ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro / 7 de Diciembre 2009

En la sesión de cierre del Seminario en el que participo en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central en Caracas mi ánimo no es el mejor. He percibido entre los estudiantes, a lo largo del semestre, una indiferencia frente a lo que ocurre más allá de ellos. Les pregunto abiertamente sobre el sentido de ser arquitecto en un contexto como el nuestro que exige sujeción ideológica para recibir encargos, donde no hay política de Estado sobre concursos y el nivel profesional nada significa frente a la amistad o el tráfico de influencias. La arquitectura depende dolorosamente del Poder, les digo. Un Poder que queremos democrático y que está muy lejos de lo que hoy ocurre.

La gran mayoría de ellos son de familias de modesta clase media por lo que aludo también a nuestra tradición reciente: han construido sobre todo quienes conviven o son gratos a los medios económicos más favorecidos. Lo hago notar para despertar en ellos la conciencia sobre los obstáculos a nuestra disciplina, agravados en esta última década Que tengan en cuenta que el panorama se ha hecho más oscuro.

La respuesta está lejos de ser afirmativa o dinámica. Prevalece, con excepciones desde luego, el deseo de centrarse en cosas de alcance más privado y obviar lo que parece de remota solución.

Recuerdo entonces mis luchas en tiempos anteriores a este estado actual de cosas anclado en los lugares comunes, los lemas y los reclamos publicitarios sobre redención popular y otras mercancías falsas que circulan bien entre la intelligentsia light de izquierdas. También entonces reinaba el conformismo y sólo muy pocos se dieron cuenta de la medida en la que las manipulaciones de esos años irían preparando la tragedia de hoy.

Tragedia cultural.

Porque es tragedia el estancamiento cultural de un país joven. Porque es tragedia la impunidad del abuso verbal afirmado en mentiras o medias verdades, insultos y descalificaciones ejercida desde los niveles más altos como «pedagogía» negativa. Porque es tragedia que gran parte del patrimonio cultural de un país sea desconocido, manipulado, ignorado. Porque es tragedia que hayan bajado la cabeza frente al culto a la personalidad gentes que una vez presumieron de autoridad moral. Porque es tragedia haber convertido la corrupción en norma, en carnada, en modo de control de voluntades. Porque es tragedia el cinismo ejercido con conciencia.

Tragedias de las que todos los días vemos muestras. Como cuando hace poco recibí una invitación por Internet a un Foro en el que habría de discutirse sobre la Ciudad Socialista a propósito de Caracas.

Sí, oyó usted bien, no es a discutir sobre las carencias de Caracas sino de esta capital como ciudad socialista. Como si las ciudades mereciesen un adjetivo que habría convertido para toda la historia a Roma en ciudad imperial, a París en ciudad Absolutista, o Napoleónica, o lo que usted decida, Atenas en ciudad «clásica» o Cartagena de Indias en ciudad colonial. Las ciudades, todos lo sabemos, tienen o tendrán larguísima historia y a través de ella se dan distintos regímenes políticos y económicos y eso no las congela o califica en uno u otro sentido. Todas las ciudades tienen parejas necesidades de servicios, de espacio público, y esas necesidades no se atenúan o intensifican según sea el adjetivo con el que se las califique. Y además, en el caso de Caracas ¿tiene sentido hacer un foro con esa intención cuando lo que todos sabemos sin discutir nada es que esta ciudad está abandonada? ¿Que prevalece en ella una intensa degradación estimulada por la inacción de tres décadas que incluyen los once años que llevamos de un régimen militar que me deja escribir estas notas porque, tal como ocurre con mis estudiantes, poco importa ya lo que se diga?

Frente al Poder Constituido.

Y el grupo de ponentes en el Foro, varios de ellos académicos con larga carrera y logros personales se reúnen para discutir sobre la Caracas Socialista. Gentes que en su juventud fueron críticas del Poder Constituido disertan sobre características básicas de la ciudad adjetivada, sobre cómo gestionarla, sobre sus atributos y sus posibilidades, cuando sería más simple decirle al Poder Constituido de hoy que se haga eficiente, que reordene sus prioridades, que se decida a actuar porque la situación es grave, porque Caracas es hoy una ciudad en intensa crisis. Y para citar sólo dos cosas básicas, elementales, hablemos de la basura y del reino del crimen en que se ha convertido. Podrían decirle al Poder Constituido en tono crítico que en once años no ha podido crear un sistema de recolección de basura teniendo los ingresos más altos de nuestra historia. Podrían recordarle que Caracas es la ciudad más peligrosa de América Latina. Que tiene una morgue digna del infierno, espectáculo horrible y degradante cada fin de semana con sesenta asesinatos sin contar los cuarenta de la zona del Tuy.

¿Cómo entender el silencio selectivo de tan respetados personajes? Conjeturo: acaso los llevó hasta allí algún tipo de resentimiento. O protegen una jubilación inminente. Declinan ejercer la crítica porque no están, a su edad (son gente mayor), en capacidad de ser execrados por sus actuales compañeros de ruta. O si fueron objeto de anteriores injusticias ven merecido un status cercano al Poder. O creen con sinceridad que están contribuyendo a la liberación final de nuestro pueblo y asumen las deficiencias como «etapas del proceso». Muchos se afiliarían de buen grado a esta última razón porque es la que más tranquila deja la conciencia personal. Es el viejísimo fin que justifica los medios desmentido por la historia, que descansa sin embargo en la Fe religiosa del «revolucionario» (nunca creí que esa Fe sustituiría de modo tan definitivo al buen juicio).

¿Para Kubitschek, Lucio Costa y Niemeyer Brasilia debía ser una ciudad "socialista" o simplemente una mejor ciudad?