https://pt.wikipedia.org/wiki/Rino_Levi), un moderno extremadamente interesado en el tema climático, quien de visita profesional en Caracas nos dictó una sustanciosa conferencia en la Facultad cuando yo estudiaba el último año. Y muchas cosas en el libro me interesaron, entre las cuales las contenidas en un capítulo que se extendía acerca de la conveniencia de resolver la ventilación de los ambientes mediante estrechas ventanas verticales de piso a techo, cuya efectividad para el movimiento de las masas de aire dentro de los espacios internos hacía notar Dreyfus. Sus observaciones, por otra parte, constituyeron para mí la legitimación técnica del aérateur vertical de Le Corbusier, artificio que él incluía en su propuesta del pan de verre ondulatoire de fines de los años 50 del siglo veinte como parte esencial de su lenguaje tardío y suscitaba en mí un interés especial. Por lo cual no tardé en incluir el aérateur en mis primeras experiencias como arquitecto muy joven y específicamente en mi propia casa, en la cual he comprobado durante cincuenta años (ocupé mi casa, Los Aromos, recién terminada, en 1966) su excepcional eficiencia.
Vinculo al aérateur con los Cinco Puntos que hemos examinado, porque separados en el tiempo –tres décadas– son producto del mismo deseo de sistematizar que gobernó la actitud de Corbu ante algunos de sus hallazgos gramaticales, los componentes de su lenguaje. Su empeño en identificarlos y en cierta medida explicarlos con lenguaje técnico en las publicaciones de su obra, revela que los consideraba parte de una suerte de alfabeto que podía ser utilizado por cualquiera, que no le pertenecían en exclusiva. Entre los grandes maestros de la modernidad fue Corbu el único que cultivó esa actitud (poco común aún hoy cuando se busca frenéticamente la originalidad), porque si consideramos la oleada imitativa que en todo el mundo despertó por ejemplo la arquitectura de Mies van der Rohe, ella era más bien consecuencia de hacer del acero la estructura portante, como esqueleto que exige particularidades de diseño de los detalles constructivos, un todo unitario que se muestra como imagen. En su caso la técnica define la estética y de ella surge la afinidad mayor o menor, profunda o superficial, con la obra del maestro alemán. En Corbu, sin embargo, era constante el deseo de construir un vocabulario abierto, considerando al recurso en sí mismo como herramienta a disposición de quien la quiera utilizar, no como hallazgo personal intransferible.
Fue así con algunos de los Cinco Puntos. Ellos estaban en el ambiente y al enumerarlos los sistematizó. Lo estaba la Ventana Horizontal junto a la Planta y Fachada Libre, que él había utilizado desde 1922 en la Casa La Roche y en otros casos. Pero en un momento dado los convierte en mandamientos distintivos de la nueva arquitectura. El aspecto gramatical de sus exploraciones deviene patrimonio general, partes de su lenguaje se hacen partes del lenguaje. Pero lo que me parece más significativo de este aspecto del legado de Corbu, es que su movimiento intelectual, sus exploraciones y particularmente su rechazo a toda idea de promoción de un estilo[3], lo distanciaron progresivamente de los aspectos formales derivados de los Cinco Puntos. Y se liberó de lo sistemático que había promovido.
En todo caso, lo que nos interesa hacer notar, es que el uso de los recursos de diseño que Corbu publicitaba, en la medida en la que son de tipo técnico, se suman al desarrollo de un vocabulario que es parte de los recursos de nuestra disciplina. Recursos que no sólo admiten sino promueven su evolución y trasformación según cada experiencia de uso exija adaptaciones. Se van alejando del modelo original integrándose a cada lenguaje personal. Se hacen con el tiempo independientes de su origen: dejan de ser imitación.
[1]Cuando hablo de trópico hablo tanto del trópico húmedo como el del seco. Me refiero tanto al clima amazónico, o al de la sabana africana, como al desértico tropical, advirtiendo que el clima de los altiplanos o de las altas mesetas andinas plantean un acercamiento específico.
[2]Término que se usa en Venezuela para referirse a la lluvia acompañada de ráfagas de viento que la ayudan a penetrar por las aberturas.
[3]Si aceptamos que Le Corbusier fue, pese a su rechazo de ese tipo de roles, un héroe del Movimiento Moderno, hablar de un estilo moderno como se ha generalizado en el mundo anglosajón y particularmente en el periodismo cultural, es un error. Para el Movimiento Moderno, tal como lo dijo claramente Corbu, la arquitectura nada tiene que ver con un estilo. El Movimiento Moderno promovió una actitud, no un estilo.