ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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A modo de introducción

Uno de los obstáculos más persistentes en sociedades como la nuestra es la sujeción a los puntos de vista de los países centrales respecto a lo que debe hacerse. Es la vieja historia de las periferias que tan bien analizó en su momento, dándole un giro de mucho interés José Ortega y Gasset en su Velásquez.  Porque la tesis de Ortega, que he mencionado muchas veces, es que las periferias pueden también relanzar, mejorados,  los legados venidos del centro. Pero eso ocurre pocas veces y para ello la sociedad «periférica» debe, para decirlo en términos coloquiales «tener con qué». El caso común es imitar lo que viene de allá porque se considera lo correcto, lo ya probado, lo que señala los rumbos. En arquitectura esa actitud es la más común, se presenta como una carga a veces imposible de superar. La difusión, el debate, el brillo, el consenso admirativo, rasgos típicos de la arquitectura de éxito, encuentran su casa en el centro y eso es alimento para quienes vivimos fuera de él.

Es un tema de la mayor importancia que en algunos casos resulta del todo evidente como por ejemplo en el caso de la vivienda para las mayorías. Hace ya casi un siglo se hizo evidente, al calor de las luchas sociales y políticas, la gravedad de ese problema, de un modo que marcó el debate sobre la arquitectura y la ciudad. Para la arquitectura nueva era un tema esencial y no era posible zafarse de él. Aquí en los bordes periféricos se recibió esa ola ansiosa y dinámica y a mediados del siglo veinte produjo aportes de interés en varios de nuestros países. Había un camino a recorrer que se abría con toda claridad aquí, tal como ya se recorría en toda Europa. Pero si en esos países se llegó a resultados, en pocas décadas, aquí las cosas se enredaron en nuestras contradicciones políticas. Allá se quemó una etapa, aquí apenas se comenzó. Y como allá la vida fluye y plantea nuevas opciones y lo más importante se produjo más y más riqueza, las prioridades fueron modificándose. Ya no se habló de vivienda en los mismos términos. Pero nuestra tendencia imitadora siguió fuerte, como es propio de lo provinciano, de lo inmaduro, de lo que lucha por identificarse. Se adoptaron aquí las nuevas prioridades de allá y, en consecuencia, por ejemplo la búsqueda y la exploración sobre la vivienda dejó de tener importancia, teniéndola sin embargo en las enormes carencias que nos asedian y sobre todo en las desigualdades y estridencias de nuestro contexto urbano.

Y se hace necesario entonces retomar ciertas raíces, ciertas preocupaciones a pesar del tiempo transcurrido. Para, justamente, tratar de relanzarlas a tono con realidades que no hemos ni con mucho superado. Por eso tiene sentido ir hacia ciertos orígenes, replantear o recordar asuntos de la disciplina que de ninguna manera han sido agotados. Y es a propósito de las torpezas políticas, de la manipulación que por ejemplo en mi país venimos sufriendo por décadas, cuando uno cree necesario recordar que hubo modos útiles, referencias, que están allí para ser estudiadas.  Y ayuda  poner sobre la mesa aportes que si ya no le dicen demasiado a una Europa un tanto ensimismada, a nosotros nos pueden ser de utilidad.

 

¿VIVIENDAS EQUIPADAS?

Oscar Tenreiro / 22 de mayo 2011

El gobierno anuncia que entregará equipadas las viviendas que ha ofrecido. Es un asunto que vale la pena analizar con cuidado. Porque la idea tiene aspectos positivos y podría convertirse en una modalidad de subsidio social que sería a la vez vehículo de otras cosas interesantes. Porque el principio de ayudar a los que menos tienen a equipar la vivienda es un asunto de mucha importancia. Digamos para empezar algunas cosas: una cocina de las muy elegantes que vienen hechas en Italia puede costar la tercera parte del costo de una «vivienda de interés social». Hacerles los closets y armarios a una vivienda de unos 300 m2 como las que hay en zonas costosas de Caracas, cuesta a precios actuales la mitad del costo de un apartamento de 60 m2 en Montalbán o en Bello Monte. Eso lo sabe cualquiera que esté formando un hogar: equipar la vivienda es un asunto muy costoso, de largo plazo. Los que hemos podido tener casa propia tenemos aún puntos de luz sin lámparas, una cama heredada de la familia y alguna mesa y sus sillas recibidas de una tía. Los costos iniciales eran altos y la casa misma consumía toda nuestra capacidad de ahorro.

