Oscar Tenreiro / 7 Agosto 2007
Luis Pedro España habla de una alternativa “social y democrática” como modo de actuación desde el Estado en una sociedad rentista petrolera como la nuestra. La describe así: “…generar bienes de salud, educación e infraestructura básica de acumulación”, para “estar mejor preparados para cuando la dependencia petrolera sea menor o ya no sea posible”.
Si uno se guía por lo que el propio España dice en una entrevista en El Nacional con motivo del premio que ese diario le concedió al artículo, lo que él propone está en la línea de lo que sugiere la vieja frase “sembrar el petróleo”.
Sabemos por otra parte que todos los gobiernos venezolanos han dicho que su acción de gobierno se ha orientado por esa frase. Y a pesar de todo ello, se sigue regresando a ella, con lo cual habría que concluir que la siembra ha sido escasa o no ha caído en tierra abonada.
Y contribuiría a abonar esa tierra comprender mejor lo que es educar.
Supongo que LPE propone un concepto de educación que va más allá de la educación escolarizada. Porque la educación es un proceso muy amplio que abarca no sólo los tiempos de clase en escuelas, institutos o universidades sino en los tiempos de ocio, en el disfrute de la vida fuera del aula. Y por supuesto a lo largo de toda nuestra vida, no sólo en la adolescencia o la primera juventud.
He sostenido, me afilio a la tradición moderna, que la arquitectura puede educar. Por ello, si hablamos de la escolaridad, no sólo se debe contestar la pregunta del qué o del cómo, o sea discutir los programas, los medios y los criterios pedagógicos, o la del “a quiénes” que es la capacidad de penetración social de los esfuerzos educativos, sino también al “dónde educar”. En cual escuela educar, qué facilidades debe tener, qué tipo de confort, cual extensión, cual presencia en la ciudad, aspectos todos que nuestros múltiples modos populistas democráticos han reducido o considerado sólo parcialmente.
Y si hablamos de la educación no escolarizada, ésta se da en el hogar, en el ámbito de los medios de comunicación y muy especialmente en el espacio público, en las instituciones para la cultura y el entretenimiento. Se da en la ciudad, así de simple. Por eso podemos decir que si no hay mejor educación sin mejores escuelas, tampoco la hay sin mejor ciudad.
Este principio ha sido sistemáticamente ignorado en los tiempos post-pérezjiménez.
Los educadores rara vez hablan del dónde educar y poco de la educación no escolarizada.
Ningún político, y tampoco los “revolucionarios”, ha planteado con fuerza de consigna que construir mejores cárceles es un importante eslabón de la cadena educativa. Han hablado tangencialmente de mejores escuelas y poco han cumplido. Y han pasado por alto la importancia del espacio público: plazas, parques, sistemas peatonales, lugares públicos de convivencia ciudadana.
Se habla de la vivienda, pero se olvida que ella debe ser un instrumento para mejorar la ciudad. Se hacen con ella ghettos en los suburbios (en la Cuarta y en la Quinta). Si se habla de las zonas marginales, que son la ciudad para más de la mitad de los venezolanos, se mencionan los servicios básicos (agua, drenajes, vialidad, etc.) pero poco o en forma mezquina de los servicios ciudadanos que deberían complementarla: como ocurre con Barrio Adentro y sus ranchos mejorados. Se las ve como aglomeración de viviendas insalubres, pero se olvida que carecen del espacio público que la ciudad debe ofrecerles.
Esta debería ser la consigna: hacer una mejor ciudad es, junto a la construcción de infraestructura y la promoción del empleo, el instrumento más importante que el Estado tiene para elevar la calidad de vida de los sectores más desposeídos.
Y, volviendo a lo escrito por LPE, podemos agregar que la inversión en construir ciudad es sustentable y motoriza con tecnología propia todos los sectores productivos de un país. Es el mejor modo de invertir el excedente petrolero. Ni lo es “mi negra”, rechazada por LPE sin mencionarla, ni el actual festín de gasto gubernamental dadivoso basado en el rentismo petrolero. Eso lo entendió la dictadura de los años cincuenta y lo terminó ignorando el impulso populista y la insinceridad política que la siguió. Y mejorar la calidad de vida, está demostrado, repercute en la disposición al trabajo, induce la iniciativa individual, promueve las virtudes de la convivencia.
