ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO

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Oscar Tenreiro

Durante el Seminario que concluyó el pasado 6 de Noviembre, además de lo que expresé en la entrada publicada en este Blog calificando la experiencia como un retiro espiritual, pude reconsiderar algunos temas que me ocuparon en el pasado y que continúan llamando mi atención. Uno de ellos, sobre el cual hablaré ahora, es el de la díada arquitectura-medio natural. Lo toqué varias veces aquí en diversas formas, pero lo hice de manera más completa, siempre breve y muy al punto porque este medio lo exige, en las entradas que llamé Digresiones, específicamente de la 33 a la 37, ambas incluidas, la primera con fecha 3 de Abril de 2018. Es un tema que estaba muy presente en el discurso profesoral –de los más cultivados– en los tiempos en los cuales estudié arquitectura, no sólo porque es parte de los fundamentos de nuestra disciplina desde que con el Movimiento Moderno se puso en primer plano, sino porque era reconocido en el mundo tropical –sobre todo Brasil– en esos años.

Menciono en una de las entradas una conferencia que Rino Levi (1901-1965), importante arquitecto de São Paulo, dictó en nuestra Facultad cuando yo estudiaba Tercer Año (1958), en la cual se extendió sobre el tema hablando de la ventilación cruzada, de los problemas del calor por irradiación emitido por los techos de concreto, atenuado por plafones ventilados, de la inercia de los materiales, en particular de la madera, y de otras cosas que me causaron especial impacto. Levi venía con frecuencia a Venezuela.  No sé la causa de sus visitas, pero la única razón plausible que encuentro hoy, sin información a la mano, es que debido a su actividad como paisajista y amistad con Roberto Burle Marx (1909-1994) autor del Parque del Este, lo acompañaba en sus venidas a Caracas. O tal vez que Caracas era un lugar de paso para él, en tránsito hacia su país, sin dejar de mencionar que Venezuela era un país atractivo que parecía generosamente abierto a la construcción de arquitectura de calidad.  Lo cierto es que Levi parecía habitual aquí.

Rino Levi era un arquitecto de peso que construyó mucho en su ciudad y de quien recuerdo especialmente su entrada junto con Roberto Cerqueira César (1917-2003) para el concurso del Plano Piloto de la ciudad de Brasilia, consistente en una serie de enormes edificios de vivienda, bloques descompuestos en esbeltísimas –y hermosas– torres asociadas linealmente, que emulaban y superaban el tamaño de la Unité de Marsella, ya de por sí muy grande, esparcidos en un territorio donde predominaba el verde; con el Centro Administrativo en el centro, junto al lago. Aspectos que recuerdo porque me impresionó –favorablemente– su radicalismo, frente a lo que me parecía timidez de la propuesta ganadora de Lucio Costa. Que nada tenía de tímida por supuesto; pero así es uno en la primera juventud: se entusiasma con lo arriesgado, con lo rupturista.

Maqueta de la propuesta de Rino Levi y Roberto Cerqueira César para el Plano Piloto de Brasilia, Concurso de 1956

Los enormes edificios de vivienda de la propuesta.

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Sigo con el tema con el cual comencé estas líneas diciendo que me parece evidente que la crítica establecida de los países centrales no le ha dado importancia a la respuesta de la arquitectura al medio natural. Se relega a un segundo término, ignorando su influencia a veces decisiva en el edificio, particularmente si dejamos fuera el apoyo tecnológico (que incluye materiales procesados y ensamblados) siempre al alcance en los países centrales, y consideramos la sostenibilidad. Y es hasta cierto punto lógico que sea así porque el crítico apenas tiene una idea básica de las condiciones que reinan en el mundo tropical, donde esa respuesta se hace mucho más relevante. Es un mundo que ve de lejos y trata de apreciar sin conocerlo.