Ese tema del equipamiento ocupó mucho la discusión en los medios de la arquitectura de vanguardia de las primeras décadas del siglo veinte. Las admirables experiencias de vivienda mínima de la Alemania de la Social-Democracia, estuvieron también asociadas a la búsqueda y la investigación acerca de un mobiliario concebido según los nuevos estándares dimensionales que ya hacían absurdo el traslado del armario heredado de los abuelos a una vivienda donde la retícula de diseño era 80 x 80 cm y en la que pasar muebles voluminosos por los pasillos se tornaba imposible. ¿Y qué fue la Bauhaus, nacida en 1919 con la social-democracia, sino un esfuerzo paradigmático para crear diseños adaptados, no sólo a una relación con la industria más actualizada, sino entre muchas otras cosas un deseo de hacer de un mobiliario más práctico el objeto de una producción industrial masiva?

Pensar la Vivienda.

En los años sesenta en nuestra Facultad de Arquitectura la vivienda masiva «mínima»,  ocupaba mucho espacio de reflexión. También era un tema la vivienda de emergencia. Y siempre se presentaba como un asunto a discutir la cuestión del mobiliario. Porque reducir las dimensiones del espacio habitable exige un tipo de mueble no voluminoso, liviano. Se planteaba con frecuencia el mobiliario «empotrado», fijo, pero a la vez se objetaba su falta de flexibilidad. También el transformable, más difícil de adaptar a los usos populares. Un ejemplo clave de este enfoque, que sugeríamos a los estudiantes, eran las casas «Loucheur» de Le Corbusier, de 1929, donde un mobiliario fijo transformable permitía que los espacios sociales se transformaran en dormitorio. Fue el producto de una ley de estímulo lanzada por el Ministro Louis Loucheur, que impulsó a muchos a proponer ideas, entre los cuales el gran Jean Prouvé (1901-1984) cuyo diseño se construyó en Meudon, no muy lejos de París. Y allí está todavía.

Lo que interesa destacar es que el tema es importante. A ello se debe en años mucho más recientes el éxito comercial de una firma sueca como IKEA, que produce mobiliario de consumo masivo, a partir de diseños nacidos de las búsquedas modernas (como las de Alvar Aalto en madera laminada) pero con enfoques propios. Son muebles para armar, livianos y manejables, económicos. Nuestra local Bima (que entiendo es de capital colombiano) es una versión de ese esquema comercial. En Parque Central, en la margen Sur de la Ave. Bolívar, hace treinta años, los apartamentos se entregaban con closets y muebles de cocina, y la experiencia fue exitosa.

El tema da para mucho, y puede asumirse con la idea de estimular iniciativas empresariales privadas que promuevan nuestro diseño. Algo de eso hay en la iniciativa reciente de la empresa chileno-europea Masisa, que funciona en Monagas, sobre muebles «innovadores y sustentables», promoción estimulante y positiva.

Epílogo Rojo.

El que sea asunto de vieja data sirve para recalcar que nuestras instituciones públicas de la democracia anterior al Régimen, carecieron de imaginación y sobre todo de visión de su papel promotor de iniciativas no convencionales. La obsesión por copiar modelos de los países centrales y particularmente los estadounidenses impidió al estamento político venezolano hacer de lo específico nuestro un punto de partida para experiencias propias. Esa ceguera deberá cambiar cuando renovemos al país.

Pero ocurre que al calor de la demagogia las ideas buenas siempre se prostituyen. Lo de la vivienda equipada que anunció el Caudillo es simple importación de artefactos de «línea blanca» (neveras, lavadoras, cocinas), hechos en la infaltable China que hará negocios amparada en su ropaje socialista. Para compensar, con prisa para causar impacto, se habla de construir una fábrica yendo de nuevo hacia el capitalismo de Estado…y China, sin importar los fracasos ni las diferencias abismales entre aquel país de Ejército Rojo y mano férrea y este, de rojo-rojitos de franela y mano dispuesta a recibir. Vaya usted al Tuy y vea cerca de Ocumare las estructuras inconclusas de la fábrica de autos Iraníes: es una muestra de lo que ocurrirá.

Se afirma la virtud esencial de la «revolución»: comprar y comprar, en dólares, dejando suficiente espacio para comisiones y sobreprecios.  Y ofrecer lo que no cumplirán. A nadie se le ocurre dentro de esa especie de selva de intereses cruzados en los que se ha convertido la «Misión Vivienda», que el acceso al mobiliario pudiera ser el medio para promover el diseño y consolidar una industria del mueble que no se limite a copiar lo que viene de fuera. Eso es demasiado revolucionario.

Las casas Loucheur de Le Corbusier (1929).

Las casas Loucheur de Le Corbusier (1929).

Las casas Loucheur de Le Corbusier (1929).

Las casas Loucheur de Le Corbusier (1929).