Oscar Tenreiro / Publicado en el diario TalCual de Caracas el 14 de Junio de 2014
Mencioné la semana pasada la tendencia de una cierta arquitectura del espectáculo en convertir al edificio en un objeto que se modela, envuelve, alinea, estira, suaviza, recuesta, inclina, no porque así lo exijan preexistencias urbanas, necesidades del sistema estructural utilizado, o imposiciones derivadas del funcionamiento interno, sino como resultado de simples y autónomas preferencias estéticas del arquitecto y a la imagen íntima que él se hace del edificio. Sin importar las dimensiones, se reduce lo que se construye a objeto. Objeto que en cierto modo adorna al contexto en el que se encuentra. Pasando a ser sobre todo un elemento escenográfico o si se quiere una escultura de gran tamaño. Pero, tal como decía la semana pasada, dado que el edificio nace de exigencias utilitarias, más que a una escultura podría compararse a una figura del mundo de las artes aplicadas: un jarrón, un florero o cualquier objeto cuya forma básica surge de una necesidad práctica.
Dicho esto, se hace necesario decir que esta reducción del edificio a objeto puede provenir y de hecho provino hasta convertirse en un elemento fundamental de lo que pudiéramos calificar como desviaciones estilísticas de la modernidad arquitectónica, de un malentendido. Me refiero a la lectura incompleta y en cierto modo sesgada de las famosas Tres advertencias a los señores arquitectos formuladas por Le Corbusier a comienzos de los años 20 del siglo pasado en su libro Hacia una Arquitectura publicado en 1923. En la primera advertencia, Corbu habla del Volumen como atributo esencial de la arquitectura; de los volúmenes básicos, la esfera, el cono, el cubo, el prisma, el cilindro y la pirámide. Sin plantear necesariamente la pureza volumétrica como valor autónomo, como lo prueban sus razonamientos respecto a la Segunda y Tercera advertencias: la Superficie y el Plan, este ultimo generador del volumen y la superficie. En su artículo de la revista L’Esprit Nouveau, anterior al libro, incluía dibujos y fotografías que ilustraban la complejidad. Apuntó hacia lo esencial, destacando a su vez la complejidad de las asociaciones que estableció.
II
Pero como es propio de la profesión y tal como se orientaban por esos años las búsquedas de la vanguardia artística pugnando por alejarse de la figura para explorar el mundo de la geometría pura y la noción de abstracción, lo que cautivó la imaginación de los arquitectos fue la pureza volumétrica, hacia la cual se orientaron gran parte de las propuestas seminales de la nueva arquitectura. El rechazo al ornamento llevó a la primacía del volumen o, al menos, al deseo de facilitar su expresión. En cierto modo se impuso el despojo y la desnudez blanca de la superficie, como ocurrió en la obra de Corbu durante los primeros años de la década del 20. Y los menos reflexivos hicieron por encorsetar el edificio en volúmenes exentos. Búsqueda que se hizo parte del programa estético moderno y de la cual pronto se alejó el mismo Le Corbusier, como ya lo han señalado historiadores y críticos.
Como decía, esa lectura incompleta se abrió paso en términos estilísticos favoreciendo la reducción a objeto del edificio, origen de arquitecturas en las cuales el juego volumétrico es asunto central.
III
Arquitecturas como la de Oscar Niemeyer en la Plaza de los Tres Poderes, el Memorial de Kubitschek en Brasilia o el Proyecto del Museo de Arte Moderno de Caracas. En ellas hay una expresa intención de refinar lo volumétrico como se haría con modelos a escala, sobre todo en la Plaza de los Tres Poderes, en la cual los enormes tazones, invertidos entre sí, más la depurada torre de oficinas, colocados sobre la blanca plataforma, surgen del deseo de enfrentar volúmenes puros y de una intuición de las proporciones que Niemeyer manejaba de modo magistral. Y no sólo las proporciones sino que Niemeyer siempre, como bien lo destacó aquí en Caracas en una charla el crítico brasileño Hugo Segawa, manejó la forma a partir de un profundo conocimiento de la cuestión estructural, que si bien estuvo menos presente en sus obras tardías, fue origen de sus mejores edificios. Sin que eso haya impedido que, años más tarde, en un período que no vacilo en llamar de debilitación de sus mejores virtudes como arquitecto, construya obras muy menores como el Memorial de América Latina, el Museo de Niteroi, que mencioné la semana pasada o el Centro Niemeyer de Avilés.
Nuestro Villanueva sin embargo nunca se asoció a ese modo de ver la arquitectura, como tampoco, en los años del proto-modernismo, ni después, lo hizo Frank Lloyd Wright. Tampoco fue el caso de Alvar Aalto, contemporáneo de Villanueva. Y en cuanto a Luis Kahn, pese a la profusión en cierto modo efectista de las superficies envolventes en Dacca, fue siempre fiel a la primacía del Plan y de la estructura.
Todas estas figuras referenciales para la arquitectura actual, mantenían una contención instrumental intrínseca a la idea de que la arquitectura como resultado exigía coherencia con el origen del edificio (el Plan); hasta que el juego adornado con retórica intelectual se impuso en la peor y no por ello menos celebrada, arquitectura del espectáculo de los años recientes. Puede decirse y con ello tomo prestado el calificativo de Manfredo Tafuri sobre Rem Koolhas, que me recordó hace poco el colega Manuel López, que se impuso el cinismo.
Y en esa palabra que en el terreno político entendemos muy bien los venezolanos, y que, lo recuerdo de nuevo, implica hipocresía, encontramos el fundamento intelectual de las arquitecturas de algunos de los representantes del espectáculo. Hoy ilustradas con el empalagoso Centro Cultural Heydar Alyyev, proyectado por Zaha Hadid para el dictador de Azerbaijan.
Leyenda de las Fotografías:
Va en primer lugar la reproducción de la página de las Obras Completas en la que Le Corbusier reprodujo el contenido de su artículo en L’Esprit Nouveau. Vale la pena estudiar los textos y las imágenes para entender mejor el punto de vista que expongo. Luego siguen fotos de la maqueta del Museo de Arte Moderno de Caracas, de la Plataforma del Congreso en la Plaza de los Tres Poderes, del Memorial Kubitschek de Brasilia (tres fotos), un detalle de la enorme viga que recibe los apoyos de las bóvedas de concreto en el Memorial de América Latina; y el Centro Niemeyer de Avilés, España. Finalmente el Centro Cultural Heydar Aliyev en Azerbaijan de Zaha Hadid.