Y digo lo anterior porque no creo errar demasiado si me imagino al crítico como un personaje de buen rango académico-profesoral, que ejerce lo que la Academia llama investigación y entre clases se instala en su estudio a ver fotografías y leer lo que otros como él dicen sobre un edificio o un arquitecto, para re-elaborarlo con otras palabras e incluirlo en su próximo libro agregando algún hallazgo. El libro lo dirigirá en primer lugar al mundo anglosajón (porque allí viven quienes decidirán si su libro vale la pena leerlo), en segundo lugar, a los demás países de la franja (la ocupada en el planeta por los países centrales), y en último lugar a todos los demás países, que incluyen por supuesto al que yo habito. O sea que, como bastante se ha dicho, a nosotros nos llega como crítica un discurso en el cual nosotros no figuramos…hemos sido estructuralmente excluidos. Más aún, aquí nunca nacen los puntos de vista que se imponen, los que circulan. Desde la franja nos dicen lo que importa, sin conocer lo que hacemos.

Es pues casi ilógico pretender que en ese personaje estereotipado que describí resuene con importancia análoga a la que tiene para nosotros, el tema arquitectura-medio natural. Porque además de lo dicho sobre la distancia psicológica, está su distancia respecto a las problemáticas realidades de este contexto físico difícil y agreste en donde son constantes los saltos y tropiezos de la economía, la política y muchas otras cosas. Ámbito en el cual, a la arquitectura institucional, expresión clave de un estado de cosas en la arquitectura, la castiga la discontinuidad de la acción pública y el desinterés privado, mientras que en la comercial y la doméstica se impone lo utilitario simple, o el deseo de demostrar poder, riqueza y mal gusto. Sin dejar de mencionar las dificultades que un arquitecto encuentra en un medio donde la arquitectura es vista todavía como un adorno prescindible o como plato gourmet para ricos. En condiciones así, se crea una maraña de obstáculos que impide valorar lo que pese a ser fundamental, es difícil que prospere como referencia para el juicio de valor porque requiere más finura en la observación, deja de ser asunto de fotografías (mejores o peores) [1], exige observar, recorrer, discernir, en definitiva vivir la arquitectura. Y conociendo la atmósfera que prevalece podrá conocer los méritos reales de quienes, más allá de la pura necesidad, luchan por la arquitectura. Todo ello demasiado distante del crítico que he descrito.

¿Y qué decir de los que están aquí? En primer lugar, que como son parte del contexto, pesan sobre ellos las insuficiencias y limitaciones que hemos citado, un sello difícil de esquivar que los obliga, como nos obliga a todos, a adaptarse, lo cual favorece el surgimiento de grupos de ayuda mutua cementados por afinidades ideológicas entre las cuales destaca la ideología política. O convierte al mundo académico en escudo protector. Ambas opciones los impulsan a cerrarse sobre sí mismos y a simplificar el debate a base de simpatías y antipatías personales derivadas del cartabón ideológico. La tarea de señalar los valores de arquitecturas y arquitectos, de estar atentos a los caminos que puedan abrirse, de destacar los aciertos que merecen ser celebrados por parte de los que logran construir; y una de las más importantes: la de amplificar y cultivar el conocimiento de lo que nos es específico y esencial (entre las cuales la respuesta al medio natural que motiva estas reflexiones), quedan relegadas. Porque lo específico y esencial, como se da por conocido precisamente porque es específico y esencial, termina siendo olvidado. Olvido al cual contribuye de modo decisivo –lo acabamos de decir–que no esté incluido entre los argumentos críticos que circulan en la franja. Termina pues desapareciendo del todo entre los torrentes de palabras que se da en llamar teoría de la arquitectura. Resumen: ni se habla de la díada allá, ni se habla aquíNuestros críticos, si bien es verdad que tienen un nivel cultural más que satisfactorio, son muy pocos…y los pocos que hay apenas ejercen la crítica.

Domesticando al sol con una pérgola de bambú, la última adición a Los Aromos, mi casa (Febrero 2021).

 

[1]Dice lo siguiente Kenneth Frampton en 1985:…tuve la experiencia de que, cuando uno manda fotógrafos diferentes a fotografiar un edificio termina teniendo dos edificios distintos porque el ojo a través de la máquina no ve la misma cosa (Oscar Tenreiro-Sobre Arquitectura-Conversaciones con Kenneth Frampton, Oriol Bohigas, Rafael Moneo, Jaume Bach, Gabriel Mora y César Portela-Ediciones Nave, Caracas 1990).