¿Y la dictadura de hoy se ha acercado siquiera a esta consigna, que bien podría ser la del socialismo del siglo 21? Reconocemos que el mérito mayor del Gran Conductor fue hablar de la calidad de la vivienda, pero aparte de las llamadas “ciudades socialistas” ha guardado silencio sobre todo lo demás. Anuncia millardos para financiar las ‘buenas” iniciativas de producción industrial, modo de proceder que en la Cuarta promovió la dependencia del Estado con mínimos resultados (¿se olvida acaso que CAP-primera-parte condonó la deuda agrícola y el campo siguió en crisis?). Habla de las grandes obras de infraestructura, algo que está bien, pero en ocho años hay una pobre relación entre resultados y recursos disponibles. Parece no importarle definir una política de acción en las ciudades no socialistas, que son todas. Y ahora reparte dinero a los Consejos Comunales sin que existan directrices para orientar lo que de ellos se espera.
Y sobre este tema han guardado un elocuente silencio los arquitectos asesores del Poder, que también son sus ideólogos.
Estamos pues ante una gran mentira populista: hablar de la redención de los pobres y desconocer, como lo desconoció la Cuarta, que los pobres lo que más necesitan es una mejor ciudad.
Todavía nuestra dirigencia ignora a la ciudad. El político europeo puede no mencionarla porque la ha recibido desde los siglos, plena de valores. El político del Norte de América la ignora por considerarla fuera de la acción del Estado y de allí la deshumanización de muchos de sus centros urbanos, enchufados a la gasolina, que a la vez financia “revoluciones”.
Pero el político de aquí está obligado a incorporarla a sus preocupaciones.
Rescatar a la ciudad latinoamericana de sus miserias, con participación de todos y en democracia, es la revolución que este siglo espera. No la de las peroratas y la arrogancia.
RESCATAR EL PATRIMONIO: TAREA FUNDAMENTAL.
En las líneas que escribo más arriba no menciono el tema del rescate del patrimonio urbano que viene de la historia, cercana y lejana. Pero allí está sin la menor duda uno de los puntos de partida de cualquier acción sobre la ciudad.
He sabido de una manera más o menos fragmentaria, y lo pude constatar en un video que obligadamente observé mientras esperaba en el aeropuerto nacional, que Fundapatrimonio, dependiente de la Alcaldía de Caracas, viene adelantando una importante labor en ese terreno. Me gustó mucho ver por ejemplo que al fin la casa de Guzmán Blanco en Antímano luego del más completo abandono durante toda la Cuarta, había sido restaurada, como también se han adelantado importantes obras en El Silencio incluyendo la Plaza Miranda sujeta por décadas al abandono.
Creo que los profesionales que allí trabajan son serios y se les ha dado libertad de acción. Sospecho que no se los obliga a ser rojo-rojitos y, si no, que alguien me desmienta. Y por esa misma razón creo que podrían sentarse a coordinar acciones y adelantar esfuerzos conjuntos con las demás Alcaldías de la ciudad, esas que el Alcalde Mayor detesta e insulta.
También ha tratado la Alcaldía de Caracas, de ir afrontando el problema de la confiscación del espacio público a manos de la buhonería salvaje del capitalismo ídem. Es un asunto muy difícil, sobretodo si el Gran Conductor, en sus inicios, saludaba demagógicamente emocionado a los buhoneros (yo lo oí).
Así que podríamos decir que en Caracas hay tres Alcaldes (y quizás cuatro, porque el de Petare ha dado algunas señales interesantes como la de preocuparse por el caos urbano) que podrían trabajar juntos. ¿Y quien lo impide, aparte de Barreto? El orden del día impuesto por el Gran Jefe: excluir, en nombre de los “excluidos”. Grave, gravísimo error que terminará volviéndose contra quien lo impulsa. He allí el mayor riesgo del regreso a un Distrito Federal y un Gobernador designado por el Gran Jefe. ¡Se perderían los nichos de lucidez!
Mientras tanto, lo cortés no quita lo valiente. Así que un aplauso para Bernal y Fundapatrimonio. Por ser menos papistas que el papa.