Como debe ser ya conocido de los que visitan este Blog, lo que aquí aparece ha sido publicado semanalmente en un diario de Caracas, TalCual, que desde hace más de cuatro años tiene una página sobre Arquitectura y Ciudad dedicada a estos textos. Y como sucede con frecuencia en el periodismo diario, siempre hay alguien que se interpone entre lo que se escribe y lo que aparece publicado. La semana pasada ocurrió exactamente eso, un diagramador decidió mutilar varios párrafos porque no le cabían las fotos. Algo que nunca había ocurrido sucedió entonces, una forma de censura se realizó en las manos de un inocente diagramador. No tan inocente si vamos al caso porque un texto es siempre integral a ojos del autor. Pero así son las cosas.
De todos modos, como ya sabemos que no hay mal que por bien no venga, esa mutilación me permitió ampliar el contenido del texto anterior, y si bien verá el lector de este blog cosas hoy que ya estaban la semana pasada, lo que hemos hecho en lo que sigue es ahondar y tal vez ilustrar mejor.
INDIGNADOS, ZUMTHOR, PREGUNTAS
Oscar Tenreiro
La semana pasada, uno de esos desagradables «duendes de Taller» mutiló el texto de esta página. Quitó varias cosas importantes. Una, la referencia que hice a los «indignados de España», ese movimiento de protesta, nacido el pasado 15 de Mayo (también se le llama 15M), que sigue dando que hacer (y pensar) allá. Decía que ese movimiento haría bien en reexaminar el escenario ético que planeaba en el debate europeo y universal en los años cincuenta y primeros sesenta del siglo pasado. Para profundizar en él y acaso retomarlo enriqueciéndolo con las perspectivas de este momento histórico, agrego hoy. Hacía notar que las derivaciones populistas del pensamiento posmodernista hicieron mofa del impulso ético «moderno», devaluándolo, confundiendo lo esencial con lo accesorio, y preparando el camino para el relativismo actual (recordemos el lema «todo vale» manejado por muchos pequeños filósofos) con todas sus consecuencias. Porque si la ruptura con ciertos dogmas moralistas que viene avanzando por siglos ha sido importante y necesaria, eso no significa, como se ha establecido en los patrones de conducta prevalecientes en los países de occidente, que todo principio moral debe ser evadido porque estorba o importuna. Eso lo saben bien los modernos estudiosos de la ética, que hay por cierto muy buenos en España, pero la corriente general «cool» considera que cualquier principio moderador de la conducta es una especie de moralina de gente vieja y caduca. Si todo valía antes, ahora se quiere ser «frío» sin tomar posición ante nada, salvo lo que está más allá de nuestra responsabilidad directa, lo que es denunciable porque es territorio en cierto modo ajeno, el de los que no son «cool», el de los más convencionales.
Superficialidad
Esa nivelación en lo superficial alimenta confusiones. Mi hija educadora me comentaba que algunos de los lemas que manejaban los «indignados» de Valencia (España) eran tan simplistas como para denostar de la democracia española equiparándola con los autoritarismos de otras partes. Algo que revela pura y simple ignorancia.
Y sabemos que los movimientos de masas sucumben con frecuencia al esquematismo del consenso del cual acusan a los del «otro lado». Un consenso que convierte en líderes a los más aptos para construir un discurso atractivo en el que la simplificación se hace doctrina. Líderes que también con frecuencia, si llegan a disfrutar de algún poder real, terminan siendo víctimas de sus esquemas hasta llegar a aceptar lo que tachaban de inaceptable. Así lo han hecho muchos de los dirigentes de nuestra vieja «renovación universitaria» copiada de Mayo del 68, hoy conspicuos lamebotas del Gran Conductor venezolano. Y Danny el Rojo, el furibundo líder de aquel mes de Mayo en París, es hoy un respetable diputado verde en Alemania.
Todo lo cual indica que si estos indignados de hoy quieren hacer de sus preocupaciones algo más que la bulla de unos meses estivales, tendrían que reflexionar en términos éticos, más allá de propósitos, denuncias o propuestas para que otros cambien. Situarse en el terreno de la responsabilidad moral personal ante lo que ocurre alrededor. Entender que hay una dependencia entre «la marcha general de las cosas» y la conducta personal, tanto por acción como por omisión. El deseo de cambio apunta a mi modo de proceder, a mi visión del mundo, a lo que soy como persona individual.
Zumthor
Aterrizo en la arquitectura recurriendo a otro de los fragmentos mutilados, referido a un «link» de Internet que me envió el arquitecto Carlos Pita desde España (http://www.living-architecture.co.uk/the-houses/a-secular-retreat/photos/5/. Estaban los dibujos en 3D de una casa-boutique de Peter Zumthor (1943), el arquitecto suizo premio Pritzker 2009. La casa «parecía» construida con grandes losas de piedra superpuestas a la usanza de tiempos prehistóricos. Concluí que se debía tratar de concreto armado construido ex-profeso de modo imperfecto. O tal vez eran realmente grandes lajas de piedra del lugar. En todo caso se trata de una rudeza «fake». Aparente pero atractiva y refinada, hermosa, análoga a la del sultán que se disfraza de mendigo en las Mil y Una Noches. Y llamaba la atención sobre la ironía de que los países del perfeccionismo, los que rechazan el mestizaje, los que se quieren puros de sangre y linaje, acotan lo rústico, lo dominan, para hacerlo singular.
El asunto tiene algo que ver con el «nuevo» arte culinario, espacio de iniciados, de personajes seleccionados por algún filtro, sea de dinero, sea de «sensibilidad».
Descreo de ese sesgo. Tanto como del otro, el que quiere hacerle contrapeso negando cualquier examen «sensible». El sesgo del populismo que, por ejemplo, ha hecho trizas a Venezuela. Un populismo, que lo he dicho otras veces, ataca desde todos los ángulos y todos los niveles. Pero ¿no es también lo otro, populismo de clases medias cultivadas?
Es un debate difícil. No se trata de sugerir una vuelta a tiempos heroicos y unilaterales. Pero tampoco que prevalezca la visión taxonómica del historiador que se empeña en buscarle lugar a todo, sin dejar ver sus preferencias. Como Kenneth Frampton, que sin embargo y en eso lo admiro, ha tomado partido entre comillas. Lo que creo se impone en estos tiempos que piden nuevas direcciones es señalar límites, clarificar. Y eso sugiero, así como lo hago con los indignados. ¿Seguimos acaso en el todo vale? Y entonces ¿por qué la indignación?
Abogo por más sal en el debate. En eso se me sale mi formación cristiana: «vos estis sal terrae», ya lo he citado otras veces. Que me perdonen agnósticos y ateos militantes.
¿Tendremos también un poco de sal en el mundo de la arquitectura? Hace falta.
Dos «renderings» de la casa-boutique encargada a Peter Zumthor, a construirse en algún lugar de Inglaterra.